Parte Uno

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Es Nueva York, en el mes diciembre, cerca de las mencionadas fiestas, con toda la algarabía de las celebraciones, rebajas y compras a gran escala. En Manhattan, la Gran Manzana, es muchísimo peor, todo es una locura. Matilde baja las escaleras en galopes, está retrasada para una exposición de pintura, la de su mejor amiga Claire. Baja levantando el pecho tratando que el aire ahumado y gélido de Nueva York le llene los pulmones para poder disculparse con el taxista que la esperaba desde diez minutos atrás. Le da una simple y muy dulce sonrisa tratado de decir “lo siento” levanta los hombros despreocupada y se sube por la puerta trasera.

Mientras tanto, Claire la está esperando mirando a su reloj a cada segundo como si el tiempo avanzará rápido. Claire y Matilde son amigas desde jardín de niños y a pesar de las insipideces de la adolescencia siguieron siendo amigas hasta el día de hoy, pero si Matilde llega tarde…

El tráfico es pesado debido a tanto turista que visita la afable cuidad, Matilde se desespera ya que el pequeño museo donde Claire expone está a unas calles de dónde ella está, inhala aire y lo exhala con una pequeña furia.  

-Me voy a bajar, ¿Cuánto es?- pregunta con su dulce y tranquila voz al taxista. Él la mira desde el retrovisor y mira su contador.

-Son veinticinco dólares señorita- responde y él le sonríe, porque resulta que se conocen desde hace mucho tiempo porque está en su zona y el punto de taxis queda justo enfrente del edificio donde vive Matilde. Ella baja del auto dando las gracias al taxista y pagándole.

Matilde en realidad no es antiestética, de hecho es muy hermosa, de piel casi traslucida y cabello oscuro como la noche y largo como un río, con ojos de color azul profundo con forma un poco almendrada que hace que contraste con sus gruesas cejas del color de su cabello, además de tener una figura pequeña. Matilde camina casi como un huracán, ya que sabe que Claire cuenta al cien por ciento con ella en su exposición.

Matilde se apresura porque el evento ya iba a comenzar, tanto las calles cómo las aceras estaban repletas de personas, maniobro para no chocar con nadie y menos con algún chico con un Starbucks en la mano que arruinara su chaleco verde musgo enviado desde Francia. Sólo una cuadra más y llegaría a salvo. Pero repentinamente choca con un sujeto, su mayor temor, llevaba un café latte  de chocolate en su mano, ella lo sabe por el olor.

-¡Fíjate por donde caminas!- le grita al muchacho, éste se le queda viendo por unos segundos tratando de pensar en cómo remediar el error.

-Discúlpame, enserio, voy tarde- dice con una grave vos y acento extranjero. Él baja un poco la cabeza para poder mirarla a los ojos ya es que es demasiado alto, o quizá ella sea demasiado pequeña.

-Aquí todos vamos tarde- dice mirándolo finalmente, el chico probablemente media más de uno noventa de estatura, o tal vez ella mida menos del uno sesenta. Sus miradas se cruzan, Matilde no sabe si el chico tiene una mirada muy fuerte bajo sus ojos marrones o está muy molesto por haber derramado su late en ella.

-¿Puedo hacer algo por ti?- pregunta insistente el muchacho con su acento ¿latino quizá? o ¿Francés? El hecho seguro es que no era ni oriental ni británico.

-No gracias, está todo bien- suelta ella un suspiro y sigue caminando intentando secar el late derramando en ella. “Perfecto” piensa “Toda una temporada cuidándote para que un extraño en un segundo te ensucie de esa manera, simplemente fabuloso” dice de manera sarcástica en su pensar. De tanto ir refunfuñando sobre su mancha en su importado abrigo francés nota que llego a tiempo, Claire quien la esperaba con ansias. Salta sobre ella, notando la gran macha de café en su ropa, Claire abre los ojos como platos.

-Pero… ¿Qué te ha pasado?- pregunta alarmada y jalándola del brazo hacia un espacio menos concurrente.

-Un tipo a una calle de aquí me tiro su café encima- explica Matilde con mucho enojo.

Un viaje inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora