Prologo.

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Prologo.

Cepillaba su larga y sedosa cabellera negra mientras veía su reflejo en el rio frente a ella,  la larga caminata la había dejado exhausta  y sin contar que su trasero estaba entumecido por haber montado su corcel por varios días, al encontrarse con el rio  no dudo ni un segundo en meterse le importaba muy poco los rumores que habían sobre los animales temibles que se especulaban que habían en aquellas oscuras aguas, ella solo quería dejar de sentirse sucia.

Espero desnuda a que su ropa estuviera seca, el sol estaba reluciente así que solo tuvo que esperar poco cuando ya su vestido blanco se había secado. El  vestido había sido un regalo de su prometido y las  manchas de lodo aun seguían en la prestigiosa tela, la joven se había esforzado en quitar la suciedad restregando la tela, pero se rindió en segundos, era imposible  quitar esas manchas o ella no lo conseguiría limpiar, seguro que algunas de sus criadas podía haberlo hecho mucho mejor, pero ella no tenía experiencia había huido de casa.

Que te encontraran teniendo sexo con alguien de tu mismo sexo era un buen motivo de huir y correr por tu vida, aun podía recordar los insultos y golpes que su padre le propinaba y de cómo él  ordeno decapitar a la pobre joven con quien se encontraba. Era una criada con figura de reloj de arena y pechos grandes… era linda, muy linda  para ser una simple criada con harapos viejos. No la amaba, pero si la deseaba y no había sido la primera vez que había estado con la criada, tal vez no fue buena idea haberla llevado a sus aposentos hubiera sido mejor haber seguido revolcándose con la criada en los establos bajo esa gruesa capa marrón, pero se dejo llevar por la pasión y quiso poseerla lo más rápido posible y su alcoba eran lo más cercano a un sitio con privacidad. La muerte también hubiese sido su destino si se hubiera quedado.

Su padre le dio alternativas: morir o casarse con el mugroso hombre que había pedido su mano, pero ella reinvento una nueva opción; la huida.

Hace mucho que había descubierto sus gustos por las mujeres y los hombres les causaba repulsión, bueno, casi todos. Hubo uno que logro conquistarla, él era distinto a todos, dulce, bondadoso  y elegante, pero no era de la nobleza y su padre nunca permitiría que se desposara con un  herrero. Él se encargo de quitar del camino aquel joven y simple herrero para siempre.

Cogió la daga que había dejado clavado aun lado de su corcel negro y vio su reflejo en este, no sabía dónde ir ni que hacer y dudaba que su padre la dejara libre, era su única hija con vida pues sus hermanos había muerto en la guerra de la traición contra los del Norte. Su casa desaparecería para siempre si su padre muriese, el eran el único con vida con su nombre así que, ella era su única esperanza de prologar su legado al ser su legitima heredera.

La joven dejo salir un suspiro y observo el cielo unas nubes grises se venían acercando, un viento gélido revolvió su cabello, el invierno estaba cerca.

Conto las monedas de oro que había robado a su padre, 1000 eso era lo que tenia y debía de ahorrarlas hasta saber qué hacer y donde ocultarse de su padre para siempre. Pensó por un momento en regresar, tal vez una vida de esposa con ese hombre no sería tan mala, pero rápido desecho la idea de su cabeza. No le era grato pensar en tener sexo con aquel hombre, era un viejo panzón de baja estatura y dientes amarillentos. Su padre solo había aceptado darle su mano solo porque era uno de sus vasallos de baja nobleza  y así podía concederle a través de su unión el nombre de su casa.

El gran día de la boda había llegado, y  pese a que la doncella pretendía escaparse mucho antes no lo había conseguido debido a las medidas de seguridad que le impuso su padre, él  no se fiaba de ella y le duplico su custodia, no solo eso, también la había encerrado en su alcoba con vigilancia permanente, únicamente salía de la alcoba cuando su prometido acudía a visitarla.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2023 ⏰

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