Podía observarlo por el rabillo del ojo, hermoso, silencioso.
En cada hueco que mi visión daba estaba él.
Miraba con fascinación al frente sin mencionar palabra; parecía una pintura, la más hermosa de las pinturas.Su cabello caía de manera suave por sobre su rostro, sus ojos hipnotizantes con una profundidad que podrías caer en el abismo. Su piel era un perfecto lienzo en blanco y sus manos posadas cada una sobre sus muslos.