Capítulo 31

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—Sube y espérame desnudo.

Fueron las palabras de Sousuke, cuando tras una amena charla al terminar la cena, en el silencio sonrió desvelando sus perfectos colmillos. La verdad, había conseguido que se formara un buen ambiente comiendo junto a él. Pensé que no sabía cocinar pero me demostró lo contrario, a penas necesitaba mi ayuda. Sin embargo y tras decirme aquello su máscara resquebrajó. No hubiera sido capaz de averiguarlo si no me hubiera detenido a mirarle antes de salir del comedor y verle abatido escondiendo el rostro entre sus manos. Sousuke llevaba años de práctica en eso de ocultar sentimientos. Lo supe tras conocer su admiración por Nitori.

—No hace falta que te enmascares así conmigo.— refuté molesto. Él descubrió su rostro y me lanzó un gesto inocente como el de un niño cuando lo han pillado haciendo trastadas.

—Lo sé, sólo quería suavizar la situación. No volveré a hacerlo.

Sí. Si no hubiera sido por mi rabieta ninguno estaría en esta situación de tensión. Pero no podía apagar ese impulso de querer besarle. Al menos, no tan pronto. Sé que al firmar estaba aceptando ese obstáculo pero tendría que esforzarme para aplacar ese deseo. Aún me resultaba molesto.

Con ese dilema en mi mente, caminé hasta la antesala que hacía de probador, y allí me deshice de mis prendas dejándolas sobre unas perchas y un taburete. Totalmente desnudo y un poco avergonzado abrí las cortinas y descubrí de nuevo el cuarto. Agradecí la moqueta que alfombraba y aportaba calidez al suelo y me adentré en él.

Lo primero que llamó mi atención fue un gran espejo en la pared derecha. Deducí que podía ocultarse por las placas que se situaban en sus bordes. Me pregunto si también tiene algo así en el estudio del que me habló.

Alcé mis hombros y me giré a seguir familiarizándome con el lugar. Quizá así se me hacía más fácil.

A la izquierda, justo al lado de las cortinas por las que entré, había una cómoda de una madera robusta con grabados. No me atreví a comprobar los cajones, pero los imaginaba lleno de artilugios. Coronando el mueble un expositor de pared de terciopelo y algún tipo de metal sostenían unos látigos bien ordenados. Había diez, de distintos materiales y algunos de ellos con múltiples colas. No me gustó en especial uno de ellos, que se componía de varias cadenas metálicas. Un escalofrío hizo que mi cuerpo se congelara a pesar de que la habitación mantuviera una temperatura agradable. Llevé mis manos a los brazos contrarios para proporcionarme algo de calor mientras seguía observando.

La cama, era extensa y parecía de lo más cómoda. Un par de grandes cojines la ornaban. Cuatro grandes columnas de madera levantaban el dosel que la hacía majestuosa. Aseguré con mis dedos lo que mis ojos ya veían: seda. Seda negra y brillante. Suave y agradable al tacto y quizá era la primera persona en tocarla a parte de él... O quizá no. ¿Por qué Sousuke no utilizaba esta habitación? Eché de menos abrazar a mi gatito. Seguro que él me reconfortaría en este momento.

Rodeé lentamente la cama y aparté unas cadenas que pendían del techo, para fijarme en el expositor de fustas del fondo del cuarto. Las había de distintos tamaños, de distintos materiales nuevamente, al igual que los látigos. Daba un poco de miedo imaginar cómo se sentirían. Aparté la extraña idea de mi cabeza y seguí curioseando. Lo último era un regio armario a juego con la cómoda. Abrí una de las puertas y apenas supe qué había delante de mis ojos. Sobre un fondo de terciopelo en color vino, de igual tono que la moqueta, y colocados como si de herramientas se trataran, había multitud de artefactos. Todos me resultaban la mar de extraños. No reconocía nada pero, ninguna de aquellas cosas parecía divertida. Tragué saliva. ¿Dónde cojones te has metido Makoto? Alcé mi vista y, tras ella, mis dedos para inspeccionar algo que sí me resultó familiar.

Anastasia, Éstas Son Las Verdaderas Sombras [Free!] [SouMako] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora