XXV- Correspondencias románticas.

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~ "Vamos a tener una aventura con mi cabeza en las nubes pero mi gravedad centrada." -Sweater Weather- The Neighbourhood.~

Pasaban los días y con ellos más atenciones de parte de Harry.  Un martes, un ramo de tulipanes violetas apareció en recepción, lo único que tenía era una nota en una fotografía de alguna parte de la ciudad. "Tulipanes violetas en vez de las típicas rosas rojas, lo lamento."  La nota estaba escrita a mano, con una caligrafía desordenada y sin firma.  Se mantenía en el anonimato pero aún así sabía que se trataba de él. Harry entendía que no me gustaba que la gente supiera de mi vida o de con quién me relacionaba. Aunque, esos tulipanes atrajeron la curiosidad de todos en el piso. Su regalo me había sorprendido y no tenía nada para decir sobre él. Me sentía culpable, Harry seguía avanzando y yo todavía no había podido alejarlo. 

Un jueves, un sobre verde azulado que dentro llevaba una hoja llena de chistes y dos posdatas. La primera, preguntándome sobre cómo estaba y si necesitaba que levantaran mi ánimo, que para eso eran los chistes. Y la segunda, disculpándose por molestarme si es que tengo un mal día. No tenía que disculparse, me había alegrado y distraído un buen rato con esos chistes malos.

Un lunes, una pequeña caja con macarons de diferentes sabores y una pequeña nota que decía "Buena semana". Era increíble, cuando menos lo esperaba llegaba Harry alegrando todo.  No tenía que dejar que siguiera con estos regalos pero me gustaban tanto. Me gustaba la idea de que alguien pensaba en mí y lo demostraba, en pequeñeces, pero lo hacía. En parte estaba siendo ilusa. Quizás también lo hacía con otras o solo era parte de su coqueteo y fantasía con su jefa. Pero no se sentía así, realmente estaba disfrutando de esa ilusión mientras durara. Aunque estaba dándome el lujo de disfrutar estos momentos la realidad acechaba. Harry se cansaría de mandarme regalos, encontraría a alguien más interesante y se alejaría. Tal vez, esa era la mejor opción para que se terminara. Pero, habían otras alternativas mucho más aterradoras, que realmente entendiera lo que sucedía conmigo y se asustara o que lo lastimara. La última realmente me aterraba, no me importaba sufrir pero nunca me perdonaría si le sucedía algo. Suficiente tenía en mi conciencia al saber que la oscuridad utilizaba mi cuerpo como quería para hacer cosas horrorosas a personas que no conocía.

Había llegado el día jueves. La editorial se preparaba para su aniversario.  La edición de este más sería especial por eso. Los empleados tenían mucho trabajo pero lo hacían entusiasmados. Estábamos de fiesta. En mi escritorio lleno de documentos y papeles se encontraba la lista de invitados. Todos los años se volvía más extensa, habíamos llegado a los mil invitados y había que revisar. Mientras me encargaba de eso, alguien tocó la puerta. Luego de mi premiso, Leigh entró en la oficina con su rostro lleno de intriga. Llevaba en la mano un sobre rosa nude que me entregó. Comenzaba a abrirlo cuando me percaté que ella seguía parada allí.

-¿Sucede algo?- Le pregunté desviando mi atención del sobre.

-Sí. ¿Por qué de repente aceptas correspondencia romántica?- Leigh preguntó insegura, temiendo sobrepasar los límites respecto a las leyes de privacidad que mantenía.

-¿Correspondencia romántica?- Pregunté asombrada, su referencia me había causado gracia pero había activado mi defensa. -¿Por qué piensas que es romántica?-

-Oh, vamos Ciara, flores, macarrons, sobres de colores...- Levanté la cejas, no paraba de sorprenderme y de hablar. -No creo que sean cartas de solicitudes o permisos. Además de que al momento de que las ves algo cambia en ti, no podría explicarlo porque tu rostro es el mismo de siempre pero podría jurar que algo en tu aura o cómo quieras llamarlo cambia.- Habló rápido y luego se mordió el labio nerviosa. 

Aún no podía contestarle nada, continuaba sorprendida. Leigh había explotado de curiosidad y no sabía cómo tomarlo. Quería decirle que se fuera, que me dejara sola con ese sobre rosa. Que yo también tenía curiosidad sobre todo lo que estaba ocurriendo. Quería gritarle que se metiera en sus asuntos. Quería contarle todo, detalle por detalle, desde el primer día. ¿Podría confiar en ella? Era lo más cercano a una amiga que había tenido en los últimos años pero aún así existía ese muro de hielo entre las dos.  Me contuve, dejé el sobre sobre el escritorio y suspiré, no quería sonar grosera. Estaba harta de que la gente pensara que era una villana. Tenía que ser suave y más amable pero no aseguraba nada. 

-Son anónimas. No tengo idea de cómo logran pasar del hall principal pero llaman mucho mi atención. Tú sabes que no me gustan este tipo de cosas pero estos sobres, ese ramo me resultan curiosos.- Era verdad, en parte. - Es sólo eso.- Levanté los hombros simulando desinterés.

Leigh soltó el aire que había tenido guardado. -Perdón, sé que odias que se metan en tú vida pero no pude contenerme, me moría de intriga. ¿No sospechas de quién pueden ser esos regalos?- 

-Leigh... Son anónimos y no me dejan ninguna pista para que pueda adivinar.- Lamentaba perder la paciencia tan rápido pero estaba ocurriendo, mi tono era más duro. -¿Podemos continuar con nuestro trabajo?- 

-Sí. No molesto más, perdón. No me despidas, necesito el trabajo.- Con una risita nerviosa se retiró hablando rápido. 

La puerta se cerró y así como Leigh se retiró, se fue todo el mal humor que había acumulado. Solté una pequeña risa por las disculpas de Leigh, no la despediría y ella lo sabía. Era mi empleada más confiable, a trabajado conmigo desde que comencé quizás hasta me conoce un poco. "Algo cambia en ti." "Tu rostro es el mismo de siempre pero podría jurar que algo en tu aura o cómo quieras llamarlo cambia." Mi yo interior estaba golpeándome con todas sus fuerzas, no había disimulado lo suficiente. Podía asegurar que era la mejor mintiendo y escondiendo cosas detrás de un rostro neutro pero Leigh había podido ver algo a través de ese velo. Algo estaba fallando, mi control ya no era el mismo. El aura, ella lo había llamado así y había estado tan cerca de acertar. Seguramente, lo que ella percibió era un cambio en el ambiente que me rodeaba. Las luces que variaban en su intensidad y cómo el clima refrescaba por unos segundos. Eso no era buena señal, yo tenía que tener control absoluto. Esas pequeñas fugas podían ser fatales. Tenía que parar con todo esto, aunque me doliera. Ya había pasado mucho tiempo pero si no era ahora, después costaría más, dolería más.

Tomé el sobre rosa, la curiosidad me tenía pillada pero lo dejé a un lado. Abrirlo era seguir con este juego y sería imposible pararlo. Traté de concentrarme en la lista de invitados pero el sobre parecía gritarme. Lo metí dentro de un cajón e intenté otra vez hacer mi trabajo. Mi cabeza continuaba inquieta, sin dejar de pensar en Harry, en Leigh, en todos los que estaban detrás de esa puerta. ¿Le afectará a él? ¿Qué tanto me afectaría a mí? ¿Por qué costaba tanto? Parecía como si hubiese probado alguna droga, una pizca y no quería parar. Quería más porque me llenaba de vida, como lo era antes. No quería soltar lo único humano que tenía, era como renunciar a la poca luz que se había atrevido a acercarse al agujero negro. Sin importar si ese agujero se la tragaba o no.  

Solté las hojas, rindiéndome. Me levanté de mi silla y me acerqué al ventanal que cubría toda la pared. Tenía una vista hermosa del lado sur de Londres que ayudó a sumergirme aún más en mis pensamientos. Dejé la vista clavada en el horizonte sin mirar nada. ¿Habría alguna forma de volver atrás y evitar que nos conocieramos? Tal vez retroceder un poco más, unos años más y evitar la tragedia de mi familia. Yo no sería esta, tendría las manos limpias, estaría libre de oscuridad, sería libre. Pero el tiempo era tan complicado y delicado, cambiar apenas una palabra de algo dicho hace 4 años podría alterar todo tu futuro y eso no lo podías modificar. En otras circunstancias, en otro presente ¿Nos hubiésemos conocido? 

Estaba delirando. Puras tonterías que yo más que nadie sabía que no se podían hacer. Ya mis pensamientos se habían deformado volviéndose incoherentes. Mi cabeza era un laberinto pero no encontraba una salida a tantas preguntas y a tantos problemas. Era inútil, mientras más pensaba menos quería alejarlo. Quería arriesgarme aunque fuera lo más estúpido que haría en toda mi vida. Pero no, haría lo correcto. Hasta acá había llegado toda mi libertad, más bien la que me podía permitir. Volvería a ser la Ciara que era, con mi frialdad, con la seguridad y protección para todos. 


Dorchadas Álainn ||H.S|| a.u (Wattys 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora