Por un momento, lo único que se escucho fue la máquina del ritmo cardíaco de Arturito, a quién lo habían conectado con todas las maquinarias.
Hasta que Berlín rompió el silencio sin apresurarse mucho. Se saca la máscara para gesticular mejor:
—¿Qué anestesia van a ponerle? —pregunta ineteresado.
Los médicos (y el policía) le miran atentamente, tratando seguramente de memorizar su rostro, algo totalmente imposible.
—Para este caso pasaremos a inyectarle anestesia general, para evitar inconvenientes en el transcurso de la operación.—explica pacientemente uno de los doctores.
—No. Aplíquele Anestesia Local, me gustaría charlar con mi fiel amigo Arturito en el transcurso.—sonríe socarronamente.
Arturo le lanza una mirada exasperada y agobiante. París, sin embargo, miraba al polícia encubierto fijamente, sin disimular, bajo la máscara. Los dos doctores y el policía le habrán echado alguna mirada por su corto pelo rosa que sobresalía en mechones de la cinta de la máscara por detrás.
La cirugía comienza. París siente un sudor frío bajarle por la nuca mientras observa los utensilios sobre la bandeja de metal. Berlín habla a Arturo en variadas ocasiones, burlándose.
Denver aparece no mucho después que la operación comience, mandando una mirada cómplice a París, quién se la devuelve.
Berlín entrecierra los ojos.
Dando un paso, París aparente vigilar de cerca a uno de los médicos, metiendo discretamente un bisturí en el bolsillo.
En el resto de la cirugía, Berlín empieza a mandarle miradas de reojo, así que París no puede conseguir más utensilios que el bisturí y un rollo de gasas.
—Procederemos a cerrar la herida, en este momento.—informa uno de ellos.
—Espera.—Berlín le para, un brillo de suspicacia en los ojos. Señala al de anteojos, al policía.—Quiero que lo cosas tú, que no has hecho nada más que presencia.
—¿Yo?
Berlín enarca una ceja.
—¿Acaso no eres médico?
El hombre no dice nada más y prosigue a realizar lo dicho por Berlín, con sumo cuidado y tratando de aparentar seguridad en cada uno de sus movimientos.
Entonces París lo ve, y siente su alma caer a los pies. Denver guarda algo en su bolsillo y una hoja doblada cae al suelo.
Nairobi da un paso, pisando la nota y mandando una mirada a París, quién iba a hacer lo mismo.
Entonces lo supe. Nairobi no era tonta, así que había sido cuestión de tiempo que lo notara.
La cirugía había terminado. Los agentes que supuestamente entrarían abortaron su misión cuando cayeron en su estrategia de cambiar las máscaras.
París caminaba a paso apresurado por los pasillos rumbo a la cámara acorazada número dos. Denver había desaparecido en cuánto terminó la cirugía, sin que París pueda preguntarle que coño había sido ese papel.
—Joder, joder, joder.—maldice.
Frena en seco cuando llega a su destino y ve a Nairobi dentro de la cámara, mirando a Moscú, Denver y Mónica con los ojos desorbitados.
Mira a París incrédula, mientras esta sólo puede mandar dagas con la mirada a Denver.
—¿Qué carajos está pasando aquí?
(...)
N/A: ni con maratón se conforman.