Quédate conmigo - Parte 2

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#QuedateConmigo8

Amaia se levantó rápidamente, se puso una camisa que había visto en el respaldo de una silla y caminaba nerviosa de un lado al otro de la habitación sin saber qué hacer. Tenía los recuerdos de aquella noche algo nublados. Lo último que recordaba era que ella había arrastrado a Alfred hacia la puerta, y juntos, cogidos de la mano, habían entrado.

Alfred se estaba despertando, abrió un ojo y vio a Amaia, era preciosa aun recién levantada. Aunque se había intentado vestir un poco, la luz que entraba por la ventana hacía que se viera a la perfección su silueta bajo la camisa blanca. Horas antes, Amaia le había dejado claro que le encantaban sus tetas, lo que no pasó desapercibido por la cabeza del chico. Eran muy bonitas, al igual que su culo.

Amaia lo vio y corrió a sentarse a su lado en la cama. Qué mono era cuando se despertaba.

- Buenos días, ¿has dormido bien? - Dijo un Alfred sonriente que se frotaba los ojos.

¿Está de coña? ¡si no se acordaba de cómo había llegado a su cama! Amaia, que cada vez estaba más nerviosa, decidió ir al grano y dejarse de rodeos.

- No sé, sí, supongo... Pero, ¿me puedes decir que haces en mi cama? - Respiró algo más aliviada al ver que el chico estaba vestido de cintura para abajo. Quizá no había pasado lo que ella llevaba pensando desde que se lo encontró en su cama.
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A las 02:36 de la madrugada...

Cuando sus dos cuerpos estaban tan cerca que a ambos se les cortaba la respiración, antes de que él pudiera moverse, Amaia se lanzó sobre él y le dio un enorme beso, pasional y sincero, porque, a pesar de su estado, ese beso se lo había querido dar desde que lo vio actuar en el bar.

El beso fue largo, hasta que ninguno podía dar más de si. O sí, pensó Amaia. Cogiéndole de la mano, lo arrastró hasta la puerta, y tras subir las escaleras, entraron juntos en su piso.

Amaia no quería perder tiempo y después de cerrar la puerta se descalzó e intentó quitarse el vestido tan ajustado que llevaba.

- ¿Me ayudas? No puedo yo sola. -Amaia pegaba tirones de su vestido mientras se reía.

Alfred se acercó y comenzó a quitarle el vestido, lo hizo lentamente, adorando cada parte de piel que quedaba a la luz. Cuando este terminó, Amaia le quitó la camisa y la dejo cuidadosamente sobre una silla. Se quitó los zapatos y las medias. Y sin dudarlo, comenzó a desabrocharse el sujetador ante la atenta mirada del chico.

- ¿A qué son preciosas? - Preguntó Amaia contoneándose para que él pudiera verlas bien.

- Eh, sí, son muy bonitas. - Titubeaba él.

A Alfred se le estaba secando la boca. Y aunque tenía muchas ganas de hacer algo con Amaia, sabía que no debía por el estado de esta. Estaba sentado en el sofá, únicamente le faltaba la camisa. Vio como Amaia, que solo llevaba puesto un tanga de lo más sexy, se acercaba a él, se sentó a horcajadas sobre sus piernas y comenzó a besarle el cuello. Acabaron tumbados, los besos fueron desde la frente hasta el ombligo de Amaia, quien correspondía con unos besos pequeños en el cuello y otros más apasionados en los labios. Comenzó a desabrocharle el cinturón pero antes le pidió que fuera a por un par de condones, que estaban en la mesilla de su habitación.

Alfred, que no estaba seguro de lo que iba a pasar, hizo caso a la joven y fue a buscar lo que le había pedido. Cuando ya los encontró volvió al salón. Allí se encontró con un panorama de lo más dulce. Amaia, todavía sin ropa, estaba dormida en el sofá. Aquello podría haberle molestado a Alfred, quien se quedó a medias con su calentón, pero, sin embargo, le encantó. Verla dormir era algo precioso, parecía un bebé. Y eso compensaba todo lo demás.

Tras unos cortos minutos adornándola, Alfred decidió cogerla en brazos, sin despertarla, y llevarla a su cama. Al sentir sus brazos, Amaia se agarró a su cuello y sonrió al oler el perfume que tanto le había gustado. Alfred la tumbó y la tapó. Decidido a irse, caminó hacia la puerta de la habitación pero algo le frenó. Una Amaia somnolienta le dijo con una voz muy suave: Quédate conmigo por favor.

Aquellas palabras le llegaron a lo más hondo al joven, quien sonrió y se tumbó en la cama junto a ella. Se puso de lado, para verla dormir, y comenzó a acariciarle el hombro hasta que él también se quedó dormido.
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Amaia ya se había tranquilizado bastante. Por lo que él contaba, no se habían acostado. Lo único de lo que se avergonzaba era de no acordarse de los besos en el sofá.

Ella, como buena anfitriona le invitó a desayunar, a lo que Alfred aceptó. Pero primero decidieron vestirse.

- Perdona, ¿me das mi camisa? - Dijo Alfred señalando la camisa que Amaia llevaba puesta.

Ella se sonrojó y se la quitó, una vez más le dio igual que él le viera las tetas. Aun sin ponerse el sujetador, cogió un vestido marrón chocolate y se lo puso.

Podría acostumbrarme a esto. Alfred se reía para sí mismo ante esa ocurrencia, aunque rápidamente sacudió la cabeza para desechar aquella idea de ver todas las mañanas a Amaia casi desnuda. De repente pasó por su cabeza la imagen de Eva y se sintió mal. Pero sin darse cuenta volvió a sacudir la cabeza para desechar esa última imagen.

Ambos comieron tostadas con un vaso de leche y cola-cao. Mientras tanto hablaban de sus actuaciones en el bar, de la gente que se emocionó mucho y de cómo Javier iba a ayudar a Alfred. La situación era bastante cómoda, parecía una conversación típica de dos amigos de toda la vida. Sin embargo hacía justo una semana que se conocían y se notaba el fuerte lazo que se había creado entre ellos.

De repente un mensaje en el móvil de Amaia le devolvió a la realidad. Era su madre, que les invitaban a ella y a Rubén a comer. Ahí fue cuando se acordó de él.

- No puedo hacerle esto. - Dijo Amaia mirando fija y seriamente a Alfred.

- ¿A tu madre? No sé a que te refieres.

- A Rubén. Se supone que estoy enamorada de él.

- Se supone... - Se apresuró a decir el catalán.

- Le quiero y estamos muy bien juntos, no puedo seguir engañándole de esta forma. Y tú tampoco deberías hacerlo con Eva.

- Bueno, lo de Eva es otro tema...

- Es tu novia, ¿no?

- Oficialmente no. Apenas llevamos cuatro meses y aunque la quiero mucho, no todo va como a mi me gustaría. Ya no siento eso que debería.

No supo por qué pero aquello alegró a Amaia. Es cierto que quería a Rubén pero estaba naciendo en ella un sentimiento que no sabía, o no quería, identificar. Pero de lo que estaba segura era de que no volvería a suceder nada con Alfred mientras tuviera novio.

La conversación término ahí y poco después Alfred decidió que era momento de irse. Se dieron los números de teléfono, por fin. Amaia le dijo que podía hablarle cuando quisiera o si necesitaba algo. Él asintió y salió de la casa.

Era un día un tanto nublado pero no hacia frío. Hacía menos de diez minutos que se habían despedido con un tierno abrazo y Alfred iba de camino a su casa pensando en todo lo que había ocurrido. De repente cogió su móvil y mando dos mensajes.

Uno era para Amaia. "Hola Amayeta. Ya te echo de menos". Sabía que no era muy oportuno decirle eso pero tampoco le veía malas intenciones al mensaje. Los amigos también se echan de menos.
Entonces entró en otro chat y comenzó a escribir: "Hola Eva. ¿Podríamos vernos esta tarde? Tengo que decirte algo."

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El capitulo tiene 1322 palabras.
1+3+2+2 = 8
Casualidades de la vida. #TeoriaDel8

Este capítulo no tiene un final con muchas sorpresas pero espero que os guste tanto como a mi escribirlo.

Amor ×1016 💚

Quédate conmigo || Almaia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora