A la mayoría de los niños de su edad no les gustaba el colegio. Era un rollo tener que levantarse pronto, tener que salir de casa, tener que hacer deberes... pero al menos tenían el recreo, un trocito de tiempo que les correspondía a ellos, a ellos y a sus amigos.
Pero Mikan Tsumiki no tenía ni eso.
A sus 6 años de vida, Mikan no conocía el significado de las palabras "recreo" y "descanso". En casa siempre estaba haciendo las tareas que su madre no hacía; cuando no tenía que fregar los platos estaba barriendo o fregando el suelo, o haciendo la comida, o dándole comida al gato... su madre no le dejaba respirar, pues pensaba que no lo merecía.
De hecho y volviendo al tema del gato, era hasta un milagro que su madre le hubiera dejado tener una mascota, pues la mujer nunca había hecho caso a las peticiones de la niña. Fue algo que ocurrió de un día para otro; la madre de Mikan entró por la puerta y le lanzó el gato a la cara a la niña a la vez que decía "a partir de hoy esto es problema tuyo".
Esa fue la primera vez que alguien que no era su madre le hacía daño.
Sin embargo, Mikan jamás culpó a la gata (más tarde supo que se trataba de una gatita) de los arañazos que le hizo en la cara; ella sabía que no fue intencional, la criatura estaba asustada y simplemente reaccionó así.
Con la gata, Mikan empezó a experimentar sus primeras sensaciones positivas. Le gustaba cuidar de ella; como su madre no se ocupaba del animal le tocaba a ella ir a informarse sobre cuidados, sobre enfermería, sobre veterinaria... allí empezó a gustarle algo por primera vez; así que decidió ir a la biblioteca y leer todos los libros sobre enfermería que pudiera encontrar. Hasta se olvidó de que en un primer momento su objetivo había sido buscar información para poder cuidar mejor de la gata. Pero en general, le gustaba darle comida, cambiarle el agua, acariciarla, estar con ella... hasta se le escapaba alguna sonrisilla involuntaria cuando su gatita ronroneaba y se acercaba a ella para pedirle cariño. Mikan era bastante perceptiva para su edad, y pese a estar muy sorprendida por ello, se dio cuenta de que a la gata le gustaba estar con ella.
También se daba cuenta de cómo su madre le daba patadas a la criatura cuando creía que Mikan no estaba mirando.
También se daba cuenta de cómo la mujer se reía y burlaba de ella porque aún no había sido capaz de ponerle nombre a la gata.
Antes de empezar el colegio en su nuevo pueblo, Mikan pensaba que a lo mejor esa vez sí iba a ser la definitiva e iba a poder estar bien. A fin de cuentas, ya había tenido contacto con otro ser vivo (con la gata se llevaba genial) y no era como en su antiguo colegio, que apenas sabía cómo tratar con nadie y siempre estaba sola. Nadie le dirigía la palabra, de hecho, probablemente hasta terminaron olvidándose de su existencia.
Pero resulta que, como su madre ya se había encargado de dejarle claro durante toda su vida, se había vuelto a equivocar.
En casa no tenía descanso, y en el cole no tenía recreo. Bueno, lo tenía. Desgraciadamente, lo tenía.
El primer día de colegio, una chica se le acercó y le dijo que le acompañara, que sus amigas estarían encantadas de darle la bienvenida. Mikan aceptó tímidamente, aunque estaba un tanto extrañada. ¿Quién iba a querer estar con ella?
Se limitó a seguir los pasos de la chica con un precioso pelo corto mientras pensaba que ella siempre había querido llevarlo así, pero que el novio de su madre le amenazó y obligó a llevar el pelo largo, y cómo no, su madre se sumó a la amenaza, mientras sostenía un paquete de tabaco en la mano. Mikan tragó saliva y les contestó que le encantaba el pelo largo, que no sabía de dónde había sacado la ridiculez de llevar el pelo corto.
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Healing
FanfictionMikan Tsumiki no conoce el significado de las palabras "recreo" ni "descanso". Mikan sólo sabe curar. Curar y herirse. ADVERTENCIA DE CONTENIDO: Maltrato infantil, acoso escolar, maltrato animal, desprecio hacia uno mismo, ansiedad. He intentado s...