11 de Diciembre 2010
La pequeña Tomlinson, como comúnmente le decían, ya estaba despierta. Algo le decía que ese día no traería nada bueno. Un extraño sentimiento en tu barriga, y no, no tenía su período, así que no lo estaba confundiendo. Era como ese extraño “dolor” que era una mezcla entre nerviosismo y enfermedad, como cuando alguien quiere vomitar.
- ¿Por qué te retuerces así? – Preguntó Louis entrando en su habitación. La miraba con una mueca extraña. Ella no se había percatado hasta aquel momento que se estaba retorciendo sobre la cama – Oh, ya entendí, estas en tus días. Mejor no molesto. – Se dio media vuelta pero luego volvió a girar y la miro. – Hermanita linda, hermosa bebé. – Dijo con una gran sonrisa. O le pediría un favor o le daría malas noticias. Lo miro algo cansada ya de su hermano, ya estaba grande ¿Cuándo dejaría de mandarse cagadas? – Te quiero. – Soltó en un hilo agudo de voz y salió hecho un tornado de la habitación. Alguna cagada se había mandado e iba averiguar que era.
Bajó las escaleras y se encontró con una sorpresa, todos los trabajadores del hogar estaban algo alterados. Moviéndose de allá para acá, llevando edredones y muchas cosas para recibir visitas. Genial, pensó de manera sarcástica. No estaba realmente de humor para recibir visitas, aunque eso explicaba el nudo en su estomago.
- ¿Harry? – llamó a uno de los hijos de su empleada, él era como parte de la familia. Era un Tomlinson más, se llevaban genial, en especial con Louis. - ¿Quién vendrá?
Inmediatamente el chico de los ojos verdes comenzó a sudar, mover las manos y tratar de buscar una salida. Algo le estaban ocultando y era algo que tenía que ver con ella, algo nada bueno.
- Unos amigos de tu hermano. Vienen para pasar navidad y año nuevo.
Esa era una mentira tonta, mal planeada y que luego podría usar en contra de su amigo y el “listo” de su hermano. Seguían ocultándole cosas y eso era algo que realmente odiaba. Bufó irritada y fue a la cocina para desayunar, extrañaba ver a las gemelas revoloteando por el lugar. Pero ya había sido hora de independizarse, sus padres necesitaban más privacidad además con Louis ya estaban viejos como para tener su propio hogar.
- ¿Estás nervioso? – Preguntó Liam desde el lado del conductor. El viaje en avión era corto así que en un par de horas ya habían llegado al pueblito. - ¿Niall, seguro que Zayn no es un zombi? – Pero el irlandés tampoco respondió, al parecer la comida era más importante. – De acuerdo, ignoren al pobre Liam. – Hizo una mueca de tristeza hasta que le salió el puchero, cosa que hizo que Niall riera.
Pero Zayn ya no estaba con ellos, por lo menos en espíritu no. Cada vez el miedo se apoderaba más de él, nacía en su pecho expandiéndose hasta la punta de sus pies y de sus manos. Era como extraños escalofríos. Trató de ignorarlos y simplemente miró por la ventana, en lo alto del cerro, lejos de todo lo que se podría llamar “núcleo urbano”, estaba la mansión de invierno de la familia Tomlinson. La nueva residencia de _____ y Louis.
- Wow ¿tu chica es millonaria? – exclamó Niall mirando la mansión blanca con la boca semi abierta, quizás no se había mencionado aquel pequeño detalle. – Creo que estás serán las mejores vacaciones de navidad que vamos a tener.
- Además el pueblo es hermoso. – Añadió Liam deteniendo el auto. – Bien, llegamos.
Bajaron, ellos estaba tranquilos pues no eran los que se enfrentarían a la chica a la cual le había roto el corazón hace casi un año exactamente. Maldición, sus piernas se habían dormido y su corazón palpitaba demasiado rápido. ¡Iba explotar!
Las puertas se abrieron dejando ver la gran sonrisa de su viejo amigo. Louis lo abrazó, no lo odiaba, aunque debería. Pero era imposible odiar a Zayn.
- ¿Así que esta era la sorpresita? – Se escuchó decir de detrás de Louis, de entre las sombras que se creaban en la recepción salió la dulce ____ con una mueca que claramente no era de felicidad. Llevaba un vestido blanco, poco maquillaje y una trenza en la cual llevaba algunas flores blancas pequeñas, ella sí que sabía cómo verse bien con cosas tan simples. Hizo un ademán de irse pero su hermano la detuvo.
- ¿No vas a comer?
- Se me quitó el apetito. – Se soltó de su agarre y se fue caminando con ese paso delicado pero decido para subir las escaleras y seguramente encerrarse en su habitación.
Zayn solo se había quedado mirando como subía, no había reaccionado hasta que sintió como sus compañeros de viaje lo empujaban incitándolo a seguirla. Los miro y con la simple mirada de Louis supo que debía ir o lo obligarían, así que prefirió ahorrarse los dramas e ir por su propia cuenta.
“La segunda puerta blanca a la derecha” Había susurrado Tomlinson poco antes de que se alejara para subir las escaleras. Y allí estaba la puerta. Sabía que si tocaba ella no abriría así que simplemente giró el pomo y entró. Ella estaba sentada en el borde del balcón mirando el pueblo. Su habitación tenía una perfecta vista panorámica.
- Necesitamos hablar. – Susurró entrecortado. Los nervios le jugaban en contra. Ella solo soltó una pequeña risita.
- “Necesitamos”, que yo recuerde ya no hay un “nosotros”, tu lo acabaste Zayn. Hace casi exactamente un año. – Su tono indiferente hacía que creciera un agujero en su pecho causándole un dolor agudo.
- Por favor, es lo último que pediré. – Suplicó una vez al lado de ella, la miraba pero ella no a él. Era como si ya no existiera.
- De acuerdo, habla. – Se demoró sus buenos minutos en abrir la boca para solo decir aquella tres frías palabras.
- Como ves he vuelto. Y… he vuelto para disculparme. – Ella pensó en interrumpirlo pero prefirió que siguiera, quería escuchar todo el discurso que había preparado. – Lo siento mucho _____. Sé que me fui de un día para el otro, sé que soy un idiota, un idiota que solo necesita otra oportunidad. La última, lo prometo.
Esto se volvía algo interesante para _____. Sonrió interiormente y lo miró de reojo. Podía ver su arrepentimiento, no había que ser demasiado observadora para notarlo. Rodó los ojos y vio el hermoso paisaje que se le ofrecía.
- No te daré una oportunidad, Zayn. – Pudo notar como los hombros del chico se desplomaban y soltaba el aire. – Te daré doce. – Se bajó del barandal y arregló su vestido. – Tienes doce días, uno por cada mes que estuviste lejos. Si en doce días no eres capaz de reconquistarme te iras de aquí, para siempre y nunca volverás a donde este. Nunca. ¿Trato?
Sus ojos hicieron contacto, pero la chispa no estaba allí. Aún. Él asintió algo contento por lo que había conseguido. ____ sonrió de lado, era una sonrisa algo sarcástica, y se marchó de la habitación dejando solo al que pronto sería una de sus pretendientes.