Sujeto: Carlos Dagarry Steller
Edad: 57 años
Año: 1752
Hora: 16:05:27
Día: lunes, poco antes del atardecer.
Clima: Nublado, con altas probabilidades de lluvia.
Ubicación: A fueras de la ciudad de Grindavael.
Corrí tan rápido como pude, esquivando balas y explosiones, a mi izquierda una bala de cañón hizo desaparecer en menos de un segundo a un pobre desgraciado, y a mi derecha una bala perforo la cara de otro soldado. Solo podía verlo mientras se retorcía de dolor en el suelo.
Mientras corría tropecé con el cadáver de un caballo, termine cayendo justo al lado de su ya difunto jinete, para colmo fui a parar a unos centímetros de su rostro, tenía los ojos abiertos y la boca media cerrada de la cual salía algo de sangre.
Su rostro tenía una expresión vacía, como si supiera que moriría allí, bueno, de haber estado en su lugar posiblemente hubiera pensado lo mismo.
Desde mi posición veía a las tropas del Dominio caer uno a uno, hombres, mujeres, todos eran alcanzados por los proyectiles de los rebeldes, intente levantarme, pero una lluvia de balas me obligaba a quedarme en el suelo, de no haber tropezado con el caballo no hubiera salido vivo de allí, pues la robustez de su cuerpo y su piel se interponían entre una tormenta de metrallas y yo.
Escuche disparos y gritos desde todas las direcciones, tuve que cubrirme los oídos para no quedarme sordo, muchas personas me sobrepasaron algunos incluso llegaron a pisarme, no me atreví a levantar la mirada y observar la desolación del paisaje, simplemente no podía.
No recuerdo cuanto tiempo me quede apostado al lado del cadáver, pero cuando llego mi oportunidad no la desaproveche, unos tipos fueron bastante inteligentes como para empujar un contenedor de acero y refugiarse detrás de él.
No estaban ni a 3 metros de distancia desde mi posición, me puse de rodillas, tome impulso y rodé un par de veces hasta el contenedor, no fui el único que intento llegar hasta el, pero no todos tuvieron tanta suerte.
Éramos 4 personas empujando un contenedor de acero de unos 3 metros de largo y un metro y medio de alto, el ruido de las balas frenando en seco en la pieza de metal era insoportable, pero después de contemplar una explosión en el cadáver que me cobijó segundos atrás dejo de importarme.
Asome mi cabeza para ver a donde nos dirigíamos, solo necesitaba 3 segundos, conseguí 5 antes de que me empezaran a disparar.
En esos 5 segundos pude confirmar que la barricada había cedido ante los cañonazos del Dominio, nuestros hombres estaban entrando en la ciudad, pero los cañones rebeldes todavía seguían disparando desde dentro.
Después de una eternidad cruzamos la barricada, abandonamos el contenedor y cada quien siguió su camino, todos avanzamos hacia la misma dirección, la alcaldía de Grindavael, era un largo trayecto a pie.
Entré a cada casa que encontré, pero siempre encontraba lo mismo, el lugar completamente vacío o con algún cadáver que había muerto hace poco, apenas habían muebles, ni rastro de los civiles desaparecidos, con algo de suerte los retenían en algún otro lado. ¿Pero dónde?
Conforme iba avanzando me crucé con incontables problemas: un pequeño grupo de Lobos Plateados se cruzó en mi camino, por fortuna para mí, los refuerzos llegaron en poco tiempo y juntos les hicimos frente.
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El Lamento de los Héroes
Ciencia FicciónUn héroe yace tendido en el suelo a punto de exhalar su último aliento, frente a él su archienemigo saborea su victoria y se deleita con el sufrimiento de su rival. Antes de morir, nuestro héroe vera pasar su vida frente a sus ojos de principio a fi...