Capítulo 2 Con el nudo en la garganta Parte 3

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Si me quedaba callado estaba perdido, y si abría el pico también, el guardia se limitaba a observarme mientras yo trataba de ocultar mi temor a ser descubierto.

- Abre la boca.

No sabía cómo responder a eso, pero decidí hacerle caso. Deje mi paladar tan expuesto como pude, el me tomo por el cuello y comenzó a girar mi cabeza en todas las direcciones, revisando los orificios de mis oídos y de mis fosas nasales buscando algo.

Escuche murmullos detrás de la puerta, no estoy muy seguro pero creo que le estaban preguntando si yo iba armado.

- Esta limpio.

- Pues que pase.

Me jalaron hacia adentro y cerraron la puerta con fuerza. Solo me queda avanzar. ¿A dónde? No sé.

Una vez adentro contemple a varias personas paseándose por el lugar, la mayoría de ellos eran militares y mercenarios, la batalla de hace poco era el único tema de conversación.

- No se te ocurra causar problemas, de lo contrario responderás ante el comandante en jefe. – Me dijo uno de los guardias antes de cederme el paso.

Asentí con mi cabeza y me adentre en aquel lugar, el olor a sangre y cigarrillos estaba en el aire, era como estar en un mercado, o mejor dicho un matadero, solo que no había cuerpos sino más bien sangre seca en el suelo.

Para ser un sótano tenía bastante espacio, de hecho si tuviera que hacer cálculos, diría que es más grande el edificio mismo. ¿Por qué no habrán traído a los heridos a esta zona?

A las afueras de la alcaldía se están congelando, y aquí se la pasan bebiendo y fumando, cuando los mandamases se enteren de esto van a rodar cabezas.

Diviso un sector donde la luz no llega, eran unas habitaciones muy apartadas del lugar, después de todo lo ya visto no me sorprendería lo que hubiera dentro, pero había algo que no me cuadraba.

Un gran rastro de sangre termina una de esas habitaciones, un olor fétido acompañado de humo negro se apoderaron de aquel lugar.

Aprovechando que la puerta estaba entre abierta pude despejar mis dudas, un horno se encargaba de calcinar los cadáveres, era peor de lo que imagine. ¿Al menos se tomaron la molestia de identificarlos?

No quise seguir contemplando esa asquerosa escena, me marche tan rápido como pude, camine sin rumbo por un buen tiempo, las luces que iluminaban el sótano no dejaban de parpadear.

Los gritos que había escuchado hace rato comenzaron a surgir, esta vez con mayor fuerza, y más cerca, detrás de mí para ser exactos.

Volteé para ver de qué se trataba, un duelista del Dominio seguido de su escolta, arrastraban a uno de los rebeldes por el suelo.

El duelista emitía cierta aura de autoridad, todo el mundo se le quedaba viendo en silencio, tenía el uniforme habitual de un duelista del Dominio de alto rango, por lo general el uniforme de un duelista consiste en: un traje azul, pantalón blanco, botas negras y una capa de color azul con ciertos grabados dorados en sus bordes y el escudo de Hoziron justo en el medio.

Pero al ser un oficial del Dominio, llevaba armadura oscura, al igual que su capa que ahora tenía detalles de color rojo en vez de dorados.

El rebelde tenía una cadena alrededor de su cuello con la cual era arrastrado por el suelo, lo tenían descamisado y su espalda estaba llena de moretones, o bien no tenía fuerzas para levantarse o ya no quería hacerlo.

Algunos curiosos se acercan a ellos para verlos más de cerca, incluyéndome.

- ¡Escuchen todos! – Exclamo el duelista mientras se dirigía a la muchedumbre – ¡Todos los aquí presentes sabrán cual es nuestro "verdadero" trabajo aquí!

El Lamento de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora