Jugando con fuego.

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Texas, 1951.

- Llaman al estrado a declarar al señor Henry Lee Lucas.

Se podía distinguir a kilómetros el olor a puros y a colonia barata que desprendía el Austin Tenants, más conocido como el "Infierno juvenil". En aquel juzgado de menores tan sólo se captaba el ruido de los lloriqueos de aquellos muchachitos arrepentidos ante todas las barbaridades que habían cometido y los sollozos de los familiares implorando que salieran ilesos. La tensión se podía cortar con cuchillo.

Hoy, era la excepción para todos. Un caso como el que se les presentaba era totalmente fuera de lo común. Se salía de sus expectativas. Nadie creía capaz a un niño de tan sólo quince años poder acabar con la vida de veinticinco personas, ¿o sí?

- Se lo preguntaré por última vez señor Lee, ¿puede contarnos qué pasó el pasado quince de septiembre?

Toda la sala permanecía en silencio ante el desconcertante panorama que se mostraba ante ellos. ¿Qué le pasaría a aquel muchacho que no era capaz de abrir siquiera la boca? ¿Por qué no mostraba signos de arrepentimiento? Eso, se preguntaban todos y cada uno de los presentes en la sala.

La mirada de Henry estaba perdida. Sumido en sus pensamientos hacía caso omiso de lo que llevaban preguntándole durante media hora. Sólo se limitaba a pestañear cada cierto tiempo. Por primera vez, desde que empezó el juicio, Henry miró a su madre con esos petrificantes ojos azules para luego seguir a los del fiscal.

- Permítame preguntarle algo señor fiscal. ¿Tiene usted idea de lo qué es sufrir? -preguntó Henry mientras miraba inquietantemente a su madre.

- Supongo que todos en la vida hemos sufrido, señor Lee. -se limitó a argumentar el fiscal.

- Bien. ¿Sabe usted lo qué es vivir en el infierno? ¿Lo ha visitado alguna vez? ¿Ha sentido cómo las llamas de este lo han consumido poco a poco? - toda la gente que se encontraba en la sala quedó completamente desconcertada con la pregunta que le hizo el acusado. Al ver que el señor fiscal se quedaba completamente perplejo, Henry, continuó. - Verá, yo sí he estado. He tenido la desdicha por años de ver como el fuego me consumía centímetro a centímetro. Y ahora se preguntarán qué estoy completamente loco, imagino. Déjenme contarle mi experiencia allí.

- Señor Lee...- intentó interrumpirle el fiscal. Pero Henry siguió hablando.

- ¿Saben lo qué es ver a su madre día a día acostándose con miles de personas por tan sólo cincuenta dólares? ¿Tienen idea de lo qué es haber tenido un padre discapacitado y alcohólico, y ver como tu madre le pegaba sin remordimiento alguno? ¿Saben lo qué es que tu madre te repita día a día qué no fuiste un hijo deseado? ¿Y qué te pegue por eso? ¿Tienen la más mínima idea de lo qué es entrar al instituto y qué simplemente te tiren cosas y te aporreen todos? Simplemente por el hecho de ser diferente. ¡Y más horrible aún! ¡Qué tus hermanos formen parte de ese grupo de insufribles "compañeros"! ¿Saben lo qué es qué te violen en las duchas del colegio? ¿TIENEN UNA IDEA DE LO QUÉ ES LLEGAR A CASA CON LOS OJOS MORADOS, LLENO DE HERIDAS Y QUÉ A NADIE LE IMPORTE? - Henry empezó a alzar demasiado la voz y sus ojos comenzaron a tomar un sutil color rojizo. Mientras aporreaba la mesa con cada palabra que soltaba. Inesperadamente se relajó y continuó. - Pero estamos aquí por otra cosa ¿verdad? Bien. Conocí a Ottis un día cualquiera que venía del instituto. Entonces él me preguntó que de qué se trataban todas mis heridas. ¿Pueden creerlo? Por primera vez en mi vida alguien se había preocupado por mí. Simplemente me desahogué con él. Le conté todo. ¿Y saben qué? Él era simplemente mi ángel de la guarda. Destruimos el infierno con sus propias llamas. - Henry parecía totalmente ilusionado con las palabras que soltaba, se veía un ligero destello en sus profundos ojos. Pero esto no era de ayuda para el juez. Él necesitaba una confesión.

- ¿Nos podría decir que pasó el quince de septiembre?

- La noche del día anterior mamá y papá habían discutido. Papá se fue de casa en la silla de ruedas dando un portazo. Esa noche no dormí pensando en él. Al día siguiente llamaron a la puerta. Eran dos policías -la aguda voz de Henry empezó a quebrarse poco a poco y sus ojos se volvieron cristalinos- dijeron que papá había aparecido... Muerto. Congelado en un bosque y que no sabían que había pasado, que lo investigarían Mamá ni siquiera soltó una lágrima...¡A ESA SUCIA PERRA NO LE IMPORTÓ!

- Por favor señor Lee, intente no usar un lenguaje soez...

- Yo simplemente agarré una mochila con todo lo que llevaba y me fui de casa. Dormí en un viejo parque que había a las afueras. Al día siguiente en el instituto todos me señalaban. Decían que era culpa mía. En el recreo me llevaron entre cuatro al baño y me hundieron la cabeza en el retrete, y tiraron varias veces de la cadena hasta dejarme sin aire. Estuve allí inconsciente dos horas. Y a nadie le importó. Esa fue la gota que colmó el vaso. Sólo pensé en vengarme de aquellos diablos. Salté la valla y salí de allí. Desde un teléfono público llamé a Ottis. Él me dijo que me iba a ayudar. Que juntos íbamos a salir de ese infierno. Que íbamos a hacer que lamentaran haber nacido. ¿Y qué quieren que les diga? No me arrepiento de nada.

- ¿Puede ser un poco más concreto señor Lee? Cuéntenos con todo detalle que hicieron usted y el señor Ottis para salir de ese "infierno".

- Ottis llegó en cinco minutos dónde habíamos quedado en encontrarnos. Me preguntó que si estaba cien por cien seguro de querer acabar con esto. Y le dije que claro. Sacó de su maletero dos garrafones de gasolina y una caja de cerillas. Me dijo que íbamos a jugar con fuego. -un inquietante destello se apoderó de su mirada- Entramos al colegio por la puerta principal dónde el conserje nos recibió. Ottis le dio un puñetazo y este se desplomó. Le cogió el manojo de llaves que llevaba y buscamos las de mi clase. Subimos hasta el cuarto piso del edificio. Ottis cargaba con los garrafones. Escuchamos el ruido de todos en la clase. En especial la risa de esos cuatro infelices. -Henry empezó a mostrar una siniestra sonrisa que a cualquiera le ponía los pelos de punta- Cerramos una de las dos puertas con llave y mucho sigilo. En una décima de segundo abrimos la otra y vaciamos uno de los garrafones dentro de la clase. Ottis lo hizo tan rápido que siquiera les dio tiempo a reaccionar y yo tiré el fósforo. Cerramos la puerta rápidamente. Aún recuerdo los gritos... -otra vez, esa siniestra sonrisa volvía a aparecer- el otro garrafón que quedaba lo echamos por el pasillo y le prendimos fuego. ¿Quieren que les diga algo? Me declaro culpable. Sí, yo acabé con la miserable vida de esos chicos. ¿Quieren que les diga otra cosa? Jugar con fuego, probablemente, haya sido lo mejor que he hecho en mi vida. Y sin duda lo volvería a repetir. Ellos quisieron meterme en las llamas de cabeza, yo fui más inteligente y les devolví el golpe. Y les aseguro, que si me dejan libre, acabaré con la que empezó todo esto...

- ¡Está loco! -gritaba una de las madres de los fallecidos que se encontraban en la sala mientras soltaba horribles sollozos.

- Me arrepiento, lo juro - dijo Henry en una inquietante voz aguda- ¿A quién pretendo engañar? -acto seguido empezó a reír como un completo desquiciado.

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⏰ Última actualización: Dec 24, 2015 ⏰

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