Prologo

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Los días se extendían poco a poco, las melodías que eran tocadas en aquel piano fueron plasmadas en trofeos del primer o segundo lugar; mayormente de primer lugar. Los días de dolor y lágrimas se fueron olvidando, la soledad que sentía en esos momentos siempre fueron plasmadas en aquellas melodías que se hacía un trabajo de mucho tiempo, tan solo dejaba que el marfil de aquellas teclas se posaran sobre las yemas de mis dedos y que las notas fluyeran con la música.

Mis pequeñas manos tan solo empezaban a tocar unas cuantas melodías y eso que no me gustaba el piano, mi madre le encantaba el piano cualquier melodía le gustaba: le parecía algo relajante de escuchar en como los músicos se validaron por sí mismos y como expresaban sus sentimientos en aquellas partituras, al igual en la forma de tocar aquel piano y aunque tengo que decir que lo odiaba con el tiempo se convirtió en pasión. Sentía que la música corría por mi sangre haciendo que la música fluyera por sí misma en cada momento, pero no todo es color de rosa a cualquier músico le paso una tragedia, por ejemplo, Beethoven se quedó sordo, Mozart fue envenado posiblemente, y muchos más músicos. Lo que a mí me había ocurrido no fue quedarme sordo o sufrir de envenenamiento, fue perder a mi madre, aquella mujer que le tome aprecio por toda mi vida la que me enseño piano, la que me soportaba al equivocarme y la que hacia duetos conmigo mayormente de películas, esa mujer era mi superhéroe, sin embargo el cáncer nunca se esfuma, todos tenemos cáncer, pero no es desarrollado.

Mi madre murió con una sonrisa en la cara lo cual de pequeño le guardaba rencor por eso ¿Cómo pudo dejarme a mí y fallecer con una sonrisa en su rostro?¿le daba gusto dejarme?, pero más tarde lo entendí, entendí por qué el cómo se fue con una sonrisa y es la sonrisa más bella que he visto, no es falsa y tiene un significado se fue con aquella sonrisa porque sabía que iba a estar bien, mi padre me cuidaría y porque sabe que siempre la ame; lo sigo haciendo y siempre lo hare.

Cuando murió, el día se hizo gris dejando caer lágrimas de aquellas nubes, dejando que aquellas gotas que sobresalían de las nubes se posaran en las sombrillas de negro profundo el día de funeral, al terminar aquella ceremonia me dedique a estar siempre con ella llorándole en su tumba dejando que la lluvia cubriera con ella mis lágrimas, no me gustaba que me vieran llorar mucho menos ahora. Las horas y los días pasaron dejando en mi corazón a mi madre por siempre esperando que no se fuera mí nunca. Hasta el día de hoy, mi padre al sentir la soledad en sus corazón y no tener calor en él, decidió volver a sentirlo volver a casarse, sentir aquel amor por una persona como lo sintió por aquella mujer que hasta ahora la llevo en mi memoria, corazón, al igual que en mi inspiración a la música en piano.

El día de la boda llego, aquella mujer no tenía algún hijo alguno, me colocaba aquel traje negro y la corbata del mismo color, la puerta de madera suena tres veces producido por los nudillos de alguna persona, lo más seguro es que era mi padre.

—Ethan, ¿me permites pasar?

—Claro, adelante

—En esta familia se era muy educado, desde hace mucho tiempo—Mi padre entra a paso lento y tranquilo con las manos por detrás de la espalda, mientras caminaba se dirigía hacia mí, ya que la lucha entre aquella tela y yo, no iba a ver un empate, generosamente mi padre posa sus manos sobre aquella tela haciendo lo que se debe hacer (el nudo que por más veces que trato, no hace nada más que verse desordenado),al terminar de acomodar aquella corbata de color profundo decido mirarme al espejo y acomodarla un poco más. Después de un rato decido voltear hacia mi padre y verlo en aquellos ojos azulados tanto que parecía un mar donde te ahogabas en ellos, sonidos gruesos salen de sus cuerdas vocales, al parecer me llamaba.

—Ethan...—su voz se escuchaba triste como si hubiera escuchada "for Elise" de Beethoven (las primeras notas) canción que escuchaba siempre recordando a mi madre

—Dime padre— digo un tanto confundido gracias al tono de voz que salía de sus cuerdas vocales, la tristeza no debería de estar presente con él en este momento.

—Yo sé que debes estar molesto conmigo y más en estos momentos, pero debes entender que tu madre se fue y ya no la puedo recuperar, necesito alguien a mi lado de nuevo, alguien que me haga feliz...—  la decisión de mi padre, la confusión al igual que la ira se apoderaron de mí, no pude escuchar más palabras de su boca ya que iba a seguir hablando. Sin más salí de aquel cuarto dando un portazo al dar un paso más después del umbral, iba a tocar en aquella celebración, ¿cómo puede hablar así?,¿cómo la puede olvidar tan fácil?, ¿cómo?

La celebración religiosa paso con aquellos votos tan dulces por parte de los dos o eso me dijeron, yo no entre a la celebración, no soy una razón de nada para brindarle la calidez en el corazón de mi padre, solo soy un simple huésped que vive en aquella mansión, ni siquiera soy su hijo, no, desde la muerte de mamá.

No me aparecí mucho en aquella boda, tan solo toque el piano al momento del vals y eso fue todo, seguía molesto con aquel hombre y con aquella mujer que ahora sería mi "madre", el día después de la boda seria mi cumpleaños, no la celebraba desde aquel trágico día del fallecimiento de mi madre, iba a ser mi decimoseptimo aniversario. Nunca lo celebre.

Un año paso, el amor entre aquellas personas que les llamaba por su nombre (John e Irma), me llamaron a la mesa para una noticia, sin tomarle importancia, Irma en aquella tarde me dijo que estaba esperando un hijo y que específicamente seria niña, si al parecer ya tenía semanas, siempre pensé que estaba engordando. En fin la niña iba a crecer sin mí, no quería tener nada que ver con ella nunca en mi vida, me levante de la mesa y me dirigí a aquel cuarto de piano a tocar con los ojos cerrados ya las teclas las conocía de sobra, comencé a tocar dejando el eco de la melodía por toda la habitación dejando que la música fluyera, que la luz me dé en la cara, que mis dedos se posaran sobre el marfil, activando la cuerda que daría sonido, la ira se notaba en la melodía. Estaba furioso, tan solo quería tocar y que todo fluyera, hasta que las lágrimas cayeron una a una y resbalaron por mi mejilla, pero aquella melodía seguía sonando y no pare, las manos ya me dolían pero no me importaba, nada importaba.

Decimoctavo aniversario y nada.

Tu eres mi melodiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora