Rojo. Red. Rouge.
En cualquier idioma, el rojo siempre ha sido mi color y mi palabra favorita. No del rojo oscuro que se acerca demasiado al color negro y podría calificar como un color tan sobrio que me aburre, tampoco el rojo demasiado resplandeciente que termina por tener destellos magenta y acercarse mucho más al rosa.
Porque no me gusta el color rosa, está demasiado ligado a características delicadas, suaves, inocentes y demás adjetivos atribuidos a la supuesta "feminidad" que aún, en el siglo XXI se define con elementos tan absurdos como colores.
Yo no era delicada, suave ni inocente. Pero podía serlo, o parecerlo, si lo deseaba.
Me gustaba el rojo carmesí, el rojo brillante, el rojo pasión.
El rojo de los lentes con forma de corazón que papá me había regalado cuando tenía 6 y con los que por primera vez, al verme al espejo logré sentirme linda. El rojo de un labial tan poderosamente útil como para seducir hombres y mujeres cuando entraba en una habitación. El rojo de aquel vestido de tirantes que me regalaste en mi cumpleaños 21, tan reservado como revelador, depende del ángulo desde donde lo apreciaras, y que luego desfilé para ti antes de que me lo quitaras por completo.
El hermoso rojo de la sangre fresca que ahora adornaba mis pálidas manos, que había cubierto mi ajustado y angelical vestido blanco, que había salpicado mi rostro y se había mezclado con mi labial, tinturando también mi dentadura de un feo color rosa cuando sonreí ante mi majestuosa obra de arte.
El color rojo me definía mucho mejor que el rosa.
El color rojo ligado al peligro, a la sensualidad, al dolor.
El tipo de rojo brillante que saltaba a tu mente cuando pronunciabas mi nombre y pensabas en una diminuta, dulce, jugosa y apetitosa cereza:
Cherry.~
YOU ARE READING
Oh, sweet Cherry.
Teen FictionDicen que cada cabeza es un mundo. La mía es un laberinto profundo. A veces no reconozco lo que veo en el espejo. Soy presa de mi oscuridad, soy adicta a la luz que ~él~ me da. No sé por cuánto más tenga el control.