Pacto de sangre

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« — Salvaré a tu hijo, pero todo tiene un precio. Cuando cumpla los 22 años, será mío, su vida me pertenecerá por completo y su destino será servirme. ¿Sigues queriendo pagar el precio o dejarás que la muerte se lo lleve?

— Sálvelo, no quiero verlo morir y si para ello tengo que entregárselo, lo haré.»

El grito desgarrador de una mujer resonó en la noche, con fuerza, quebrando los corazones del personal del hospital y asustando a los pequeños que dormían en sus respectivas camillas. El llanto lleno de impotencia de un hombre que no podía hacer nada por su familia, consiguió perturbar el inquebrantable rostro del médico que se desfiguró en una mueca de tristeza. Hubiese deseado hacer algo más que esperar a que la maquina pitase anunciando que la vida del pequeño Choi, el niño al que todos adoraban, había terminado. Intentó hacer todo lo que estaba en sus manos para salvarlo, buscó en todos los libros de medicina que existían, consultó a todos los expertos sobre el tema e incluso probó un tratamiento experimental que a muchos le había dado resultado. Sin embargo, Choi Seungcheol, su paciente predilecto, no había podido soportar más el cáncer. Doctores, enfermeras, pacientes y visitas, todos lloraban la muerte de aquel ser tan puro e inocente que no había tenido tiempo de disfrutar de las maravillas que había en la vida.

Habían desconectado el respirado que lo mantenía con vida y solo era cuestión de tiempo que todo terminase. Los latidos de su corazón disminuían poco a poco, anunciando que el fin estaba cerca. No había salvación para él, la última operación había dañado sus órganos y era imposible que volviera a respirar por si mismo o abriese los ojos para ver el sol de nuevo. El médico no despegó la vista de la pantalla mientras esperaba que llegase el pitido que tanto temían y poder marcharse de allí, hundirse en su cama y tratar de superar la muerte de otro paciente más. El enfermero que le habían asignado, apoyaba la mano en su hombro para infundirle ánimos. Sin embargo, nada podría conseguir que la pérdida no le doliese. Siempre se decía que no debía encariñarse con ellos aunque fuesen niños, ¿Pero quién podía alejarse de un niño tan bueno como lo era el pequeño Seungcheol?

Los latidos eran cada vez más lentos hasta que el pitido se volvió constante, logrando que la mujer se abrazase a su marido con más lágrimas en sus ojos y el doctor suspirase, observando el reloj de su muñeca dispuesto a anunciar la hora de la muerte. No llegó a abrir la boca, las palabras no salieron de sus labios. Uno... Dos... Tres... Los latidos comenzaron de nuevo, aumentando su intensidad, volviendo a la normalidad, anunciando que estaba completamente vivo. Poco a poco, el pequeño abrió los ojos, desconcertado de ver a tanta gente a su alrededor. Sus padres se abalanzaron sobre él, llenándole el rostro de besos y palabras de cariño. El médico no había podido reprimir su alegría y daba órdenes a todo el mundo para que le hicieran pruebas. Respiraba. El niño respiraba, vivía. Había ocurrido un milagro, el primero desde que el hospital había abierto las puertas por primera vez.

Atento a lo que ocurría en aquella habitación, un joven de larga melena rubia y rostro angelical, sonrió al ver como el pequeño Choi correspondía a los abrazos de sus padres.

10 AÑOS DESPUÉS

La voz del profesor, anunciando el fin de su última clase, llegó como una bendición. Metió sus libros en la mochila lo más rápido que pudo, se despidió de sus compañeros con un simple "adiós" y se marchó corriendo antes de que alguien quisiese comenzar una conversación. El pasillo estaba atestado de estudiantes y profesores que se dirigían al comedor para ponerse en la interminable cola o se preparaban para marcharse. Se hizo paso entre la gente con "lo sientos" susurrados y consiguió salir al exterior por fin. Con un suspiro, cerró los ojos para disfrutar de los rayos de sol acariciando su rostro y del aire fresco que llevaba deseando volver a respirar desde que había entrado en la última clase. Era libre. Sonrió, pensando en todo lo que habían planeado para ese fin de semana y como había conseguido librarse de la extraña celebración que sus padres hacían todos los años. Estaba vivo y llevaba diez años sin médicos, análisis y medicinas ¿Por qué seguían empeñados en recordar que era un milagro andante y agradecérselo a dios todos los años el mismo día que despertó? Cuando se mudó a la capital para ir a la Universidad, pensó que podría escaparse de la fiesta; pero no había conseguido convencerles y siempre le hacían volver a casa el mismo día. Hasta ahora. Había tenido que lidiar con los reproches de su madre y las súplicas de su padre, pero lo había conseguido por primera vez utilizando la excusa perfecta para no tener que ir y escuchar como todos le recordaban una época que quería olvidar. Sacudió la cabeza para dejar de pensar en los mal que lo había pasado y buscó con una gran sonrisa, a su mejor amigo.

Pacto de sangre - JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora