Rumanía, la cuna de los soldados-lobo

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Cuenta la leyenda que el primer hombre-lobo fue el rey griego Licaón, el fundador de la antigua ciudad de Licosura, hace dos milenios. Se decía que era tan piadoso que acabó haciendo sacrificios humanos para demostrar su religiosidad. Esta situación llegó a oídos del dios Zeus Liceo, que para comprobar si era cierto se disfrazó de peregrino y acudió a su palacio.

Allí comprobó la realidad de las . , pero ¿se imaginan una tierra en la que viven hombres-lobo, muchos siglos antes de que exista el rey Licaón? No va a hacer falta porque vamos a recorrer las montañas de Valaquia y Transilvania, los mismos lugares que habitaron hace más de dos milenios y medio estas misteriosas criaturas, para ver qué parte hay de real en todo esto. Y vamos a hablar de Zalmoxis, un dios antiguo que los protegía de la muerte. Por eso no tenían miedo a la lucha; por eso provocaban el terror cuando bajaban de las cumbres, vestidos con pieles, aullando... Los llamaban Dacios, los hijos del gran lobo blanco...

La cuestión es que para transformarse en guerrero-lobo había que pasar tres pruebas. Por eso esta historia es imposible de entender si no vamos a los lugares donde ocurrió todo.

No es extraño al ver estos montes, con estos bosques tan profundos, que los habitantes de la tierra hayan pensado que estaban habitados por seres diabólicos. A través de la Transilvania, "la tierra de más allá de los bosques", se seguía una ruta de sufrimiento y sangre, por un terreno vertiginoso, exuberante, gris... con lugares sagrados en los que pedir deseos y beber las aguas puras de estas montañas en la que habitó Zalmoxis, el primero que alcanzó la inmortalidad después de pasar tres años en el primer lugar que vamos a visitar, la cueva Ialomita, un enclave que invita a la reflexión, a contemplar con los ojos de otro tiempo este lugar en el que la espiritualidad se puede respirar. Ésta es la primera etapa de nuestra particular peregrinación... Nos adentramos en las entrañas de la tierra, recorriendo las mismas galerías que miles de años atrás atravesaron, seguro que, con menos luz, los candidatos a transmutar en lobo, hasta llegar a un punto fundamental: el lugar donde Zalmoxis murió y al cabo de tres años renació como inmortal.

Aquí brota el agua de una fuente de agua pura. Dicen que se puede pedir un deseo si eres puro de espíritu. Y hacemos nuestra petición... porque la magia del mundo antiguo te concede lo que pidas, siempre y cuando muestres respeto por ella. Al cabo de un pasillo muy estrecho llegamos al final del trayecto. El túnel continúa, pero se inunda. Hay una cruz ortodoxa llena de exvotos. Hace siglos, quienes llegaban hasta aquí ya tenían un tercio de la inmortalidad garantizada. Ahora hemos de hacer la segunda etapa; ahora debemos ir al lugar donde los guerreros más preparados eran arrojados a un bosque de lanzas. Esa era la prueba que debían de superar. Mientras, cientos de soldados vestidos con piel de lobo parecían entrar en trance alrededor de una enorme cabeza que coronaba la cima... Hacia allí vamos.

Poco a poco nos vamos metiendo en los montes Bucegi, en el corazón de los Cárpatos orientales. Aquí, según la tradición, se encontraba el Kogaion, la montaña sagrada del pueblo que habito estas tierras milenios atrás. Estos lugares son desde hace siglos un punto de reunión de viejas leyendas y de criaturas demoniacas... Atravesamos los dominios de Zalmoxis, el dios de los dacios.

En estos cerros la tradición dice que antiguamente habitaba un dragón, cuyo poder fulminaba de un solo rugido a los soldados más valientes. Esta es la segunda etapa para transformarse en inmortal... Toca subir hasta un lugar muy especial, 7 kilómetros a través de los Cárpatos para llegar a un ofertorio milenario, un altar antiguo desde el que los guerreros sabían que tocaba seguir... o morir ensartados en las lanzas. Se percibe la energía del lugar; pese a nuestras ganas de llegar, la tristeza se respira en el ambiente. Porque fueron más los que murieron sacrificados que quienes lograron salir con vida. Eso sí, quien escapaba a la muerte sabía que ya no había marcha atrás. El hombre iniciaba el proceso de transformación en lobo, en un ser inmortal, conforme se acercaba a la cumbre sagrada: el pico Omu.

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