El otoño había llegado, era evidente y no porque así lo marcara un calendario, sino porque las hojas de los árboles que voluntarias se ofrecieron como lienzos, mostraban orgullosas los colores típicos que el otoño como buen artista les había dado. El viento soplaba fuerte, a su paso arrancaba las hojas débiles de los árboles y peleaba contra aquellas que rebelde se aferraban aun a las ramas.
En otras circunstancias habría disfrutado de la vista que frente a mi había, pero no podía hacerlo. La situación no me lo permitía.
-Alfonso, quieres que terminemos, ¿sí o no?
-Sí, pero no -este chico era muy indeciso, un punto en su contra.
-Sé claro, Alfonso. Yo no entiendo a dónde quieres llegar con ese sí, pero no -él pareció sorprenderse ante mis palabras.
¿Pensaste que nunca llegaría el día donde yo pueda ser valiente e irme? Pues ese día ya llegó.
-Lo que quise decir es que, terminemos con la relación, pero que no acabemos con nuestra amistad, Grachi -me dio una media sonrisa y llevo su mano detrás de su nuca, un gesto de incomodidad.
¡¿Amigos?! Imposible, esta será la última vez que nos veremos.
-Si eso es lo que quieres, así será -lagrimas traicioneras se asomaron a mis ojos, yo sabía que nuestra relación ya no daba para más, aún así, albergaba la mínima esperanza de que lo intentaríamos una vez más.
-¡Hey! No estés triste. Eres una persona maravillosa y me dejas una gran lecciones de vida -confesó. Paso sus dedos por mis mejillas y los acarició suavemente, algo que había dejado de hacer meses atrás, incluso era la primera vez que hablábamos sin gritar en semanas-, me haz enseñado a siempre ver el lado bueno de las circunstancias y a sonreír a la vida -era nuestro adiós.
¿Cuándo es que habíamos cambiado las noches de cine, las salidas al parque, los días lluviosos en casa viendo películas y disfrutando de chocolate caliente, el caminar tomados de la mano, los besos inesperados y los abrazos cálidos por indiferencia, gritos, por palabras que dolían más que golpes, miradas frías y la destructiva monotonía?
¿Desde cuándo las mariposas que sentíamos al tenernos uno cerca del otro habían muerto?, ¿Cómo era posible que todo el amor que decíamos tener el uno por el otro se haya esfumado de la noche a la mañana? Simple y sencillamente nos habíamos acostumbrado uno a la presencia del otro.
Al mirarme ya no tenían ese brillo especial que hacía que me perdiera en su mirada, nuestras largas charlas se habían reducido a monosílabos.
-Gracias por todo -le dije. Se me hacia difícil el adiós-. Debo irme. Me esperan en casa -quité sus manos, que aun acariciaban mis mejillas. Con lágrimas en los ojos camine en la dirección contraria, ahora debía buscar la manera de seguir adelante, dejarlo en el pasado, porque ahí pertenecía desde ahora.
Nuestro amor fue hermoso mientras duró, pero ahora era como unas de esas hojas que el otoño se llevó.
Adiós, amor.
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Hojas que el viento se llevó. ©
Short StoryNuestro amor fue hermoso mientras duro, ahora era solo como una de esas hojas que el otoño se llevó.