*Sidney P.O.V.*
Descansa en paz Oslo, el más callado de la banda, y el que peor suerte tuvo. Después la siguiente fui yo. Había pasado una media hora y estaba sola, y era la hora de descanso del resto, alguien me agarró por detrás, dejándome inmóvil, por su gran fuerza supe que era Helsinki, bajo las órdenes de Berlín, y comenzó a asfixiarme y rápidamente tiró mi metralleta. Estaba indefensa. Me lo gané a pulso, Berlín aprovechó el momento para darme mi merecido, a todas luces e irreversible.
Terminaron por atarme y amordazarme, me ataron a una camilla y me pusieron en medio del vestíbulo.
—Pareces un regalo de cumpleaños. Solo te falta el lazo. —Rió Berlín y me quitó la cinta de la boca.
—¿Que vas a hacerme?
—Deberías dosificar tu energía Sidney.
—¿Vas a matarme? —Le pregunté.
—No… no voy a matarte. Ni a torturarte. —De repente las puertas de la fábrica se abrieron.
—Hijo de puta. Te odio. —Susurré.
—Déjame decirte, esto parece el final de algo ¿No puede ser el principio de una hermosa amistad? —Cogió fuerza y lanzó la camilla en la que estaba atada a la calle.
Comencé a gritar y a intentar hacer algo, pero era absurdo. En cuatro segundos estaba a fuera, cayendo por las escaleras mientras toda la Policía Nacional comenzaba a rodearme y a apuntarme. Y así fue como empezó todo, todo lo que sería el final del atraco, de los días de encierro, de mi amor con Cairo… De los sueños de todos y de mi libertad.
Unos siete hombres vestidos de policías totalmente protegidos fueron hacia mi, me agarraron fuertemente y me desataron. Después me soltaron en medio de un círculo que habían formado mientras no dejaban de apuntarme.
—¡Al suelo Isasia! —Dijo uno de ellos refiriéndose a mi. —Apartad, puede tener una bomba.
—Quitate el mono y las botas. —Dijo otro. —Y levanta la camiseta.
Y así hice. Me quité las botas y después el mono y lo tiré al suelo con odio, después levanté la camiseta que llevaba para que vieran que no llevaba nada encima. Estaba semidesnuda frente a una panda de policías, y me daban muchísimo asco.
—Al suelo. Y las manos arriba.
Dijo uno de los policías de antes. Iban a reducirme, así que hice lo que me pidió. Cuando se acercó a mi tiré de su arma y le di con el codo en el pecho y a otro de ellos una patada en el estómago, y ahora tocaba correr. Por un momento juré haber oido la voz de Cairo, y en cuánto me giré, uno de los policías me aplacó y calló sobre mi.
—¡Mi estómago! —Grité, había recordado la prioridad del profesor, ganar tiempo. —No puedo respirar, me habéis jodido algo joder.
—La capturada pide asistencia médica. —Dijo un policía por el pinganillo. —Recibido, vamos. —Tiró de mi hacia la ambulancia.
—Ay que me duele, me duele mucho. —Me quejé.
*Cairo P.O.V.*
Era mi turno de descanso, y se oía un alboroto enorme a fuera. Me acerqué a una de las ventanas, y vi a Sidney en bragas y con una camiseta nada mas, escapando de la policía. No entendía nada.
—¡SIDNEY! —Grité. —¡Joder! —Esta vez mi furia hizo que diese un puñetazo a la pared.
Busqué al resto, e hice una reunión entre los que quedábamos, no iba a consentir esto. Nairobi quiso calmarme pero no pudo, nadie pudo.
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La Casa de Papel || Sidney
ActionA C A B A D A. El mayor atraco de la historia en el que hay que cumplir tan solo tres normas; nada de nombres, nada de preguntas personales y nada de relaciones personales. Aunque todo el mundo sabe que las normas están para romperse, ¿o no es así? ...