C35: Poético.

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—Será el pateador de la nueva generación de los New Orleans Saints —asegura Malcom, sonriendo con orgullo mientras arrastra su mano sobre la barriga de Kansas, intentando sentir más patadas

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—Será el pateador de la nueva generación de los New Orleans Saints —asegura Malcom, sonriendo con orgullo mientras arrastra su mano sobre la barriga de Kansas, intentando sentir más patadas.

—Bill querrá que sea de los Kansas City Chiefs —argumenta la castaña—, y siendo sincera estoy de su lado.

—Estás de su lado porque siempre te gustaron las posaderas de Travis Kelce —aclara él, frunciendo el ceño.

—No más que las tuyas —añade ella con total seriedad.

—¡Suficiente información! —Me llevo las manos a los oídos, tal como lo hacía a los diez cuando Beasley intentaba explicarme en detalle de qué lugar provenían los bebés. Fue una auténtica sorpresa enterarme que no los traía una Ciconia ciconia, mejor conocida como cigüeña—. Amo completa, loca y profundamente a ese bebé de ahí. —Señalo la barriga, desde el sofá individual que ocupo frente a ellos—. Sin embargo, recordar cómo se ha formado no es mi tema favorito de conversación. —Arrugo la nariz con disgusto y Malcom echa la cabeza hacia atrás, riéndose de mi expresión antes de ocultar su rostro en el cuello de Kansas, quien reprime una sonrisa.

—¿Saben algo? —inquiere la psicóloga—. Hablar de bebés me da hambre.

—Estar embarazada te da hambre —corrige mi hermano, y en cuanto alza la mirada para encontrar sus ojos exhala con pesadez. La hija de Bill arquea una ceja, esperando pacientemente por algo comestible que ni siquiera debe pedir—. Una hamburguesa en marcha —dice resignado, entre dientes. Le da unas palmadas en la rodilla y se incorpora, dirigiéndose a la cocina—. Pero te comerás los vegetales también. Mi hijo necesita nutrirse de algo más que tejido animal bañado en líquido graso.

Kansas pone los ojos en blanco antes de deslizarse al borde del sillón en el que segundos atrás Malcom le estaba rodeando los hombros. Su mirada, una mezcla de verde y café, destella con incriminación.

Tenía planeado quedarme en su casa tras la boda, pero les había dicho vía WhatsApp que probablemente llegaría a las tres o cuatro de la mañana. Sin embargo, teniendo en cuanto que no hubo ceremonia alguna, aparecí a las diez. Tras narrar cómo Derek Pittsburgh se opuso pasé a decir que todo se había arruinado, sin entrar en detalles sobre mi persecución en carreta por las calles de Nueva Orleans. 

Mi hermano podría tener un ataque al corazón si le dijera que hice destrozos en la ciudad.

—Bill matará a Hensley cuando se entere, y seguidamente a ti. Probablemente los entierre a cada uno en un continente distinto luego de eso. —Mis mejillas arden en cuanto un brillo de diversión dilata sus pupilas—. Me bastó con echar un vistazo a Facebook desde el celular cuando fui al baño, como por decimoctava vez en el día, vale aclarar, para enterarme que dos lunáticos son responsables del caos en el Barrio Francés.

Tomo un cojín y lo aprieto contra mi pecho mientras la observo con una sonrisa extendiéndose en mi rostro. Sé que no debería sentirme tan feliz por ser la causante de tal estropicio, pero me resulta ineludible. Tras ese beso...

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