Cada vez que lo imagino abrazándome me siento horrible.
Cada vez que le veo esa mandíbula de los dioses, me muero.
Cada vez que le pido un abrazo y no se niega, siento su pecho contra mi cara y me siento en otro mundo, aunque sea por unos segundos. Porque piensa que cuando le pido un abrazo le voy a pegar y se aleja.
Cada vez que me pongo su campera y siento su olor, una parte de mi revive.
Cada vez que puedo dibujar sobre su piel tan pálida como la puta leche, lloro de alegría por dentro.
Su piel es tan sensible que puedes dibujar en ella y en unos segundos ver tu dibujo.
Cada vez que se suelta el pelo (cosa que él odia pero yo amo con todo mi ser).
Haría lo que sea para verlo siempre con el pelo suelto.
Cada vez que puedo ver su cuello, despierta en mi unas ganas incontrolables de dejarle unos cuantos mordiscos de amor.
Y sus clavículas.
Son puentes que llevan hacia mi locura.
Cada vez que me manda un mensaje, aunque sea para cualquier idiotez, se me paraliza el corazón.
Cada puta vez que me mira con esos ojos de pestañas larguísimas; daría lo que sea para sentir esas pestañas contra mi propia piel. ¿Sabes cuando las pestañas te hacen cosquillas?, a eso mismo me refiero.
Cada vez que en mis sueños me acurrucaba con él, pero al despertar sólo me encontraba yo, abrazada a una almohada.
Almohada... barato reemplazo de su calor corporal.
Cada vez que me me perdía en la nada, mirando sus tiernos labios.
Imaginando cómo se sentirían rozando los míos.
Envidio a aquél que alguna vez los llegue a besar.
Cada vez... cada vez que observo sus manos.
Nunca en la vida había estado tan agradecida de que él fuera zurdo y yo derecha, creando así choques accidentales entre nosotros.
Esas putas manos que me sacan el sueño.
Esos putos dedos.
Esos gloriosos dedos.
Esas putas venas claramente visibles y brillamtes que lo hacen ver tan frágil y a la vez como un mismo Dios.
Esas mismas (y putas) manos, son demasiado suaves.
Incluso dejaría que me acariciara con ellas.
Y sería él quien fuera el primero en explorar mi cuerpo con sus manos delicadas y dedos de poder divino.
Lenta y cuidadosamente, analizando cada detalle de mi piel.
Él conociéndome por fuera, y yo sintiéndolo por dentro.
En profundidad.
Sería la primera vez que grite su nombre sin intención de retarle por algo que hizo mal (como siempre).
Gritando de placer.
Jadeando de satisfacción.
Y despierte de mi sueño dedicándole mis lágrimas.
Y no poder parar de llorar porque ni yo me puedo explicar por qué niego lo que siento y escribo.
Por todo esto, supongo que te sigo amando.
Supongo.