Capítulo 19

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Mis labios buscaban los suyos con desesperación, mi cuerpo anhelaba sus caricias incluso al saber que no podría quedar satisfecho del todo. Aun así me entregaba en aquel beso, en darle lo mejor de mí, en complacerlo y contentarlo.

Tal vez si algunas personas vieran nuestra relación desde otra perspectiva, me tacharían de lo que soy: Una sumisa.

Cualquiera no se dejaría castigar ni mandar por nadie, mucho menos llamar a un hombre Amo; sin embargo, yo me sentía complacida al complacerlo. Le entregaba mi sumisión, mi obediencia y el hacerlo me daba satisfacción, y si a mí me satisfacía, ¿por qué detenerme a pensar en lo que opinaban los demás?

Y es que ser sumisa no es decir sí a todo. Se tiene que tener carácter, pero sin faltar el respeto. Yo soy la que tiene el control y por lo tanto decido a quien cedérselo, en este caso es a Bastian; sólo a él, quien entendía a la perfección que ser un Dominante no era andar por la vida ordenando y pidiendo, así como el BDSM no era sólo sexo, sino una relación que iba más allá de ello.

—Quítame la ropa —susurró al momento en que tiraba de mi labio inferior con sus dientes.

Jadee en respuesta y me aparté de él ligeramente; mis dedos fueron a su saco, deslizándolo por sus hombros y brazos, sacándolo de su cuerpo. Luego desabotoné uno a uno los botones de su camisa descubriendo su pecho fuerte y su abdomen bien marcado, tocándolo inocentemente.
Después me agaché, quitando su cinturón y desabotonando su pantalón, bajándolo con lentitud sin despegar mi vista de su pene que se marcaba contra la tela de su bóxer.

Siendo traviesa me acerqué a su ereccion, tocándola con mis labios, besándola por encima de la tela, mojándola y calentándola.

—Umm... mi gatita traviesa.

Metí mis dedos en el dobladillo de su bóxer, bajándolo completamente liberando al fin su miembro que se irguió frente a mí, deseoso, pidiéndome.

Lo toqué con mi mano, acariciando de arriba abajo con lentitud; Bastian me detuvo y con una seña de su mano, me hizo levantarme.

—Recuéstate en la cama.

No me lo tuvo que pedir dos veces. Subí sobre la cama, hundiendo el colchón ante mi peso; me recosté boca arriba y vi a Bastian quitar el cinturón de su pantalón, luego subir sobre la cama y sobre mi cuerpo, sentándose sobre él.

—Da la vuelta —dijo suave.

Sin dificultad me coloqué boca abajo; él tomó mis brazos colocándolos sobre mi espalda y los atrapó con el cinturón a la altura de mis codos. Después lo sentí cerrarlo, apretarlo con fuerza, impidiéndome el movimiento, además que la posición de mis brazos no era para nada cómoda; más no me quejé.

—Esto es para mi propia satisfacción, ¿has entendido?

—Sí Señor.

—No te corras , tienes estrictamente prohibido el hacerlo —asentí.

Su brazo se metió bajo mi abdomen, levantándome de la cama un poco. Dio una palmada en mi muslo, así que doblé mis rodillas y levanté mi trasero, apoyando mi rostro contra la cama, todo mi peso recaía sobre él.

Bastian no me tocó, sólo deslizó su miembro por mi sexo, tentando, haciéndome desearlo, hasta que despacio me penetró.

—Estás mojada... Me gusta —y lento fue penetrándome, metiendo centímetro a centímetro su pene en mi interior.

Mis ojos se cerraron, mi rostro debía de reflejar la satisfacción que ahora yo sentía al tenerlo por completo dentro de mí; mis músculos lo apretaban, lo absorbían, deseando mantenerlo ahí por siempre. Y a Bastian le gustaba, gemía despacio cuando salía lento, luego lo hacia aun más cuando volvía a entrar.

Deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora