Yo sabía que las clases se acercaban lenta y peligrosamente. Pero no le presté mucha atención.
Ese día lo tenía planeado desde que salí de la primaria básicamente. Había hojas tiradas por todo mi cuarto con los cosas que tendría que hacer durante el día anotadas en ellas. La principal: no hacer amigos. Se preguntarán porqué ino, la chica que tenía montones de amigos en sexto ya no quería tener más amigos. Había varias razones en mi cabeza, pero la que más intentaba tener presente eran mis estudios.
Desde que era pequeña sacaba buenas notas, hiciera lo que hiciera durante el día. Si me la pasaba viendo la tele o jugando con mi muñecas, sabía que al día siguiente en mi examen me iba a ir genial aún sin estudiar. Pero con el paso del tiempo esto fue deteriorándose y tue que empezar a estudiar por las tardes.
Cuando llegaron los exámenes finales de sexto, estaba demasiado nerviosa pero logré calificaciones buenas en cada una de las materias. Desde entonces supe que la secundaria iba a ser un poco más complicado; sabía que los amigos eran una completa distracción. Además que la mayoría de mis amigos no iban a seguir en esa escuela al año entrante. Opté por dejar las amistades atrás, sin imaginarme que no iba a funcionarme.
Un jueves tranquilo, dos semanas antes de la entrada a la escuela, una de mis compañeras me escribió que al día siguiente me tendría que presentar para hacer el examen de inglés de ingreso en la misma secundaria. Ese día no estudié. Al día siguiente olvidé mi libreta. Esa mañana mi padre me regañó. Sabía que nada bueno podía pasar cuando mis padres me regañaban en las mañanas.
Salí del auto con lágrimas apenas visibles en mis ojos, sujetando fuertemente el tirante de mi "mochila" (que en realidad era una lonchera, porque mis padres aún no me llevaban a comprar mis útiles o mi mochila) avanzé varios pasos por delante de mi familia, esperando que no me hablaran para nada ni que me preguntaran qué iba a hacer con mi libreta.
Sólo hubo algo que me levantó el ánimo: mi crush. Aquel chico me gustaba desde su llegada a tercer grado en la escuela primaria. Y aunque alguna vez fue novio de mi mejor amiga, yo no dejaba de verlo con otros ojos.
Vi de lejos cómo pasaba junto a su mamá ingresando por las puertas, y le seguí el paso. Mis padres me detuvieron para despedirse, pero me encargué que no durara mucho para evitar perderlo de vista. Cuando me dejaron entrar, él ya estaba subiendo las escaleras; y gracias a mis kilos de sobra en esa época no pude seguirle el paso como debería. Llegué varios minutos después al último piso y no había nadie que me dijera en dónde tenía que entrar o qué tenía que hacer.
––¡Gigi!–– escuché que alguien me llamaba (gigi es uno de mis muchos apodos)
––Hola Vicky–– saludé con pocos ánimos
––¿En que salón estás?–– preguntó, y dudé un momento.
––No me han dicho––
––Pero ayer nos dijeron en qué salón teníamos que estar... ¿no te dieron número?––
––No vine ayer... ¿qué hicieron?––
––Eso no importa ahora... el profe ya va a llegar, métete a mi salón... tenemos sillas de sobra––
Me empujó dentro del aula y me señaló una silla detrás de la suya. Me senté dejando la "mochila" en la papelera de abajo. Al principio las bancas eran muy incómodas, porque nosotros estábamos acostumbrados a que nos sentaran frente a una mesa de más de 30cm largo y claramente las mesas apenas y podían sostener un cuaderno y una lapicera al mismo tiempo.
Al parecer todo iba de mal en peor y no parecía que las cosas mejoraran.
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Hola beias perzonilas del internt deskonosido
Aqui les habla ino
Gracias por leer esta absurda pero inspiradora historia
Nos leemos en el próximo cap.
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