Los lobos de Bergeii

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Bosque de Fjoon.

Un oscuro bosque nevado en algún lugar perdido del mundo, sacudido por el frío viento del Norte.

Los dos hombres vestían espesas capas oscuras y se calentaban alrededor de un fuego. Uno de ellos, con espesa barba y tez morena gruñía.

-Eres idiota Alban. Ahora tardaremos el doble en llegar a Bergeii. Si es que sobrevivimos en estas tierras malditas.

El otro siguió afilando su daga con la vista fija en el arma. Era notablemente más joven que el primero, cosa que demostraba su barba naciente.

-Si no hubiera quemado el trineo no estarías aquí quejándote, Djinn. Deja de graznar que vas a asustar a la cena.

Entre los árboles una sombra observaba camuflada a los dos hombres. Iba a atacar cuando algo atravesó el aire silbando y vino a incrustarse en su costado, desgarrando la carne con la frialdad y dureza propias del metal de calidad.

Alban ya se había levantado e iba a ver qué había conseguido cuando Djinn le frenó. De entre las sombras surgieron enormes lobos blancos como la nieve. Cada uno rozaba el tamaño de un caballo de granja. Se acercaron sin hacer el menor ruido, con las orejas pegadas al cráneo y relamiéndose los labios de antemano. Alban se llevó la mano a la funda de cuero de su cintura donde solía reposar su daga pero estaba vacía. Djiin estaba paralizado y apenas se atrevía a pronunciar plegaria suplicando la salvación de su alma. Alban, cuyo espíritu aún no había sido domado por el tiempo y era fiero y arrogante, lanzó un puñado de nieve hacia las enormes criaturas. Su compañero cerró los ojos esperando el golpe de gracia pero los lobos más cercanos a ellos se contentaron con dejarse caer sobre la nieve con pesadumbre sin perderlos de vista.

Así pasaron muchos días. Los hombres en el centro de un círculo cada vez más estrecho, sin osar moverse mientras los lobos se divertían ladrándoles o pasar rozándoles con tal fuerza que los empujaban, como si se pasaban una pelota. Todo era un juego.

Finalmente, al quinto día los lobos se fueron, sin olisquear apenas los cadáveres que yacían ahora sobre la pisoteada nieve.

Puerto del Mono Dorado. Bergeii

Sentada el muro de piedra que protegía la ciudad del mar que subía cada vez un poco más de nivel, una niña de piel clara y ojos níveos observaba a los barcos que llegaban cargados de sardinas mientras se apartaba los mechones ámbar que se pegaban a su cara con cada ráfaga de viento. Los hombres intentaban ahuyentar a las hambrientas gaviotas. Entonces detrás suya apareció una carreta tirada por dos pesados caballos y rodeado por un grupo de mujeres y niños que venían cotilleando. Un hombre fuerte paró los caballos delante de una de las casas de colores. Era de un profundo azul muy parecido al del mar en los largos días de verano. La niña sintió como su corazón se paraba. ¿Qué tenía escondido ese hombre bajo la extensa manta de paja trenzada? De la casa salió una mujer humilde con el cabello cubierto por un pañuelo y agarrando su chal fino de colores vivos contra su pecho, con la mirada torturada y la mandíbula tensa.

-¿Djiin? ¡No! No...-Su voz murió en un suspiro tembloroso mientras las lágrimas recorrían su rostro envejecido por el sol.- Pero... ¿Adónde lo llevan? -Los caballos habían vuelto a avanzar-

-A castillo. Por desgracia hemos encontrado el cuerpo de su esposo junto con el del hijo del Señor Vallaresso.

La niña se levantó de un golpe y salió corriendo por la calzada de piedra que subía a la enorme alcazaba de los Vallaresso, una antigua fortaleza con amplio patio de armas rodeado por siete torres, donde estaba el ejército del Reino y donde el señor de Bergeii pasaba la mayoría de sus días, dejando de lado sus preocupaciones familiares.

Los Vallaresso habían sido una familia importante que había sacado Bergeii de la pobreza y destrucción en la que se había hundido tras la Aestus Mortis, una tormenta salvaje que se había desahogado durante casi tres años sobre todos los reinos del sur, provocando miles de muertes. La ciudad había empezado a poblarse de criaturas marinas cuando un hombre joven y fuerte llegó del norte acompañado de un grupo de guerreros y juntos reconstruyeron la ciudad. Eso tardó muchos años, pero durante ellos la familia Vallaresso había hecho lo posible por reflotar Bergeii, con la condición de que nunca se les preguntara de dónde venían. Al terminar la reconstrucción, los habitantes les nombraron libremente señores y juraron fidelidad a la familia.

Había pasado mucho tiempo desde entonces. Los Vallaresso habían conseguido hacer de Bergeii una de las ciudades más importantes del comercio y la pesca.

La muchacha subió corriendo el camino de piedra pero en vez de seguir recto como la carreta bifurcó a la izquierda en dirección a un humilde pero elegante palacio que se perdía entre los frondosos jardines que lo rodeaban. Entró corriendo haciendo caso omiso de las niñeras de las cuales había escapado horas antes que se le abalanzaban encima y subió las escaleras de cristal que llevaban a los aposentos. Corría sin pararse a mirar los elegantes espejos y cuadros representando a la familia en el transcurso de los años. Empujó una puerta con delicados grabados plateados representados en la madera.

Cuando entró, una mujer se giró asustada por tanto alboroto. Tenía las mejillas altas y cortantes, mientras su nariz curva y pequeña estaba decorada por delicadas pecas. Sus ojos verdes se entrecerraron un poco y sus finos labios se tersaron al ver a su hija, una Vallaresso, completamente despeinada y sucia.

-¡Anja! ¿Se puede saber qué modales son esos?-Sunniva Crest había crecido en una de las mejores familias de Dokke, la ciudad de las Artes, educada de forma a rozar la perfección, y al casarse con Valter Vallaresso se había prometido a sí misma hacer lo mismo con sus hijos. Pero estaba teniendo ciertos problemas con Anja. Era tozuda y se dejaba llevar por su imaginación.

-¡Madre!-La chiquilla estaba pálida y le costaba respirar. Sunniva abandonó su actitud defensiva y empezó a asustarse-Ha llegado una carreta con dos hombres muertos, dicen que uno de ellos es Alban.-La mujer intentó ignorar el temblor de sus piernas y ahogó un sollozo mientras levantaba la cabeza y respondía a su hija con más calma posible-

-¿Dónde está?

-Se lo han llevado a Padre.-Sunniva salió corriendo. Si Valter veía el cadáver de su hijo mayor sin nadie capaz de controlarle, sería capaz de hacer alguna tontería.

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⏰ Última actualización: Jun 25, 2014 ⏰

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