JORGE MARIO KARAM R.
“ELEMENTAL MI QUERIDO YO” (NOVELA)
“A mi esposa por su paciencia, a mi hija por ser mi más adorable critica subjetiva y a mi padre por legarme su perseverancia y haber sido mi primer y más amable lector desde siempre”
El autor.
“Con excepción de los personajes protagonistas de la novela, todos los autores, científicos, filósofos, obras y pinturas que se mencionan en la novela son reales”
ELEMENTAL MI QUERIDO YO
1. Un microsueño es un pequeño estado de inconsciencia usualmente producido por fatiga o por estrés; su duración puede ser de tan solo un segundo, pero esa fracción de tiempo es suficiente para que un conductor pueda perder su vida y de paso la de otras personas en su entorno. Por suerte para Mark Sánchez su frágil microsueño no significó sino un gracioso cabeceo mientras se dirigía camino a la universidad en un trasporte de servicio público tan abarrotado de gente tan absorta en sus propios destinos que apenas repararon en el ingenuo movimiento de aquel tipo que por poco le lleva a caer de su silla. Mark rió para sus adentros, la situación era sin duda bochornosa pero la gente que iba con él no tenía tiempo para importarle; si tan solo dejarán sus egoístas pensamientos por un segundo, hubiesen disfrutado de una situación lo suficientemente graciosa como para comentarlo posteriormente en la cena con sus familias. “Bueno, si es que tenían familia, o cena incluso” pensaba Mark mientras se componía su desajustado cabello y miraba a través de la ventana para comprobar cuánto faltaba para que llegase a su destino. “pobres ilusos” se decía “yo habría podido ser su payaso de turno, y gratis. Pero no tienen tiempo para permitírselo”. ¿Acaso no reían por compasión? ¿O solidaridad incluso con un pasajero más al que le acababa de pasar algo que seguramente a ellos les sucede con frecuencia?; nada de eso, “el espíritu humano siempre está atento a la mofa y burlarse de los demás esta al orden del día”, “por qué entonces no burlarse de un insignificante pasajero que por poco se cae de su asiento al estar absolutamente dormido”, bueno, “dormido para los demás”, ya que para Mark se trataba de un episodio más de sus frecuentes actos de “reflexión interior”. No bien estaba pensando en su nueva “reflexión” cuando vio su destino y se apresuró a bajar del recorrido no sin antes pisar a varios de los pasajeros que apenas se movían sin siquiera emitir un gesto de desaprobación, “lógico” pensaba “el hombre es un lobo para el hombre y al menor atisbo de una mirada duradera la pelea sería cazada de inmediato”. Mark también bajaba la mirada para evitar cualquier confrontación, tenía clara que su menuda figura no podría ganar más que los típicos “combates intelectuales” a los que si era muy afín y propiciaba con frecuencia, “la mente conquista al más fuerte de los puños” se decía y con ello encontraba consuelo ante los cada vez menos frecuentes pensamientos y recuerdos donde era víctima de abusones no muy dispuestos a escuchar sus diatribas intelectuales.
Él había construido una extensa reflexión alrededor de la mirada, los semestres cursados en filosofía (una de las carreras que había iniciado en su juventud pero que había abandonado poco antes de terminar alegando una “falta de consecuencia en los contenidos sociales de la misma”) le habían provisto de varias y fascinantes teorías alrededor de la mirada, de las que una cierta teoría especular de un tal Jacques Lacan le había impresionado más que cualquier otra, si bien el hecho de que dicho personaje fuera un psicoanalista y no un filosofo le había impedido sentir más aprecio por sus reflexiones. Siempre recordaba la cita donde Lacan decía que una lata de pescado le estaba mirando; sabía que había un concepto muy profundo en ella y aunque no lograba precisarlo con exactitud (mucho menos explicarlo) apelaba a decirla cuantas veces podía ante sus compañeros mucho menos versados en las teorías del psicoanalista francés y que por supuesto se entusiasmaban ante las referencias de su ilustre compañero. No era al único autor que acudía por supuesto, sus incursiones en las carreras de filosofía, derecho y sociología (todas ellas sin terminar) le permitían manejar un “bagaje” de personalidades prominentes de las que acostumbraba usurpar unos cuantos de sus conceptos para luego enunciarlos con sus compañeros de “disertación”. Conocimientos que le otorgaban cierto poder, máxime cuando apelaba a citar a sociólogos cuando estaba con abogados, a juristas cuando estaba con filósofos y a filósofos si su grupo era de sociólogos. “Cuanto conoce Mark” decían sus compañeros, estudiantes de primeros semestres por demás; ya que Sánchez mantenía una posición “humilde” donde prefería conversar con colegas de primeros semestres con los que su diferencia de edad también jugaba a su favor (no habían sido pocas las discusiones donde él apelaba a decir que su experiencia demostraba que una postura contraria a lo que decía había fracasado estrepitosamente). *** 2. Al atravesar las puertas de su nuevo claustro universitario (había comenzado a estudiar antropología), Mark se sintió más relajado y comenzó a ver al frente con la esperanza de encontrarse con sus evidentemente más jóvenes compañeros de clase. En la universidad no temía ver al rostro de los demás, aquí estaba seguro que nadie le plantearía una pelea física y de hacerlo él fantaseaba con la nueva discusión epistemológica que compartiría en un espacio improvisado al que decenas de alumnos se agolparían mientras Mark resolvía con argumentos el porqué algunas personas se podían sentir amenazadas ante una mirada fija, si señor “en la Universidad se llega a pensar y a hablar de lo que se piensa”, “aquí