1: Todo principio tiene un fin.

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El dolor no se iría ni en mil años. Ambos estaban devastados, fingiendo estar bien cuando no. Ella no podía controlar su sufrimiento. Él, su amor hacia ella.

A veces las personas se preguntan: ¿por qué lo bueno dura tan poco?

Y esa pregunta se hacía Simón. ¿En qué momento pasó de tienes los ojos más bonitos que he visto a me decepcionaste, Ámbar?

El morocho no podía -ni quería- sacarla de su cabeza, borrar esos recuerdos juntos que lo estaban destruyendo. De alguna forma u otra, debía dejarla ser feliz ya que no eran nada pero tampoco él iba a ser feliz si la mujer de su vida se encontraba con otra persona. Pero Simón no era así y todos lo sabemos.

Ella, estaba rebelde. Su punto débil era él y no podía negarlo. Cada que lo veía en alguna parte, se le venía a la cabeza aquél beso mágico que alguna vez se dieron. Mirando a su alrededor, no había otro chico como Simón. Ella podía besarse a quinientos chicos en los boliches, pero aunque no lo crean, seguía pensando en Simón.

¿Y por qué todo principio tiene un final?

Siempre, Ámbar se lo preguntaba. ¿Cómo se pasa de un cuando estoy con vos, siento que el mundo se frena, que no existe nada más que vos y yo a un yo también confío en vos, te estoy diciendo la verdad... no fue así?

¿Cómo un amor que tardó meses y meses en construirse, puede romperse en cuestión de segundos?

Ámbar ocultaba todo lo que le pasaba bajo ese look totalmente oscuro, queriendo mostrarse fuerte y dura. Simón sabía que ella no era así. Para él ella era sensible y dulce, pero no todos podían conocer esa faceta.

A mí él no me importa, no me interesa en lo más mínimo. Repetía una y otra vez, tratando de convencer a Emilia, su nueva amiga, y a ella misma también. Sabía que eso no era así. Se moría por estar con él y decirle todo lo que le pasaba pero el orgullo era mucho más grande que sus ganas.

Me decepcionó, no voy a volver a confiar nunca más en ella. Decía Simón cada vez que le preguntaban por Ámbar. Mentira. Él tenía muchas ganas de volver a estar con esa chica que le demostró que podía cambiar con su ayuda, porque al fin y al cabo, lo que la rubia necesitaba era el apoyo de alguien que de verdad la quisiera.

Cada tanto se cruzaban en el Roller y se comían con la mirada. Ninguno se iba a animar a acercarse al otro y no por miedo, sino por orgullo. Quizás Ámbar más que Simón pero orgullo al fin.

Nadie. - s i m b a rDonde viven las historias. Descúbrelo ahora