Siento el agua caliente de la ducha recorrer cada parte de mi cuerpo, cuando me meto en la ducha, olvido el mundo exterior, es el único lugar en el que me puedo olvidar de todos mis problemas. Ha pasado una semana de cuando me enteré de mi embarazo, que tendré a una personita creciendo dentro de mí... de verdad que intenté hablar con mis padres sobre el tema, pero no puedo, me siento una cobarde, me da muchísimo miedo su reacción, conociéndoles... seguro me obligan a abortar.
Salgo de la ducha y me dirijo hacia mi armario, rebuscando entre la ropa, encuentro un vestido ligero, una kandura, no me lo pienso dos veces y lo agarro para ponérmelo. Es un vestido ligero que las chicas marroquíes nos solemos poner normalmente para estar por casa, esta especialmente es negra y de manga corta y con algunos decorados dorados en la zona del cuello, me pongo una rebeca de color beige para tapar mis brazos y encima me pongo mi hijab también negro, no me gusta estar por casa sin el hijab, en casa trabajan muchos hombres y para ser sincera, me incomoda que me vean sin nada, por lo que siempre visto ropa modesta, excepto en mi habitación.
Hace un rato que mandaron a Magalí para informarme que la cena está lista, por lo que una vez lista, bajo las escaleras, una vez abajo, se me hace escuchar mucho ruido, lo cual me parece raro, acelero mis pasos hasta llegar al comedor y me doy cuenta que no estamos solos, Safouan y sus padres están aquí.
Mi madre me reprocha con la mirada, pues a sus ojos, no me encuentro muy presentable. Les saludo educadamente y me siento al lado de Amira, Safouan que se encuentra sentado frente a mí, alza su cabeza y me da una sonrisa, se la devuelvo y me centro en mi plato.
Las palabras del ginecólogo no se me quitan de la cabeza "Lo siento, estás embarazada", así... a la ligera, para él fue tan fácil decirlo, en cuanto a mí me costó y aún me cuesta asimilarlo.
Siento un golpe por debajo de la mesa, alzo la mirada y todos tienen sus ojos puestos en mí, de repente empiezo a tener mucha calor en la cara, y sé muy bien que ya me he sonrojado.
— Te preguntaba si querías salir un rato al jardín — me pregunta Safouan, voy a negarme, pero Amira a mi lado me vuelve a golpear, por lo que asiento con la cabeza.
Ambos salimos de la sala y cruzamos la cocina, ya que es la salida más cerca que tenemos, Magalí se encuentra recostada sobre la encimera enredando con el móvil, pero en cuanto nos ve, lo guarda rápidamente. Me acerco a ella mientras Safouan se adelanta, supongo que dándonos privacidad.
— Magalí, perdóname yo... me han pasado muchas cosas de golpe y se me ha pasado por completo hablar con mi madre, pero no te preocupes, empaca esta noche tus cosas y si quieres vete mañana, hablaré con ella, seguro que lo entenderá — le tomo las manos dándole mi apoyo, en cambio ella me sonríe y me lo agradece.
Una vez afuera, veo a Safouan sentado en una de las sillas donde me confesé con mis hermanas, me acerco a él y me siento en la silla de al lado.
Cierro los ojos para disfrutar de la tranquilidad que me brinda la naturaleza, de repente él me sujeta de la mano, lo miro y me sonríe, pero lo que no esperaba es que también sujetase de la silla y me arrastrase hacia él, me levanto de un salto lejos de él, su sonrisa se borra ante mi gesto.
— ¿Pasa algo? — me pregunta extrañado
— Pasa que toda esta situación me parece de lo más incómoda, no soy tonta, sé muy bien que nuestros padres esperan un futuro en el que tú y yo terminemos juntos, pero no te sientas obligado, yo...
— Qué te hace pensar que me siento obligado — me interrumpe, esto me deja sin palabras, intento hablar pero me vuelve a interrumpir — Asmae, a mí nadie nunca me ha obligado a estar aquí, nunca tuve el valor de decírtelo por miedo a cómo reaccionarías, pero creo que ya es hora — toma un largo suspiro y vuelve a sonreír — aún recuerdo aquella cena en la que nos presentaron, tú aún tenías quince años mientras yo recién había cumplido la mayoría de edad, quedé completamente enamorado de tí, me encanta todo de ti, tu belleza, como eres... no tuve el valor de acercarme a ti porque sé muy bien que no soy correspondido, y no sabes cuan duele eso...
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Una víctima más
RomanceLe era imposible olvidarse de aquel día, para ser exactos, de aquella noche, en la que comenzó toda su desgracia, pero a la vez toda su felicidad. A sus veintitrés años andaba esperando un bebé. Fue humillada, golpeada y abusada, después en un inten...