Único
Lisa y Joy miraron el mar y sonrieron sin poderlo evitar. Estaba en su sangré. En sus venas. En su cuerpo. En su corazón. El simple sonido del oleaje. El recuerdo de tantos años vividos.
Joy aferró su tabla la primera y tras sacarle la lengua a su amiga, corrió por la arena. No tardó en llamar la atención. Con su brillante bikini azul, sus largos cabellos rojizos ondeando se en su espalda. La mayoría, miradas masculinas.
La otra, femenina.Lisa sonrió. Eran tan diferentes.
Ella rubia y ojos oscuros. Joy tenía bonito cuerpo, piel blanquina y suave.
Joy tenía caderas. Ella no. Quizás tenía un poco más de busto que la contraía, pero algo caído. El de Joy era perfecto, pequeño y tensó.Pero algo tenían en común: Amaban el mar.
Era parte de su romance infantil. Algo en lo que se sentían como en casa. Y aunque solo durase esas fechas pudieran acudir a su llamada, eran los meses que más disfrutaban como nunca.
Aferró su tabla y cerró el maletero. Antes de volverse, sintió algo frío y húmedo contra su oreja, dando un respingo. Al mirar, se encontró con la sonrisa radiante del que estaba segura era el sol más radiante de una playa.
-Jungkook, me asustasteis.
Él le quitó la tabla y pasándole un brazo por los hombros caminó hacía la arena.
Jeon Jungkook era su amigo desdé la infancia.
Atlético, joven, guapo, rompedor, sexy. Parecía haber nacido bajo la mejor estrella de la suerte del mundo. Y pertenecía a ése rincón del oleaje que nunca puedes atrapar. Era como el oasis.
Pertenecía a un mundo maravilloso de esa playa.La primera vez que lo conocieron, eran dos niñas sobre unas rocas. Joy se había caído asustada al ver por primera vez un cangrejo. Lisa recordaba que no supo que hacer.
Hasta que llegó él, dejando su red a un lado y acercándose. En lugar de mirar a la pequeña Joy, se arrodilló frente al cangrejo y lo devolvió al hueco del que lo había sacado, regañándolas por asustar al pobre cangrejo.Fue tal su sorpresa que hasta su amiga dejo de llorar.
Después, cargó a la chica herida hasta la playa dónde el socorrista y su familia se hizo cargo de ella. Lisa recordaba verle sonreír mientras afirmaba.
Desdé entonces, él se encargó de enseñadles todo lo que sabía del mar, del buceo y especialmente, del surf.
Cada verano, reencontrarse era maravilloso. Vivir nuevas aventuras, dejarse llevar por él y sus historias de invierno. Y perderse en sus obscuros ojos.
Lisa debía de confesar, estaba enamorada de él desdé los catorce años.
La primera vez que se besaron fue al despedirse. No es que fuera un beso de esos de película, no. Fue más bien un rocé sin querer. Ni siquiera podía garantizar que fuera un beso. Sus labios se rozaron simplemente.Ella corrió al coche y se encerró sin mirar atrás. Al verano de sus quince años, ninguno de los dos parecía recordarlo.
Para rematar la creencia de ese beso olvidado, no faltaba el año en que una chica aparecía por la playa y casi gritaba a los cuatro vientos que Jungkook y ella habían tenido más que palabras. El castaño solo se rascaba la nuca y corría a las olas como si estas pudieran transportarle a cualquier otro lugar.
De aquello hacia ya seis años. Ahora con veintiún años, Lalisa podía asegurar que Jungkook estaba mucho mejor, entrando en forma de hombre completamente y con una altura inmensa. Su piel continuaba siendo suave y el olor a mar y sol, estaba impregnado en su piel.