Final

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 El flamante sedán blanco con acabados en oro aparcó delante del pequeño bloque de apartamentos de aquel barrio modesto. No era habitual ver coches de la altura del Maserati Quattroporte en aquel barrio, menos aún uno que fuera tan extravagante como para tener los acabados dorados. Sin embargo, todos sabían lo que eso significaba y que no debían acercarse, y por eso el conductor se bajó tranquilamente y cerró su coche sin ni siquiera echar la vista atrás, sabiendo que nada ni nadie tocaría su coche.

Sanghyuk suspiró y se pasó la mano por el pulcro cabello castaño. Casi estuvo tentado de sacar un cigarrillo cuando recordó que se suponía que había dejado esa mierda y que no debía recaer. Maldiciendo internamente su maldita existencia y el hecho de que hubiera tenido que ir a aquel lugar, se aproximó al porterillo y tocó el timbre del 6º izquierda.

- ¿Sí? -la voz suave que tan bien conocía respondió menos de dos segundos después de que hubiera tocado, casi como si estuviera esperando a que llamara.

- Soy Sanghyuk -respondió simplemente.

La puerta sonó, indicando que le habían concedido el paso y escuchó colgar el telefonillo mientras él traspasaba el umbral.

Se dirigió hacia el ascensor, sabiendo perfectamente que iba a estar aún fuera de servicio como todas las veces anteriores, pero queriendo intentarlo de igual manera. Pero tal y como había predicho, el aparato no funcionaba y él tuvo que resignarse a subir a un sexto por las escaleras. En ese momento odió más que nunca el maldito traje con el que Hakyeon lo obligaba a trabajar, pero ajustó los hombros, se quitó la chaqueta y comenzó a subir peldaño a peldaño aquellas odiosas escaleras.

Pudo sentir la adrenalina, la excitación y el nerviosismo subir junto a él cada tramo, cada piso. Hacía demasiado tiempo que no se encargaba de algo así para Hakyeon, de algo tan nimio, pero sabía que el jefe lo había elegido a él por una sencilla razón. La misma que lo hacía querer dar la vuelta y bajar corriendo aquellas escaleras que tanto trabajo le estaba costando subir.

Hacía ya al menos diez años que había entrado en Circle. No era su sueño cuando era niño entrar en la mafia que controlaba el negocio de la droga al completo en Seúl, pero la vida no suele salir como esperas cuando eres un niño. Al principio eran solo un par de trabajitos a la semana para poder subsistir, pero antes de que pasaran dos años, tenía el tatuaje del círculo en su nuca y usaba trajes caros para partirles la cara a los idiotas que pensaban que era una buena idea tratar de robarle a Hakyeon parte de su negocio.

Así había pasado algunos años, hasta que el jefe vio su potencial cuando consiguió un contrato con Leo, un químico independiente que había desarrollado una droga innovadora que se caracterizaba por su agradable e intenso olor, y que le hacía ganar varios ceros en una sola noche. Nunca le dijo que en realidad había conseguido el contrato gracias a su boca, y no se refería a su habilidad como orador, pero Hakyeon nunca preguntó y él fingió que no había comprado al químico con sexo.

No había sido un solo encuentro casual, no. Taekwoon y él intimaron mucho más que aquella primera mamada que le dio al mayor. Ni siquiera era algo habitual que hiciera, ni mucho menos, no quería saber dónde habían metido otros su polla y desde luego no iba a metérselas en la boca. Pero aquel hombre callado, de mirada fija y ojos ardientes revolvió algo en su interior y no pudo evitarlo, así como no puede negar que le gustó ver al hombre deshacerse de placer por su buen hacer, tragándose su semen caliente cuando se corrió en su boca.

La relación entre ellos siempre había sido extraña, nunca estuvieron juntos oficialmente pero tampoco podía decir que fuera algo sin importancia. No, le gustaba demasiado aquel químico, sus gemidos, su boca, era algo tan adictivo para él como la droga misma que sintetizaba en aquel laboratorio. Sentía la necesidad de tenerlo cerca, de hacerlo suyo y de entregarse a él, y aquello lo estaba volviendo loco. Porque Taekwoon no se comprometía, ni con él ni con nadie, y no pudo evitar ver cómo su socio Ravi se limpiaba la boca después de que ambos salieran del baño juntos, la mirada de superioridad y la sonrisa envenenada que le dedicó el socio del mayor fueron demasiado para él. Esa fue la última vez que Sanghyuk estuvo en aquel piso, y de aquello hacía ya más de un año.

Scentist {Luck | LeoHyuk}Where stories live. Discover now