Yacía tendido en el sofá largo. Manos juntas apoyadas por debajo de su barbilla, ojos cerrados, cuerpo presente, mente... no tanto.
Ningún ruido podía sacarle de sus profundos y enigmáticos pensamientos, ni siquiera todo el escándalo que existía en el departamento lograba captar su atención, y eso que la gente entraba y salía a cada instante.
El canoso inspector de Scotland Yard preguntaba el porqué de su estado actual, pues el último caso que le había dado ya lo había resuelto; John, con cierta tristeza, no supo dar respuesta a la cuestión.
Si no fuera por el constante sube y baja de su pecho cualquiera pensaría que había muerto, pero todos los presentes en la sala ya sabían que cuando Sherlock Holmes realmente se interesaba en algo pasaba a formar parte de la decoración del apartamento, y no había ser humano capaz de borrarle ese interés.
Esta era una de esas ocasiones en las que el estar sumido en sus pensamientos le hacían perder la noción del tiempo, por lo que al abrir los ojos se encontró con un cabizbajo médico sentado en su ya tan conocido sillón rojizo mirando hacia la ventana, la cual mostraba la calle Baker por la noche. La expresión en el rostro de Watson denotaba una profunda melancolía e ira a la vez, mas el detective, curiosamente no supo por qué.
—Tu suéter... —se atrevió a hablar por fin el rizado— es nuevo. Un regalo de la señora Hudson, diría yo.
—Así es —pronunció débilmente el contrario.
—Y la taza también lo es.
—Sí, también.
—Parece que me perdí de unas cuantas cosas —dijo el más alto, tratando de que su compañero saliera de ese extraño estado, sin saber lo que se avecinaría.
—Uhm... sí, solo algunas sin importancia —respondió el rubio con sorna—. Cosas como que hoy es mi cumpleaños y todos vinieron, pero nada tan importante como para sacarte de tu estúpido palacio mental.
Inmediatamente después de haber expresado esas palabras con rudeza, el ex militar se levantó de su asiento con dirección a la cocina, dejó su nueva taza en el fregador y trató de irse a su habitación. Por su parte, el menor también se puso de pie abruptamente sin saber muy bien lo que hacía; no había querido herir a su compañero de piso, pero tampoco sabía cómo reparar eso...
—Buenas noches, Sherlock —se despidió el de menor estatura antes de intentar dirigirse a su recámara.
—John, espera... —le detuvo antes de que se marchara— yo... lo siento.
—Por supuesto que sí —contestó con una sonrisa llena de decepción.
—Quiero decir... puedo arreglarlo.
—¿Ah sí? ¿Me regalarás uno de los dedos que hay en el refrigerador? ¿O acaso será un ojo?
—John, escucha. Lo siento, ¿bien? Ya lo dije, ya me disculpé.
—Lo sé. Pero eso no arregla el que haya pasado mi cumpleaños sin la única persona que de verdad quería que estuviera conmigo.
—¿Te refieres a mí? —cuestionó con incredulidad.
—Oh, no —expresó el mayor con sorna una vez más—. En realidad pensaba en Moriarty... ¡Claro que me refiero a ti!
A este punto los ojos del rubio habían comenzado a llenarse de lágrimas; cualquier comentario indebido le haría soltar el llanto que estaba conteniendo.
—Entonces déjame concederte un deseo de cumpleaños —murmuró el detective a la vez que tomaba a su compañero por los hombros, fijando su vista en los acuosos orbes del más bajito.
—¿Te das cuenta de lo que dices?
—Sí, John. Sé que no lo esperarías de mi parte, y yo tampoco comprendo este impulso, pero no importa si es por ti.
—Sherlock, creí que el tema de las drogas ya se había solucionado.
—Estoy limpio —aclaró rodando los ojos—. Solo dime qué quieres y ya está... lo que sea, solo pídelo.
Había miles de cosas que el médico quería, miles de cosas que jamás podría obtener por su cuenta, mas no podían ser compradas, no en esta vida.
—Quiero —contestó luego de haberlo pensado un poco, relamiendo sus labios como solía hacerlo—... quiero que olvides esta estupidez del "deseo de cumpleaños".
—Oh, por favor, tienes que pedir algo —habló Holmes con desesperación—. Solo pide lo que quieres; pídelo antes de que yo lo deduzca —añadió luego de haberse calmado.
—Esto es una tontería, Sherlock, con un simple "feliz cumpleaños" hubiese sido suficientemente.
—Solo pídelo, John.
—¿Sabes qué?, en los cumpleaños las personas no van y preguntan al festejado qué es lo que quiere —dijo el mayor aún con ese aire de decepción.
—¿Entonces qué es lo que se hace?
—Las personas regalan lo que creen que le gustará al festejado, las personas... —hizo una pausa, solo para corregirse después— los amigos regalan lo que saben que al festejado le gustará. Solo... solo haz esta cosa normal, haz esto de forma normal, aunque sea por única vez en tu vida —pidió el ex militar, agachando su cabeza y apretando sus ojos al sentir que las lágrimas comenzaban a deslizarse sobre sus pómulos.
Entonces Sherlock comprendió que debía deducir qué quería John, por lo que se acercó aún más a este último, posando sus manos en las mejillas del rubio y apartando las lágrimas con sus pulgares. Acortó la distancia lo suficiente como para sentir sus alientos mezclarse, y justo antes de que el espacio que los separaba se hiciera nulo, el pelinegro pronunció suavemente un "feliz cumpleaños, John" sobre los labios del aludido, solo para después juntarlos con los propios en un cálido beso lleno de ternura.
El más alto rodeaba la cintura del mayor, mientras que este colocaba sus brazos enrollados alrededor del cuello contrario; se encontraba parado de puntitas para compensar su estatura.
Poco a poco se fueron separando hasta quedar a una distancia considerable; no lograban despegar sus ojos de los del otro.
—¿Qué fue eso? —cuestionó Watson con un notable sonrojo.
—Un beso, tu regalo de cumpleaños —contestó el detective con calma.
—Pero, ¿por qué?
—Dijiste que las personas daban lo que creían que el festejado quería.
—Demonios, Sherlock, te pedí que fueses normal —comentó el doctor entre risas coquetas.
—Ser normal es aburrido, John —devolvió unas cuantas risitas; sin duda sus respuestas eran tan únicas como lo era él.
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Buenas.Gracias por leer esto y por los comentarios y estrellitas si es que tuvo la amabilidad de dejar alguna de estas cosas.
Por fin contribuyo a un fandom que desde hace tiempo me hacía ojitos; espero que no haya quedado cutre y espero haya sido de su agrado.
Gracias de nuevo y váyase con cuidado.
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Feliz cumpleaños, John. 》Johnlock
FanfictionEstar en el palacio mental regularmente hacía que Sherlock se perdiera de algunas cosas a su alrededor; nada de mucha importancia. Sin embargo, había escogido el día incorrecto para permanecer inerte, y ahora tendría que arreglar su error.