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Togami acomoda sus lentes, cruza los brazos para cerrar los ojos y estudia con detenimiento la petición de Kamukura Izuru. Suelta un sonido de ironía, agarra la taza con té y da unos cuantos sorbos, el azul observa el rostro serio de su invitado, sabe que está molesto por haberle dado el vídeo al omega de cabellos blancos; pero no ha tocado el tema, de hecho ha sido franco y directo con ese asunto.

—Así que, ¿quieres hacerle algunas modificaciones al programa?

—Que aburrido.

Usa aquel tono.

—No veo por qué no —deja la taza de porcelana—. Al final de cuentas, el creador eres tú —cruza las piernas—. Sin embargo, será complicado que te infiltres en la habitación en dónde están las cápsulas.

—Que aburrido. Usaré uno de mis talentos.

El alfa de cabello rubio hace una sonrisa de  arrogancia, se pone de pie y le hace una seña para que lo siga rumbo al exterior de la carpa.

—Este es el barco en el cual serán transportados todos los remitentes de la desesperación.

El rojo mira con aburrimiento el transporte de metal.

—El destino es una isla, está un poco lejos —permanece callado—. A dos días, contamos con el motor más rápido y...

Calla al darse cuenta de algo.

—Realmente, no te interesa, ¿verdad?

Silencio.

—Sabes, aún no creo que te hayas enamorado de Komaeda —mira el océano—. Es decir, alguien como tú, Kamukura Izuru, el experimento número 68 —el azul transmite seriedad— ¿Qué quieres realmente de Komaeda Nagito?

No responde, no tiene por qué hacerlo, solo vino a ese lugar para hacerle una propuesta a Togami, quien aceptó con gusto. Ahora, el único problema será explicarle a su omega, tendrá que tocar varios temas, buscar las palabras precisas para que entienda por qué tuvo que hacerlo, deberá hablar sobre el nuevo programa, la consecuencia que tendrá en él, abordará el tema de Hinata Hajime. Evita gruñir es lo que menos desea hacer, la sola idea de mencionar a su antiguo yo hace que un desagradable sentimiento se haga presente en el centro del corazón, la sola idea de que esa persona tendrá el amor del chico de ojos grises que será él quien esté en sus mañanas y noches, todo eso hace que el pecho le moleste tanto que termina golpeando con fuerza la pared, la cual termina con un gran hoyo.

—Mierda —susurra observando las gotas rosadas que salen de su mano—. Que aburrido.

Continúa el camino hasta aquella casa, espera que Komaeda no haya despertado, es preferible que lo encuentre a su lado al saber que ha salido.

—Al fin, llegas —dice el alfa hembra con el ceño fruncido—. Dime que no has hecho nada estúpido.

—Nagito.

Monaka chasquea la lengua con fastidio.

—No ha despertado —coge una galleta—. Estuvo quejándose, así que tomé una de tus camisas.

Asiente, no dice nada más, comienza a subir.

—Kamukura —lo llama haciendo que este se detenga—. Komaeda estará bien, ¿verdad?

El tono es melancólico.

—Vas a encontrar una cura, ¿no?

El verde transmite esperanza.

—Que aburrido —aprieta la barandilla izquierda—. Estará bien.

Aquellas palabras hacen que la niña sienta tranquilidad, confía en el alfa, sabe que no dejará que el albino muera. El rojo observa como las manos de su pareja aprietan con fuerza su camisa, el rostro está oculto entre la almohada, acomoda las sábanas para que el frío no llegue a su cuerpo, se sienta a su lado con cuidado y empieza acariciar los mechones color nieve con delicadeza.

—Todo estará bien, pequeño omega —murmura con suavidad—. Estarás bien. Vas a vivir, tendrás a tus cachorros y...

Calla, inmediatamente, en el momento que se despierta soltando un gemido de dolor.

—Izuru —pronuncia su nombre con ternura y lo abraza por la cintura—. Pensé que no estarías.

Las caricias no cesan.

— ¿Te duele algo? —Cuestiona tras el sonido de dolor que soltó hace unos minutos.

—Estoy bien —en cierta forma lo está—. Solo que las articulaciones me duelen, es todo. No es grave.

Sonríe cerrando los ojos por el café, pensó que el contrario seguiría molesto con su persona; sin embargo, las caricias en su esponjoso cabello hace que se sienta feliz, tranquilo, lo que más desea es pasar sus últimos días junto a la persona que más ama.

—No hagas eso —escucha que dice en tono serio.

— ¿Eh?

Alza la cabeza para mirarlo sin entender.

—Estar feliz como si no importara que estés muriendo —se queja con el rojo fijo en esa mano—. El estar calmado, el...

—Estoy así porque estás conmigo —juega con algunos mechones color noche—. Nada me hace más feliz que estés aquí, Izuru —continúa con la sonrisa—. Te amo mucho.

No soporta la opresión en el pecho, lo odia es tan molesta, aumenta cuando piensa en la solución para que la enfermedad de Komaeda desaparezca.

—Nagito —este hace un sonido de que lo está escuchando—. Harías lo que sea por mí, ¿verdad?

— ¿Mhm? — Frunce el ceño, extrañado; pero asiente—. Por supuesto. Haría lo que sea —se sonroja— ¿Acaso...quieres que...

Deja de hablar debido a la tos, se sienta para no ahogarse, el rosa cae por la barbilla, mancha las sábanas, agradece con una pequeña sonrisa el pañuelo y respira con profundidad.

—Lo siento —está más pálido—. Y-yo...

Kamukura evita gruñir al oír la tediosa tos, camina hasta el armario para sacar la caja con  jeringas, aunque no sirva de mucho al menos la detiene, no importa si es por unas horas, es eso ha estar dejando que la enfermedad gane.

—Izuru, no —dice mirando la jeringa con el líquido rosado—. Quedamos que ya no...

—Que aburrido —está serio—. Aquello lo decidiste tú, Nagito. Deja de ser terco.

—P-pero,...

El intenso rojo hace que encoja los hombros, baja la mirada al sentirse intimidado y vuelve a escupir sangre. Gime de dolor al sentir la punta de la jeringa traspasar su piel, mira de reojo al azabache puede notar que está más tranquilo, este método trae una esperanza falsa y le disgusta.

—Nagito, entiende es una forma de prolongar el avance —menciona al oler el enojo en el mencionado—. Comprende que lo único que deseo es poder salvarte.

—Ya lo hiciste —susurra con vergüenza y lágrimas acumuladas—. Me has salvado, Izuru. Gracias a ti pude conocer el amor y sentir lo que es amar, y ser amado.

El gris transmite agradecimiento y esto hace que el alfa se sienta peor.

—Sabes —el carmín toma posesión de las mejillas—. Si me dieran la opción de elegir otra vida, no aceptaría —sonríe dejando que las lágrimas caigan—. No importa si tengo que pasar por lo mismo...al final de cuentas gracias a todo eso...pude conocerte —se traga el llanto—. No importa el sufrimiento...si con eso estás en mi camino...aceptaría, de nuevo, está vida.

Komaeda se sorprende cuando el contrario envuelve los brazos alrededor de su delgado cuerpo, acepta el gesto con la misma fuerza y peina los largos mechones al sentir como Kamukura moja su cuello.

—Todo estará bien, Izuru —garantiza uniéndose al débil llanto de su alfa—. Eres alguien fuerte, no sabes cuán orgulloso estoy de quién seas. No sabes cuánto te amo, amor mío.

Y sin más, cierra los ojos sabiendo que en algún momento no los volverá abrir.

Impredecible © (Kamukoma/Omegaverse) [Primera Temporada] |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora