Prefacio

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103 escalones.

103 escalones había subido, arrastrándome por la escaleras, notando el frío suelo pasar bajo mi gastado cuerpo y la pierna palpitar de dolor, donde el trozo de cristal roto se encontraba sumergido en mi piel y rodeado por una gran mancha roja. Podía decir que no había sido una buena huida, pero al menos aún me mantenía viva.

Él me pisaba los talones, podía sentirlo al igual que lo había hecho tantas veces. Llega un punto en la vida de todas las personas donde se encuentran al sujeto que hará notar su presencia con solo entrar a la habitación, ya que el cuerpo es voluntariamente capaz de darse cuenta por el resto de sus vidas. Decir "sujeto" en una metáfora del amor puede que fuera frío, pero al final y al cabo los humanos tenemos la horrible manía de volver todo frío y matemático, quizá por ser humana el error viene conmigo. Él era mi sujeto, el tipo que me había perseguido durante los anteriores veinte minutos y que estaba dispuesto a matarme.

Recuerdo todo de una manera tan cercana. Llegué al último escalón y me tiré contra la puerta, estaba débil, así que necesitaba todo mi peso para abrirla. Caí de culo al otro lado, y con la pierna buena cerré esta de una patada. Busqué desesperadamente algo con que cerrarla, hasta que visualicé un armario, y una vez creada la idea en mi mente lo tiré al suelo y lo arrastré hasta la puerta con todas las fuerzas que tenía mi gastado cuerpo. Sabía que no serviría de mucho, pero confiaba en que algo hiciera.

Me acurruqué en una de las esquinas de la habitación. Era la de una niña pequeña, lo deducí por las paredes rosas, el tamaño de la cama y todos los muñecos y peluches que se hallaban en esta. Nada de princesas o muñecas, solo cuentos. En seguida sentí pena por la pequeña niña a la cual le había destrozado la habitación, y vi un pequeño reflejo de mi infancia en esta.

Las manos me temblaban, pero conseguí marcar el número correcto de la policía en el tercer intento. Aquello era de locos, no podía estar pasando. La persona en la que confiaba me había traicionado de aquella cruel manera. Podía recordar la forma en que sus labios se moldeaban a los míos dejando aquellos besos cálidos, jugaba con mi pelo mientras trazaba dibujos imaginarios en mi piel con una bonita sonrisa adornando su rostro, y después me acomodaba entre sus brazos, uno de los lugares donde más segura me había sentido. Pero en aquel momento todo desapareció y fue consumido por una gran cantidad de gritos, y sangre, sangre por todas partes, el punto oscuro que había en mi mente se hacía más grande, los estruendos de las luces, y estas mismas, cegándome. Por no hablar de como le había afectado a mi corazón su traición. Era duro de creer, es decir, las dudas no dejaban de atormentar mi cabeza. ¿Lo tuvo planeado desde el principio? ¿Siempre quiso hacerme daño? ¿Nunca dudó? Empecé a pensar muy rápido, con miedo a convertirme de nuevo en una granada, olvidando por completo aquel pequeño detalle de mi respiración se alteraba, los latidos de mi corazón aumentaban y por fin todo terminó y exploté llorando. Colgué el teléfono finalizando los malditos pitidos.

No podía morir así. No podía dejarme morir así. Tenía demasiadas cosas por vivir y muchas preguntas que resolver. Quizá aquello fue el gran impulso que me activó, cambiando así mi historia.

En un arrebato de valentía, me quité el cristal que había clavado en mi piel. Dolió, dolió tanto que empecé a pensar que estaba perdiendo el conocimiento, pero intenté mantenerme consciente apretando los dientes y comenzando a gruñir. Las lágrimas de dolor físico se amontonaban en las esquinas de mis ojos, sentía el pulso en mi pierna, era como si alguien me estuviera quemando la herida. No aguantaba aquel dolor. Tenía que tranquilizarme, mi corazón estaba palpitando muy rápido y pronto me quedaría sin sangre si seguía así. ¿Pero que esperaba? Nunca antes había sido herida y atacada de aquella manera. A los pocos segundos ya comencé a ver borroso, traté de mantenerme despierta con miedo a desmayarme allí mismo. Pero aguanté, eso es lo importante, lo hice.

Frenzy | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora