Capítulo 1: Colisión

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Zweir se asomó por la ventana sin atreverse a levantarse del taburete que su buena amiga Rosselia le había proporcionado para sus posaderas, inclinándose lo más que sus enclenques músculos de escritor le permitían. El hombre contemplaba el paisaje urbano del exterior con el ceño fruncido y una marcada expresión de enfado mezclada con sospecha, sus labios apretaban tan fuerte la boquilla de su pipa negra que ni siquiera requería de una mano que la sujetase, por lo que estaba de brazos cruzados. Ahí fuera del taller sucedía todo lo normal que cabría esperar en una urbe mayoritariamente industrial como aquella ciudad, la gente que poblaba las calles eran en su mayoría trabajadores humanos transportando materiales, entre ellos se podían contar tres o cuatro altos elfos, un par de enanos y un solo orco, el cual era capaz de mover carretas de dos en dos. También habían otros individuos atendiendo otros asuntos, como el niño gritando titulares con toda la fuerza de sus impolutos pulmones, el cual aún no estaba despierto para cuando Zweir pasó de buena mañana por ahí, o los escasos señores que se paseaban con sus lustrosos carruajes imponiendo esas impolutas e imponentes sombras sobre los vagabundos que pedían limosna con la mano extendida como una rama muerta, sin decir ni una palabra a los transeúntes. Pero lo que obligaba al escritor a estirarse a mirar el nublado paisaje industrial eran los dos hombres que, como estatuas de algún material imperturbable, se mantuvieron frente la puerta de un local cercano durante todo el tiempo que él llevaba en el taller de su amiga, como si le estuvieran vigilando.

–¿Puedes estarte quieto de una vez? –Dijo la mujer asomándose detrás del lienzo, sujetando la paleta y diversos pinceles en una mano y uno solitario en la otra, con la cara manchada de pintura al igual que su delantal ya no tan blanco.

–¡Sí, sí! Disculpa.

–¿Qué es lo que te pasa? –Dijo devolviendo su mirada al lienzo ocultándose entera con este mientras el hombre se enderezó de nuevo.

–Creo que la policía me está siguiendo. –Respondió finalmente después de una larga pausa que ocupó mirando a la nada.

–¿De nuevo?

–De nuevo.

–Supongo que es cuestión de ir con pies de plomo, sobre todo con tus publicaciones.

–¡Vaya! ¡Yo que tenía pensado entrevistar al secretario general del Partido Socialdemócrata! –Respondió el escritor en una evidente clave humorística.

–Estarás bromeando, ¿verdad?

–Hombre, pues ahora que lo pienso...

–¡Tu serías capaz de envolverte en una pelea con cuatro orcos con tal de entrevistar a su matriarca!

–Entra en mis planes, aunque el calor y la arena no son lo mío. –Respondió manteniendo la clave humorística.

–Estás loco. –Dijo en una carcajada que se extendió entre ambos.

Pasaron varios minutos en silencio, Rosselia completamente imbuida en su obra, el hombre, por su parte, disfrutaba observando los movimientos de las pinceladas que se adivinaban a través de la tela del lienzo, movimientos violentos y rápidos, en su mayoría líneas rectas o ligeramente curvas pero precisas, actos más propios de un espadachín experto que de un pintor como lo era ella.

–¿Vas a convertir mi cara en otro de tus experimentos?

–Qué bien me conoces. –Respondió con una sonrisilla orgullosa.

–Debo reconocer que lo que hacéis los pintores estos últimos años está siendo muy interesante, aunque en los periódicos os llamen fieras o cubistas.

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2018 ⏰

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