día 4
Anoche soñé con ella, y bebiendo me puse a pensar. Recuerdo como la conocí, el 2012 fue el año en el que viví cien. Envejecí, aprendí, me divertí y conocí al amor de mi maldita vida de mustia.
Recuerdo que ella entró a clases en segundo año, más bien en el tercer semestre. Era la chica con la que todos querían hablar. Yo no tuve que esforzarme demasiado, pues ella escogió la silla junto a mí, de principio no hablaba con nadie, yo fui su primer amistad y gracias a mí conoció a todos los demás. Teníamos amigos, fiestas y gustos en común. El día en que nos acoplamos a nuestras anchas fue en una fiesta organizada por un vato de tercer año. Una casa grande y sola, mucha chela, mucha droga y poca ropa. Elizabeth era la única de las mujeres que traía puesto un short, todas llevaban falda, capris y pantalón, y aunque las faldas eran llamativas, la forma excepcional de las piernas de ella y sus caderas resaltadas en ése pantaloncillo se llevaban la vista de todo el mundo. Pero a pesar de esas voluminosas piernas bien formadas por años de ejercicio, Elizabeth tenía una cara hermosa, tan bonita que te olvidas de que tiene cuerpo y alma porque su rostro es llamativo y tentador. Sus ojos oscuros y grandes de pestañas de abanico, sus mejillas rosadas, su nariz perfecta y además sus comillas que adornaban ésa sonrisa de dientes perfectos que colgaba en su cara. Tenía unas comillas tan bonitas que incitaba a cualquiera a deberle un beso de antemano.
Yo estaba en la cocina fumando mota, así empecé. Primero cigarro y cerveza, luego mota y whiski, ahora crack y tequila, sin mencionar las pingas, tachas y coca que hubo de por medio en esos días. Que no eran de diario, pero tampoco pasaban desapercibidas.
A Elizabeth le gustaba bailar y mover las caderas de aquí hasta el cielo, bailaba reggae, cumbias, ska, a veces cuando se le iban las cabras se movía en los antros con música moderna.
En fin, yo estaba bebiendo en la cocina mientras ella y otro grupo se mecían en la pista improvisada. Cantaban, gritaban, gemían, cogían y se besaban, a nadie le importaba otro cuerpo que no fuese el suyo. Mientras yo me ponía peor cada segundo un sujeto se acercó a mí para invitarme a subir a las recámaras y《hablar más tranquilamente para conocernos》Tonta no soy, y sabiendo a que iba dicha propuesta acepté. Subí a las habitaciones y nos acomodamos en una pieza con olor excesivo a tabaco y fluidos. Comenzamos a platicar y él se acercó a besarme, yo nunca lo había visto antes pero lo que pasara en ésa fiesta no pasearía por la calle jamás, era un juramento.
Dentro de la pieza los muebles temblaban y nuestros cuerpos astrales ardían de calor. Nos despojamos de la mayoría de la ropa para estar más cómodos. Estábamos frenéticos, inverosímiles, bebiendo con velocidad pentatlonica se detuvo y preguntó:
-¿Me pongo el condón?
-Pontelo si quieres pero no va a hacer falta.-contesté.
-¿No quieres que te dé con condón? ¿o cómo?
-No le vas a dar a nadie, cabron.
-¿Qué? ¿Es encerio?
-Dame mi ropa.
-Mendiga puta calienta huevos.
-Jajajajaja. Tranquila mujersita, hoy no es tu noche, es la mía.-concluí.
Me vestí y salí de la habitación con la frente en alto y un cigarro en la boca. Estaba en el pasillo, recargada en la puerta de la pieza que acababa de abandonar. El pasillo era angosto con varias puertas alrededor como si fuera un hotel. Todas las puertas cerradas que adentro anidaban las parejas improvisadas sin futuro y los actos sexuales que yo no me atrevía a hacer. Meter, sacar, tocar, lamer.
Bajé a la primera planta para seguir bebiendo, tenía en mi cara una sonrisa ancha que no sé de donde salió. En las escaleras me topé con Elizabeth.