En el aeropuerto Estatal, están las dos amigas esperando su vuelo a la capital histórica de Austria, la antigua y culta Viena. “¿Sera esta mi aventura?” Piensa Matilde mirando una y otra vez el boleto de vuelo, por suerte todos sus papeles estaban en orden. El altavoz suena, anunciando su vuelo, Matilde se pellizca más de diez veces su brazo pensado que es un sueño. Claire la regaña ya que se le ha hecho un pequeño hematoma. En el vuelo, los oídos le pitan, ha viajado antes pero nunca lo había hecho sola. A pesar de que vivía en Nueva York y por más emocionante que sea la Gran Manzana, no es nada en comparación con Viena.
-¿Cómo conseguiste los pases para venir aquí?- se atreve a preguntar. Su amiga ríe escandalosamente.
-Mi pintura, se la vendí a unos viejos austriacos y dijeron que “había representado a la perfección su nación” y me regalaron los boletos para que conociera Austria. Además de unos cuantos billetes, quedaron impresionados incluso con el título- cuenta sin mayor importancia
-Ya veo…- respondió Matilde, no quiso preguntar más.
Arribaron en Austria por la madrugada aunque salieron temprano de Nueva York. Ambas amigas esperaron sus equipajes y luego esperaron un taxi, para suerte de ellas el aeropuerto estaba ligeramente solo debido a la hora que habían llegado, Claire no estaba segura si encontrarían un taxi, pero Matilde buscó y lo encontró. El taxi las deja justo enfrente de un hotel, no muy lujoso, de tres estrellas. Claire no es de ese tipo de personas, dentro de su nueva fama y casi fortuna aún sigue siendo humilde.
Duermen lo que pueden porque mañana empieza su verdadero viaje. Es invierno, así que Viena está blanco, su clima es húmedo, muy parecido al de Nueva York, hoy Matilde resiente que ese tipo con su tonto late le halla derramado el café latte encima de su importado abrigo.
Matilde fue una chica de clase medio-alta desde su infancia pero tras buscar su independencia perdió todo, sus padres no volvieron a hablar con ella y nunca volvió al mundo social de Nueva York, desde ese momento se mantuvo en un bajo perfil, ganando la vida para sí y Claire fue un gran apoyo desde un principio. Le dolió como nunca que su familia le diese la espalda en tal decisión y aunque no esperaba la total aprobación por parte de su padre, tampoco esperaba el rechazo, y en su casa lo que su padre decía era ley. Fue así como a sus dieciocho años, con una media beca en la Universidad de Columbia, se despidió con lágrimas de su madre y su hermano menor y luego de eso no los ha vuelto a ver, pero les llama casi todos los días a escondidas de su padre.
Ella se coloca un abrigo de color caqui y espera a Claire salga del baño. Su amiga viste un abrigo que le llega hasta las rodillas de color vino con enormes botones negros. Ambas salen de hotel y se dirigen rumbo al centro de la cuidad, para esperar el respectivo guía en su tour. Hay varias personas con cámaras de video y fotográficas, de diferentes etnias desde chinos, polacos, británicos y uno que otro americano. Matilde se coloca su sombrero de felpa, ya que el frio es intenso. El autobús finalmente llega, todos suben esperando aun quien los guiara y contara la historia de aquel bello lugar, en el camino Matilde y Claire lograron ver el Teatro imperial de la corte, el Burgtheater, y ambas estaban emocionadas por ver más. Matilde a pesar de haber tenido mucho dinero, jamás viajo a Viena, pero su familia sí, cuando ella dejo la casa de sus padres.
-Anda saca la cámara que ya vamos a empezar- le susurra Claire con su acento latinoamericano, casi cantando que Matilde siempre le encanto, Claire muchas veces hablaba en español, sobre todo cuando estaba enojada “Ese hijo de P…” “Ese Cabr…” a Matilde le hacía gracia escucharla y ambas hablaban español en la secundaria para que el hermano de Matilde, James, no entendiese qué decían mientras estaban en una pijamada en casa de los Gallagher. Ella Busco su cámara y la encendió, en ese justo momento llego el guía turístico.
