Trampa

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La cabeza le dolía, su vista era borrosa, no lograba distinguir absolutamente nada, además tenía náuseas, no sabía qué era lo que había pasado, solo que había sido descuidado y había quedado inconsciente a los pocos minutos de salir de su casa.

Había llegado lo suficientemente lejos como para suponer que estaba lejos de Yukina y de su padre, realmente había caminado bastante a pesar del dolor que conllevaba la reciente cirugía, estaba casi seguro que la persona que ocupaba la silla frente a el era su tío o alguien cercano a el, éste dijo algo que no alcanzo a escuchar debido al intermitente dolor de cabeza que se rehusaba a irse.

A los pocos minutos el dolor fue disminuyendo y su vista se torno más clara, viendo de esta manera y frente a sí a un hombre mayor que él, de cabellos y ojos oscuros, tez blanca y, para su desgracia... Sabía a la perfección de quién se trataba.

Al principio pensó que sería algún tipo de aliado de Ken pero cuando su vista al fin pudo enfocar con claridad se dio cuenta de que, aquel hombre no era otro más que su padre.

Los ojos de aquel hombre reflejaban tristeza, la mirada de dolor y frustración de su progenitor se quedo grabada en su mente y sintió como su corazón dio una fuerte punzada de dolor, en ese momento... Quiso volver el tiempo atrás y evitar lo que obviamente hizo, pero eso era algo que no podía hacerse, le tocó enfrentar aquella mirada, aún dolía verle a los ojos, pero también dolía su pecho y su corazón por la ausencia de Nai y Mai.

Ahora solo se sentía avergonzado de sus acciones, pensado egoístamente que estaba sólo, cuando a su lado estaban su padre y su marido, Yukina...

¿Yukina le perdonaría acaso esa mala decisión que tomó por su cuenta? Quiso alejarse de él no importándole mantenerlo en la absoluta ignorancia acerca de todo eso, la carta que le dejo había sido demasiado cruel, y había sido más cruel escribir algo que no sentía, diciéndole que lo odiaba, diciéndole que no le amaba más, diciéndole que no le importaban ni él ni sus hijos, sólo para asegurarse de que el joven lo odiara, para evitar que le buscara, haciéndolo a un lado y dejándolo atrás cuando seguramente el joven castaño sufriría su ausencia el resto de su vida, no pudo evitar que las lágrimas bajaran por sus mejillas, se levantó de donde estaba y su padre se acerco a él, no hubo  regaños, ni reprimendas, la habitación estaba en completo silencio, el mayor abrazo a su hijo en muestra de apoyo, lo abrazó para consolarlo, y en aquella muda noche y en silencio, se prometieron no decirle nada de aquello al joven castaño que yacía dormido en la habitación de al lado.

Festejando el cumpleaños de Kisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora