Inicios

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5 años más tarde, Storybrooke

Caía la noche, siempre le gustó salir a contemplar el brillo de las estrellas y preguntarse de cuál de ellas habría caído hacía ya veinte largos años. Se sentía tranquila, serena… Hacía ya largo tiempo que había aprendido a conocer sus dones, sus limitaciones, sus poderes, comprenderlos y dominarlos.

Durante años la mujer que fue su madre la alentó a creer en sí misma, en un futuro en el qual poder mostrarse al mundo en todo su esplendor, convencida de que su pequeña Emma era un regalo del cielo para velar por la humanidad, la educó con los valores del respeto, la bondad y la entrega a los demás… No podía estar más orgullosa de su educación y de sus dones, sabía que cuando llegara el momento se convertiría en la luz de la humanidad sumida en caos y tinieblas.

Durante cinco años, desde el momento en el que su imagen empezó a aparecer en los periódicos, sus padres decidieron que debía aprender a controlar sus poderes, practicando con ellos en casa lejos de miradas indiscretas, desde entonces su momento favorito del día era la noche, estrellada y brillante, en la que podía alzar el vuelo y dejar atrás la tierra a gran velocidad, aprendiendo a controlarse, a dominar el impulso que la dominaba y la empujaba a volar más que andar. Aprendió que con solo visualizar en su mente sus rasgos, estos cambiaban a placer, permitiéndole transformarse, esconderse, desaparecer… Aprendió a dominar su fuerza sobrehumana, su aliento devastador y su mirada incendiaria para usarlos cuando más se necesitara y siempre para hacer el bien.

Cinco largos años aprendiendo a conocerse, a dominarse y, por fin estaba lista, dejaba su casa paterna en las afueras de Maine para adentrarse en Storybrooke, el pueblo vecino, decidida a emprender sus estudios en derecho y ganarse una identidad anónima que escondiera su verdadero ser.

Era de noche, su momento favorito, el brillo de las estrellas recargaba sus células dotándole de energía, fuerza y determinación. Aspiraba la suave brisa otoñal mientras esta arremolinaba sus cabellos dorados como el sol, sus ojos aguamarina, los mismos que encerraban el firmamento en su interior, se hallaban cerrados mientras ella simplemente se dejaba mecer por todos los sonidos que la ciudad le regalaba bajo el manto del firmamento.

Sonreía al escuchar el lejano llanto de un niño, las risas de una familia que se reúne en el porche tras la caída del sol, el trafico que ya empezaba a escasear, las cigarras gritando desde los campos colindantes o el susurro de los miles de animales que habitaban el bosque que rodeaba el pueblo… La paz de una ciudad tan pequeña como Storybrooke llegaba a sus oídos tranquilizando el temblar nervioso de sus extremidades, el mismo que aparecía cuando llevaba demasiado tiempo sin alzar el vuelo, sin rozar las nubes o alcanzar las estrellas con sus manos.

De pronto, la aparente tranquilidad de esa noche se vio turbada por un sonido, un crepitar que llegaba a sus oídos al igual que el olor a humo, turbándola, sin duda alguna en la ciudad había un incendio. Todas sus terminaciones nerviosas se pusieron en alerta sin pretenderlo cuando llegó un grito nítido a sus oídos, alguien estaba en peligro, la necesitaban pero ¿Estaba lista? Debía estarlo de otra manera un inocente correría el trágico destino de la muerte ya que, al parecer, el fuego no había sido anunciado y no se escuchaba la sirena de los bomberos corriendo a sofocarlo.

En cuestión de segundos su mente se llenó de cinco años de consejos y avisos que sus padres no dejaban de repetir, el anonimato era imprescindible… Cerró los ojos concentrándose, mientras sus cabellos adquirían el tono del azul eléctrico y sus vaqueros junto a su chaqueta de cuero roja se trasformaban en un prototipo de traje blanco y azul, lo primero que le pasó por la mente, cubriendo su rostro con un antifaz de lo mismo tono azulado que sus cabellos.

Al sentirse preparada y debidamente disfrazada, saltó tomando vuelo y, con prisa, se dirigió al sonido catastrófico de las llamas y las peticiones de auxilio, al parecer provenían de una casa apartada del pueblo por lo que los vecinos no escucharon la suplica de ayuda y esta ardía hasta los cimientos.

Sabiendo que las llamas no dañarían su piel ni su vestimenta, nada más llegar al lugar arrancó la puerta de cuajo penetrando en la estancia. Su mirada felina rápidamente barrió cada rincón intentando localizar signos de vida humana.

Finalmente, en un rincón apartado arrinconada por las llamas, vislumbró a una mujer, agachada y sollozando. Con prisa se dirigió hacia ella pues comprendía que los cimientos de la vivienda estaban a punto de ceder.

Al llegar a su altura, la muchacha alzó su mirada oscura, del color del café, clavándola en ella y dejándola sin aliento unas milésimas de segundo. Sus cabellos negros como la noche caían revueltos por sus hombros y lagrimones surcaban su rostro marcado de hollín, aun así era la mujer más hermosa que Emma había visto en toda su vida.

Sin apenas dificultad, la alzó entre sus brazos mientras la muchacha rodeaba su cuello y encerraba en él su rostro sollozando presa del pánico y sin terminar de comprender quién era ese extraño ser que apareció de pronto dispuesto a salvarla.

Emma, tomando impulso, se elevó nuevamente atravesando el maltrecho tejado sin dificultad, alejándose de las llamas y, planeando cerca de aquella casa, usó su aliento para apagar el fuego evitando que este se extendiera por el bosque provocando una catástrofe mayor, sin prestar apenas atención a la joven que tenía aferrada a su cuello, observando todo acontecimiento con los ojos como platos, demasiado en shock como para reaccionar, sintiendo que vivía en un sueño o que, posiblemente, había padecido en el incendio y estaba en brazos de un ángel que había ido a buscar su alma.

Cuando finalmente descendieron y colocó con cuidado a la joven en el suelo, esta clavó su mirada oscura en sus ojos aguamarina protegidos por aquel antifaz, provocándole un escalofrío por todo el cuerpo. No solo se trataba de la primera persona que había salvado utilizando el don que el universo le había otorgado sino que sus ojos consiguieron atraparla por completo, sabía que nunca iba a poder olvidar esa noche, ni a esa muchacha que temblaba entre sus brazos mirándola como si ella fuese lo más maravilloso que existe sobra la faz de la tierra.

Finalmente la muchacha rompió el silencio tosiendo escandalosamente y provocando que Emma la abrazase sin pretenderlo. Buscando las palabras para dirigirse a la primera persona con la que había sido ella misma a pesar de su disfraz sin contar a sus padres.

-¿Se encuentra bien señorita?

-Mu… muy bien

-¿Hay alguien más en la casa?

-No, estaba sola… ¿Es usted un ángel?

-Algo así, me alegra haber llegado a tiempo señorita…

-Mills, Regina Mills y usted es…

-Em…

Su mente se quedó en blanco, recordando nuevamente las palabras de sus padres, anonimato… Tenía su disfraz pero no un nombre por el cual pudieran reconocerla, de sus labios estuvo a punto de escapar su verdadera identidad y paró en seco, nadie debía saber quién era…

Miles de nombres absurdos pasaron por su cabeza, no en vano había devorado uno a uno todos los cómics de superhéroes que caían en sus manos sintiéndose identificada con cada uno de ellos hasta que sus ojos se perdieron una vez más en las estrellas y una sonrisa surcó sus labios, ya sabía que nombre quería adoptar

-Stargirl, así me llamó… Un placer conocerte Regina Mills, ahora debo irme pero recuerda, cada vez que me necesites ahí estaré

Soltando a Regina con cuidado, sus pies se elevaron con el viento y, a gran velocidad se perdió entre las estrellas dejando atrás a la morena de ojos oscuros, la misma que la miraba con asombro y adoración pintados en sus rasgos, se marchó sin saber que no podría olvidar nunca esas mirada oscura, que había caído atrapada por completo, se marchó sin saber que, tarde o temprano, el destino volvería a ponerla en el mismo camino que Regina Mills.

StargirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora