Capitulo 15 (Bonnibel)

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—¿Sabes? Me gusta tu compañía —respira hondo—, y me gustaría... tal vez, si tu quieres claro... hablar un poco. Conocernos un poco más.  

—¿Hablas en serio? —sonríe Bonnibel ilusionada.

—Claro, por mientras que esperamos a la comida.

—Muy bien, ¿tienes alguna pregunta que me quieras hacer?

Marceline se lo piensa por momentos.

—Tal vez si me cuentas cuando te enamoraste de mí. 

Bonnibel se queda en silencio, meditando la pregunta.

—Fue hace un año—comienza a relatar—, recuerdo que era muy tarde y el cielo se estaba poniendo gris. No había traído sombrilla por lo que estaba bajo la lluvia, empapada de la cabeza hasta los pies.

—No lo puedo creer —suelta una risa corta, relajándose y dejándose llevar por el ambiente acogedor del lugar.

—Imagínate —niega sonriendo— y era invierno, peor. Con el frió que hacia... Como sea, estaba esperando al tren que me llevaría a casa, pero se estaba tardando. 

—¿Y donde aparezco yo? —comenta burlona.

Estaba feliz, se sentía cómoda. Con ella, solo ella.

—Espera un poco, que ya llegamos a la parte interesante.

Marceline niega felizmente.

—Vale, me quedo callada. No diré más. 

—Pues vale, me di cuenta que no era la única en la estación. Tu estabas ahí, no empapada, no como yo lo estaba. Llevabas una sombrilla negra que te cubría. Se podría decir que era amor a primera vista, pero no fue así. Solo... fue ahí, en ese momento, cuando te noté por primera vez. Y así fueron los siguientes días. Te veía en el mismo lugar, a la misma hora, sin falta. Te me hacías linda, eso no te lo puedo negar, pero no era más que curiosidad.

—Auch, eso duele —dramatiza con falso dolor de forma exagerada.

Bonnibel la ignora, y continua hablando:

—También te veía ocasionalmente en la Universidad, y cuando me enteré que también eras amiga de Fionna, tuve que obligarla a que me diera tu numero.

—¿Estas hablando en serio?

—Si estamos hablando de ti, siempre es algo que tomar en serio.

—No sabia que eras ese tipo de persona.

—Pues ya lo sabes, nunca te habías interesado en mi vida hasta ahora.

Marceline se sintió incomoda.

—Lo lamento —se disculpa apenada.

—No, está bien. ¿Quieres que siga?

—Sí, por favor. 

Bonnibel asiente. 

—Creo que me di cuenta de mis sentimientos cuando te pregunté si querías un chicle.

Abre los ojos, incrédula y sorprendida.

—Eso no me lo esperaba.

—Yo tampoco —suspira mirando hacia la ventana, perdiéndose en el paisaje—, yo tampoco.


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