Para cualquier lector, ese lugar era un sueño. Para mi, era como estar en el cielo.
Librería, biblioteca; como sea que le dijeran, el nombre se le hubiera quedado corto. El lugar era más grande que cualquier lugar que hubiera visitado. Tan alto como tres o cuatro veces el Vaticano y tan largo que no podía ni ver el final de las estanterías. Estas llegaban hasta la altura del techo. A mitad de la altura, con la cual se subía por escaleras, había un pequeño puente que se encontraba pegado a las estanterías y cada cierto espacio se ovalaba para esquivar las columnas que se encontraban pegadas a la pared estorbando su camino.
Desde fuera, parecía un completo laberinto, aunque imaginaba que si no conocías el lugar, era muy probable que te perdieras en la incontable cantidad de pasillos.
Nuevamente Anna nos indicó que la siguiéramos y así entramos en el mar de libros bien alineados.
Cada cierto tiempo nos encontrábamos con alguien sentado en una mesa leyendo o buscando algún libro. Estoy seguro que también vi a una persona levitando cerca del techo mientras varios libros flotaban a su alrededor.
Tras cerca de unos 15 o 20 minutos caminando, vi al final del pasillo en el que íbamos, una estancia que se veía de un tamaño considerable. Parecía un lago dentro de un bosque, ya que abría el lugar y dejaba un espacio que no hacía sentir a uno como si le fuera a dar claustrofobia.
El área estaba mucho más iluminada que el resto. Seguramente por el hecho de que no estaba bloqueada por libreras de varios metros de alto. Miré hacia arriba y me di cuenta que la luz no era luz de sol. Ni había un solo foco en el techo. La luz provenía de los dibujo que se habían hecho. Es como si la pintura fuera de neón y desprendiera su propia luz como una luciérnaga.
Me quedé maravillado nuevamente solo por las cosas que aparecían frente a mi. El único problema es que al bajar la vista, lo que encontré no era algo precisamente hermoso.
Lo primero que uno nota es la gran mesa redonda que sostiene cientos de libros, completamente desordenados, algunos incluso abiertos o en el suelo. También había carteles puestos al azar en el mismo lugar, sobre los libros, otros enrollados y otros incluso despedazados.
Alrededor de la mesa, habían acomodadas unas cuantas sillas, y solo una de ellas estaba ocupada. Con su sombrero blanco cubriendo su cara, y traje del mismo color, el señor estaba acostado en la silla con los pies sobre la mesa. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y estos subían y bajaban lentamente con su respiración.
Anna nos detuvo a unos pasos de donde él se encontraba, y se aclaró la voz fuertemente para llamar la atención del dormido. Al parecer tenía el sueño un poco muy profundo, ya que no dió señales de escuchar nada. Anna suspiró y se acercó, levantó una pila de 5 o 6 grandes libros que estaban sobre la mesa, los levantó un poco de esta, y los dejó caer nuevamente, haciendo que golpearan fuerte. El sonido del golpe pareció ser lo suficiente fuerte para despertar al de blanco, ya que éste se levantó de golpe con los ojos muy abiertos del susto.
Al ver la situación y analizarla unos segundos (unos muy largos la verdad), suspiró, se enderezó, y se arregló el saco para quitarle las arrugas. Su camiseta era negra y no llevaba corbata. Cuando levantó la cabeza y nos dirigió una sonrisa me di cuenta que no era un señor. Probablemente la persona que tenía frente a mí, no tenía más de los 15 o 16 años.
-Bienvenidos a mi humilde cueva. Soy Richard, el presidente de este hermoso lugar.
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Prisión Fantasma
Teen FictionLos poderes son algo peligroso. No puedes vivir con ellos sin huir. Primero ser atacados y luego separados. Darse cuenta que aunque la mayoría de la vida a sido dedicada a entrenar, aún se puede ser muy débil ante los peligros del mundo. Kai está ca...