Introducción

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Es difícil para mí explicar cómo un aeropuerto se convirtió en un funeral, y cómo un país es el cementerio. Cómo ves la belleza a tu alrededor aunque todos están muriendo. Cómo admiro tus ojos a pesar de que estés llorando porque me voy. Cómo puedes grabar un momento en tu memoria mejor que una cámara, y cómo puedes reproducirlo como si hubiese ocurrido hace dos minutos cuando ocurrió hace un año.

Estos no son poemas, estos no fueron escritos en verso, no fueron escritos con ambición o con la soltura nata del talento. Estos son mis lágrimas lloradas, cuando todo se derrumbaba, cuando no sabía que hacer, cuando fue imposible volver a ver tus ojos, cuando la belleza se hizo más intensa y cuando podías volver al instante, pero nunca al sitio en que envolviste mi instante. Estas palabras fueron escritas en un cuaderno que se escondió en mi maleta como pudo, entre la ropa y los zapatos que me pude llevar (las únicas cosas que pude llevar), teniendo miedo de que me lo quitaran, de que esos diablos que me habían robado la libertad, también me robaran la maleta y con ella lo más íntimo mío. Nuestros recuerdos. Mi cuaderno estuvo al lado de las fotos donde la felicidad nos llenaba, donde mis amistades reían, donde yo era inocente. Ahora están sólo en las fotografías esos momentos, y sus huesos huyendo de la dictadura.

Aunque la vista se me nuble al reescribir mis asfixiantes emociones, y revivir los momentos donde nuestras miradas se mantuvieron unidas por últimas veces por ahora, igual compartiré lo que guardo conmigo, sacar de mi cuerpo moribundo la dictadura que sigue persiguiéndome. Como los soldados en las guerras, me persigue la tragedia, pero sólo un artista acaba con ella.

Aquí, mi amor, están mis lágrimas tragadas, los besos que te dí a lápiz y el perfume que extrañas.

Uno por uno.

PARA MI MUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora