No más rosas

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Tal vez no debió de haber huido del modo en que lo hizo dejando a Kirkland solo bajo la inesperada lluvia, pero no pudo controlarse. Le parecía injusto como algo tan perfecto puede arruinarse en un instante, como unos abrazos y declaraciones de amor eterno podían quedar abandonadas en medio de un parque junto con todas las ilusiones que se habían formado en su cabeza.
Porque por más que quiso negarlo ahora aceptaba que quiere a Kirkland, está seguro incluso que lo que siente por él es amor, que no existirá nadie en su vida tan importante como él y admitía abiertamente que, luego de que el inglés le declarara su amor, había imaginado una vida a su lado.

Pero al parecer esos no eran los planes de Kirkland.

Habían pasado un tiempo abrazados deleitándose del calor del cuerpo del inglés, de su aroma y de sus gestos cariñosos hasta que él se separó para mirarlo fijamente. Tomó su rostro entre sus manos y depósito un casto beso en su frente.
Por un momento le pareció una despedida, pero se negó a creer ese pensamiento, hasta que escucho las más nefastas palabras salir de los labios temblorosos del mayor.

—Tengo que regresar a Inglaterra.

Se le formó un nudo en la garganta junto con un inmenso vacio en su corazón.

—La escuela me ofreció una beca para comenzar mis estudios universitarios de literatura en Inglaterra y — se detuvo unos instantes como dudando sobre lo que diria— y yo... no puedo desaprovechar la oportunidad ¿me entiendes no es verdad?

Con temor tomó las manos del americano que se habia quedado quieto en su lugar sin emitir sonido alguno. Entrelazo sus dedos con los suyos y estrecho sus manos con fuerza.

—Se que es egoísta de mi parte todo esto pero yo...

—Cuando...

—Alfred

—¡Cuando te iras!— soltó con enojo soltandose de inmediato del ingles.

—Dentro de dos semanas...

Susurró las palabras con temor. Temblando, Alfred quiso observar sus ojos en búsqueda de alguna justificación pero el mayor le esquivaba la mirada, mordía su labio inferior como si quisiera decir algo más pero no se atrevía. Le colmaba la paciencia verlo así tan diferente a la vorágine de emociones y la fuerte personalidad característica del inglés.

Dos semanas

Se repitió en su cabeza, solo dos semanas.

Ahora que estaba seguro que lo amaba ¿cómo haría para vivir sin él? Sin el afecto y las suaves caricias que apenas empezaba a conocer, sin los matices de la personalidad de Kirkland. Y más que tristeza por su partida, una rabia desconocida empezó a aflorar en él.

Si sabía que pronto se marcharía ¿porque ilusionarlo de ese modo? ¿Porque dejarlo a la deriva?

Era egoísta, tal y como Kirkland dijo, era un egoísta que no pensó en el daño profundo que le estaba ocasionando. Ya no quería estar allí, ya no quería tenerlo cerca, ¡para que si pronto tendría que olvidar!. Las relaciones a distancia no funcionan, y no es como si solo fuera de vacaciones, Kirkland permanecería en Inglaterra durante todos sus estudios, tal vez en el proceso conseguiría un buen trabajo que lo obligue a quedarse permanentemente, tal vez durante su estancia conozca a alguien con sus mismos intereses, a alguien mejor que él.
Alfred F. Jones no podría ser rival para alguien que conviviría con Kirkland mucho más de lo que él ha podido, alguien que tal vez sea mucho más inteligente, que comparta sus mismos pasatiempos y que pueda entender la dedicación de Kirkland hacia la literatura, porque no iba a mentirse diciendo que comprendía su amor por los libros, porque en realidad a él no le atraían en lo absoluto,  o conocería a alguien más que podría compartir algún pasatiempo con el inglés porque es más que obvio que ellos son opuestos como que él prefiere el deporte y Kirkland las manualidades.

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