Tararea admirando el lugar. Es una simple biblioteca de un pueblo cualquiera, con personas aburridas que morirán tarde o temprano, pero eso a él no le preocupa, en verdad, hace mucho tiempo dejaron de preocuparle varias cosas, en especial la vida de los humanos, quienes ahora solamente han sido ocupados para su diversión o distintos placeres. Deja el libro en su lugar correspondiente, por mucho que adore hacer caos y un desorden con cuerpos humanos, no es amante del desorden para esta clase de sitios tan adorados.
En algún apocalipsis, jamás se atrevería en destrozar este hermoso lugar lleno de conocimiento y silencio. Para un pequeño, una librería tan grande como esta en plena noche sería aterradora, y él disfrutaría mucho el hacerlo llorar hasta vomitar del terror. Sabe que no es piadoso, y ama fingir comprender los sentimientos lastimeros de alguna que otra persona. Jimin, literalmente no tiene una moral tan fina como muchos.
—No pensé que fueras tan estúpido como para aparecerte en este lugar otra vez.
La voz es grave, aterradora al hacer eco en aquellas blanquecinas paredes. Si tuviera un poco más de imaginación para este tipo de cosas, podría decir que hasta los objetos sobre la mesa se tambalean gracias a la fuerte vibración del aullido reciente. Simplemente sonríe, siguiendo con su camino en busca ahora de un poco de historia, le gusta saber cómo sucedieron algunas cosas, donde no tuvo ningún participe en líos políticos o algún desastre natural. Algunas cosas solamente suceden y piensa, que es divertido de mirar. Los demonios solamente, y muy rara vez, toman un caso por las manos para llevarlo a tal acto para que esté en boca de todos en solamente unas horas y la gente comience a alarmarse.
Para su andar cuando una lanza pasa frente a él, destrozando y haciendo que la estantería cayera hacía atrás por la fuerza provocada de aquella inaceptable acción. Los libros caen desparramados y el ruido es molesto para sus pobres oídos sensibles. El polvo que se levanta, casi le hace cerrar los ojos y dar un estornudo, pero simplemente se queda quieto por unos momentos, escuchando un sonido metálico resonando un y otra vez, de cierta forma, le provocaba una increíble emoción volver a toparse con esa persona de tan mal carácter.
—No estoy jugando, Jimin.
Jimin simplemente se carcajea, no es como siempre, donde se retuerce hasta caer al piso, no, esta vez es una simple y casi fina risita, logrando compararse con un suspiro.
—Tampoco estoy jugando, pajarito —retrocede, pero nuevamente una lanza va hacía él, solamente que esta vez le atraviesa el muslo, haciendo que cayera al suelo al igual que la estantería, el sonido que hace al impactar contra la vieja madera es para colocar a cualquiera un mar de nervios. Aprieta sus pequeñas manos, ya un poco harto de esta clase de juegos—. No era necesario atravesar mi pierna, pajarito.
—¡Deja de llamarme así! —grita de una forma tan potente, hace que su garganta arda de solo hacerlo y avanza hacía la pequeña luz que solamente baña el cuerpo de quien esta ahora mismo en el suelo, sangrando—. Estoy harto de tus juegos, Jimin.
—También es un gusto volverte a ver, mi terroncito de amor Jeonggukie —suspira, empujando su desordenada cabellera para atrás, sin inmutarse por la gran palabrería del muchacho más joven—. Me encanta saber lo mucho que me acosas, digo, no solamente porque somos pareja y me estés vigilando las veinticuatro horas del día, sin descanso alguno. Me gusta tu dedicación, mi amor, no cualquiera lo tiene.
Jeongguk se dio a conocer con aquella hermosa armadura que usualmente traían los ángeles en ocasiones para poder combatir demonios, sus alas desaparecieron al momento de que las miradas de ambos se conectaron. Estaba apretando la mandíbula, se mostraba tenso y aquella expresión solamente fascinó a Park Jimin, admirando con absoluta devoción aquel rostro tan varonil, como su fachada de niño bueno y adorable hacia personas extrañas podría pasar a esto en tan solo un chasquido de dedos, en absoluto, fascinante y era un honor siempre el tener que admirar estos cambios en primera fila. Relamió aquellos regordetes labios que poseían, y deseo en ese mismo instante besar al de cabellera oscura, besarle y someterlo nuevamente a las brasas del infierno.
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Desenlace 決議: KOOKMIN
Short StoryJimin no hacía mucho esfuerzo para que aquel ángel cayera en sus encantos, en realidad, nunca hizo nada. ➵ ONE-SHOT. NO COPIAR NI EDITAR. ₍ᵔ·͈༝·͈ᵔ₎♡ˎ₍•ʚ•₎ˏ