ABSTINENCE

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ABSTINENCE

Sólo contaré, de forma lineal, todo aquello que recuerdo. Ruego, pues, disculpen las posibles incoherencias y saltos de tiempo, no miraré atrás.

Enero. 23, 18:30.

Todo empieza en la plaza del pueblo donde nací y crecí, no tengo recuerdos anteriores, supuse que eran las fiestas patronales por el ambiente que percibía. En aquel momento vivía fuera, estaba estudiando en otra ciudad, pero me gustaba pasar algunos días en aquel lugar; me sentía acogido en el nido de mis padres y podía pasar tardes conversando con mis hermanas, aunque, en realidad, lo que más me gustaba era reencontrarme con mi yo del pasado, con mi propia infancia. Recordar mis aventuras en las casas abandonadas de las urbanizaciones de la montaña, ojear mis libros de infancia u observar los mismos árboles por la misma ventana, esperando que la luna se pose sobre las ramas para quedarme mirándola embobado.

Sin embargo, aquella noche me sentía desplazado y terriblemente angustiado. Iba paseando con mis padres, pero ellos se marcharon por la primera calle tras cruzar la plaza, yo no había quedado con nadie. Me dispuse a dar una vuelta, seguramente encontraría a alguien, sin embargo, no estaba seguro de querer ver a toda esa gente que hace tiempo que no veía; preguntar y contestar preguntas redundantes. Estaba seguro, no quería ver a toda esa gente.

Fui a la pequeña tienda que tenía mi tía al extrarradio del pueblo, dentro tenía de todo, comestibles, herramientas, regalos, revistas, etc. Incluso recientemente incorporó una barra y un tira cañas, de esta forma, podías tomarte una cervecita antes de disponerte a hacer la compra, le pareció una buena idea y a mí en ese momento también, pues tenía la intrínseca necesidad de echar un trago, además no llevaba más que tres pavos en el bolsillo, seguramente ella me invitaría.

Me sirvió un tercio y me lo cobró, 2 jodidos pavos, como mucho me quedaría para una caña más, por suerte, no había comido nada en todo el día y el efecto del alcohol no tardó en hacer su papel. De pronto, apareció el distribuidor de cervezas y le recomendó incluir en su están una variedad de cervezas con toques aromáticos de mandarina, entonces ella se cabreó, no recuerdo por qué, pero empezó a desdichar a aquel maldito comercial y entre tanto ajetreo yo me quedé inmóvil mirando a la chica que había contratado para tirar cañas, era preciosa. Al parecer no salía espuma del tirador y se reía, no podía dejar de mirarla, quise acabarme la cerveza para pedirle otra.

Me viene el recuerdo de una mujer que no conocía, me dijo: Es normal, hay barriles que vienen defectuosos y no sacan la cerveza con demasiada presión. Me giré. No contesté.

Mi tía, de por sí enfadada con el mundo, acostumbraba a criticar todo lo que se movía, parece que era lo único que saciaba su ira y su tristeza. A mí me contagiaba la indignación e impotencia característica de sus diálogos, seguramente premeditados, y no podía evitar salir de la tiendecita con un aire reivindicativo e inconformista tras cada charla con ella.

Cuando se dio cuenta de que el barril estaba defectuoso, aun discutiendo con el proveedor, arrancó el grifo y se lo tiró a la cara, sabía que era un vende-motos, ella no quiso saber nada más de nadie y yo no quise saber nada más de ella. Me fui al bar de al lado, me senté fuera, aunque no fumaba. Me gustaba mirar a la gente e imaginar que sus vidas estaban bien jodidas.

Salió la camarera a atenderme, era simplemente lo más hermoso que había visto en mi vida. Tenía las caderas anchas, las piernas carnosas, una cintura desorbitante, un escote que me hizo perder el control de la respiración y una cara angelical capaz de apaciguar la angustia que tenía en aquel momento con sólo una mirada. Le dije que quería una caña y que sólo tenía un pavo, se echó a reír fuertemente y se fue. Estaba furioso, atacado y ridiculizado. Me levanté para ir en busca de cualquier supermercado, me compraría un par de litros y me iría a la playa. No sin antes escupir en la mesa del bar, se acordaría de mí.

Crucé la esquina de la calle y oí un grito de una chica con un acento peculiar – ¡Eh tú, para un momento!! Se acercó, - Perdona si te he ofendido- era ella- he acabado mi turno ahora, ¿te apetece tomar una birra conmigo?, yo te invito. Acepté.

Fuimos a un bar céntrico, nunca había entrado allí, aquello era más que lujoso, los propios camareros llevaban atuendos similares, diseñados expresamente para trabajar tras aquella barra barnizada de un color parecido al oro, con tiradores de diseño de birra de importación, un sitio verdaderamente espeluznante, supe de inmediato que realmente ella no necesitaba trabajar de camarera, de repente me sentí débil y pálido, sentí ganas de estar solo en un lugar seguro, esta vez no me iba a apaciguar la mirada de Lucie así que pedí la cerveza con mayor graduación. Le pregunté si podíamos sentarnos fuera y aceptó.

Era una chica muy interesante, venía de Lyon, Francia, gracias a un programa de estudios consiguió una estancia de un año en la universidad de mi ciudad que estaba a sólo 10 km. del pueblo, decidió trabajar de camarera para conocer gente y ponerse a prueba, me pareció estupendo. me habló de cine alternativo y música francesa, estudiaba ingeniería mecánica y no sabía por qué, el mundo no parecía estar preparado para acogerle. Hablábamos a gusto, sin dejar paso a ningún silencio incómodo, yo estaba más pendiente de observar a la gente que pasaba por la calle, quizás alguien que conocía me vería con aquella mujer tan extraordinaria.

Hacía mucho que no sentía esa euforia propia de cuando encuentras a alguien que te eriza hasta el último vello del cuerpo, con ella tampoco me pasó, pero tenía ganas de dejarme llevar.

Cogimos su moto, le llevé hasta una cuevecita que había en una playa natural, a unos 15 km. del pueblo. Solía ir de crío con mis amigos a pasar la tarde con nuestras bicis de montaña.

Bebimos, y follamos escuchando el álbum completo de Georges Brassens, "Le pornographe" publicado en 1958, media hora de gloria. Luego se vistió y me dijo que le llevara de vuelta al pueblo. - He quedado con mi novio en media hora, llegaremos ¿verdad? -Claro.

Hasta aquí todo iba bien, Lucie tenía novio, aunque no me importó. Lo cierto es que no solía mantener relaciones con mujeres sin tener bastante confianza y contacto previo.

Lo siguiente que recuerdo son mis manos al volante de una especie de minibús, algo más grande que un minibús convencional. me dirigía por la costa hacía el pueblo de al lado, parece que me habían invitado a una fiesta , estaba eufórico y a la vez me invadía una sensación extraña. Llegué al punto de encuentro, era una de urbanización de adosados con un parking en medio, allí aparcaría el cacharro que llevaba. Sabía perfectamente que lo había robado, mientras lo aparcaba cautelosamente al final del parking, no pude evitar pensar que, si conseguía ligar con alguna chica en la fiesta, le encantaría follar conmigo dentro del minibús, me pareció original, le contaría que robo autobuses por la noche y los devuelvo al amanecer ya que los choferes no trabajan por la noche.

Fue precisamente este pensamiento estúpido el que me hizo volver a la realidad, nunca me había pasado algo así, estaba delirando, era como un sueño. En realidad, no había ninguna fiesta en aquella urbanización y yo estaba al volante de un minibús que no sabía cómo había conseguido.

Me quedé pálido y asustado, si bien es cierto que nunca fui la persona más psicológicamente sana, nunca me había ocurrido algo parecido, era como un sueño. Sin embargo, había percibido sueños más reales que todo lo que acababa de ocurrir, es decir, noté ligeramente desviada mi percepción de la realidad, empecé a confundir sensaciones que tuve en el pasado y me venían a la cabeza escenas que juraría haber olvidado. Mi subconsciente me estaba jugando una mala pasada. No podía quedarme ahí.

Ahora debía solucionar lo ocurrido, se me pasaron por la cabeza varias formas de enmendar mi delirio.

Primero pensé que sería buena idea dejar el vehículo en el mismo lugar y hacer como si nada hubiese pasado, pero enseguida me vino a la mente que la policía podía estar allí esperando si el propietario había denunciado el robo. Me di cuenta de que debía esconder el minibús por si alguien podía verlo. Recuerdo que intenté esconderlo en un callejón colindante a una casa de madera donde había un niño rubio jugando, cuando bajé del vehículo me miró, era peligroso tener testigos, luego pensaría qué hacer con él.

La playa estaba a unos 300m. Y resolví ir allí con el objetivo de reflexionar con más calma.

Supe que todo iba a cambiar.

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⏰ Last updated: May 01, 2018 ⏰

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