Uno

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     Estaba en un sitio horrible,rodeado de muchachitos jóvenes y chicas con delirios de princesa. Cada uno, pareciera estar viviendo en un mundo distinto, pero la verdad era que cada uno compartía una característica y esa era ser Omega.

     Y bueno, no había mucho que decir. Estaba harto de tener que soportar ese olor que le daba ganas de vomitar, tan meloso y empalagoso como un maldito malvavisco. Lo peor de caso, era que él también olía así.

     Había caído en la descarada condena de ser un Omega.

     Gracias a Dios que no era igual a los demás.

     Él era rubio, alto y con cuerpo firme, con ojos de ensueño y un aspecto malhumorado de chico malo que atraía a todos por igual. Hasta los mismos omegas caían rendidos a su encanto, y eso que olían iguales; pero para los alfas era un delirio, y el pobre muchacho no podía sacárselos de encima.

— ¡Dean! ¡Te dije que cambiaras esa cara! Estamos comprándote cosas que necesitas, al menos simula estar aquí por tu propia voluntad. —Mary Winchester, la rubia mujer alfa estaba reprimiendo a su hijito que tenía cara de querer matar gatitos.

     Dean colocó los ojos en blanco y se alejó de su mamá. Estaba en esa tienda endemoniada para omegas, en donde todo era rosadito y delicado, suave y con olor a rosas.

—Si sigo aquí durante los próximos quince minutos, habrá un muerto. —Dean miró pálido a un estante que tenía "cosas para el celo" de colores pasteles. Oh Dios, y pensar que los omegas tienes que meterse cosas raras por el trasero.

     Él no es que odiara a los omegas. No. Por supuesto que no. Lo que pasaba es que él no quería ser uno. Mentiría si dijera que desde pequeño esperó a ser un Alfa de esos que llevan las riendas de todo; quería ser alguien que todos pudieran respetar para poder cuidar a Sammy, pero no todo salió bien, porque los papeles se invirtieron al notificarle a Dean que él era un Omega y Sam un Alfa.

— ¡Miraa! Papii yo quiero esto, y esto, y esto y esto...

     Dean salió de sus cavilaciones al escuchar la chillona voz de una niñita. Era chiquita, rubia, y con dos coletas a los lados dándole un aire infantil; tenía un vestido blanco muy bonito y una carita de que en cualquier momento podía quebrarte el cuello si no le obedecias.

—Lilith, te he dicho muchas veces que no puedes escaparte así de mis manos... ¡Nick, ven y controla a tu bestia! —seguido de la niña, venía un hombre de ojos claros y con cara de tragedia; parecía que estaba cansado de vivir. Tenía una ligera barba de tres días y unos anteojos puestos— ¡Lilith no corras!

—Vamos papá. Deja que se divierta mi chiquita. Abaddon no deja que haga nada —el hombre que respondía al nombre de Nick entró a la tienda y cargó a la niña, la rubia se abrazó al señor mientras le decía que es lo que quería— Claro preciosa, todo para mi bellísima niña; además, tu abuelo Chuck va a pagar todo. ¿Verdad, papá?

     Chuck suspiró y dejó atrás a los dos rubios: —Castiel, no te quedes atrás hijo.

     Dean observaba todo con una disimulada sonrisa en su rostro. Hasta que vio entrar a un pelinegro a la tienda. Dios mío. Todo dejó de fluir para Dean.

     De repente sintió como un color rojo recorrerle en las mejillas al ver al chico que estaba caminando recto y con una cara de que todo le era indiferente. Era un Alfa, de eso no cabía duda; y para Dean fue suficiente porque empezó a sentir como algo húmedo se instala detrás de él.

     ¡Que vergüenza!

     Dean apartó la vista del chico y caminó hasta donde estaba su mamá, que al oler a su muchacho se extrañó totalmente.

— ¿Dean? ¿Qué te sucede? —la mujer se volteó a ver a su hijo que tenía la cabeza gacha.

—Mamá, vámonos de aquí. Por favor. Haré lo que pidas, pero vámonos cuanto antes —Mary estaba muy confundida; estaba comprando cosas que había leído en internet que funcionaban para el celo de los omegas, pero no esperaba que su hijo llegara oliendo de esa forma— ¡Por favor!

     Mary tocó la frente de su hijo y la notó caliente, como toda la cara. Supo que entonces si debería irse a su casa; no quería la mirada de curiosos sobre su hijo que empezaba a entrar en celo.

—Vamos cariño —Mary dejó las cosas que tenía en unas de los mostradores para abrazar a su muchacho, lo llenaba de su olor para que ningún Alfa se acercara a él, y juntos caminaron hasta la entrada de la tienda— Vendré más tarde a buscar lo que necesitas.

     Dean asintió. No quería hablar, y mucho menos cuando el olor tan atrayente de aquel Alfa pelinegro le golpeó de nuevo en la cara.

     Madre e hijo salieron de la tienda, aunque sin saber que Castiel había visto a Dean... Algo dentro de él se había encendido como un chispa.

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Porque el Omegaverse es mi pasión y quería contribuir con algo ❤

Olor a malvavisco ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora