Lyra no se esperaba que un chico tímido llamase a la puerta de su estudio preguntando si podría enseñarle a bailar.
Aviso: historia corta que te sacará más de una sonrisa.
Lyra sonrió, sintiendo el familiar ardor detrás de los ojos, y dejó que el chico siguiera. Él bajó la cabeza, temiendo que ella se enfadase al descubrir que había observado sin querer su pequeño momento de soledad.
—Juro que no tenía ni idea de que la danza pudiera ser tan... bella y salvaje. Y ver a alguien expresarse de esa manera, sin necesidad de filtros, sin máscaras... Me llegó, por cursi que suene.
Ahora la que se estaba sonrojando era ella. Sus orejas se sentían calientes y su corazón se había acelerado por la emoción que había calentado su pecho tras oír las palabras del chico. Ella también bajó la cabeza, avergonzada. No tenía palabras. Un gracias después de aquello sonaba a poca cosa.
—No sabía...
Pero él siguió hablando.
—Entendí que fue un momento privado, pero cuando intenté hacer yo algo parecido... casi me río de lo que parecía que estaba haciendo. Qué desastre. —Él sonrió suavemente. Lyra le entendía; en sus primeros intentos le había dado vergüenza hasta verse al espejo—. Pero, aunque te rías de mí, debo decirte que me gustaría que me enseñases a bailar. No rendirme sin al menos intentarlo, aunque sea consciente de que carezco de cualquier tipo de coordinación.
Lyra frunció los labios, pensando. Nunca había enseñado a nadie a nada, y menos a bailar; de hecho, ni se le había pasado por la cabeza que alguien pudiese pedírselo.
—De acuerdo.
El chico alzó un puño en señal de victoria.
—¡Gracias!
Lyra levantó un dedo, captando su atención.
—Antes de que te emociones, que sepas que accedo con tres condiciones: una, no le dirás a nadie de la existencia de este estudio, dos, nadie puede saber que te estoy enseñando y tres, no vale quejarse de mis métodos.
—¡Hecho!
—Empezamos el lunes después de acabar las clases.
Lyra caminó hacia la puerta, la bolsa en el hombro. Pero justo cuando estaba a punto de salir, miró un momento hacia atrás.
—Ah, y Zac, trae ropa cómoda.
Y con un último guiño, se fue.
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y... ¡oficialmente he acabado exámenes, lo que significa que ya he acabado bachillerato! estoy súper feliz. ya vamos por la mitad del libro... de todos modos, recordad que me encanta leer vuestras opiniones así que estaría genial que dejaseis algún comentario :)
