Avant-propos

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Con la evanescencia de un respiro, la suave brisa en la desnuda piel y la luna ante los ojos, la inspiración logra abrirse campo entre los campos de la mente, las palabras surgen, se unen, como cuando se está tejiendo, puntada a puntada

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Con la evanescencia de un respiro, la suave brisa en la desnuda piel y la luna ante los ojos, la inspiración logra abrirse campo entre los campos de la mente, las palabras surgen, se unen, como cuando se está tejiendo, puntada a puntada.

Indiscutidamente, es más sencillo abrir paso al ente traslúcido en el cuerpo si se tiene un sentimiento adentro, la inspiración es seductora, ponzoñosa. Con cándida transparencia se sienta en el regazo y deja un espectral ósculo en los enrojecidos labios.

La sensación eléctrica, vibrante, se inmiscuye por los sentidos, como vil oxígeno, y camina, corre y descansa en el cerebro.

Entonces, el cuerpo entero se ve siendo estremecido y el individuo en cuestión es incitado a tomar con delicada gentileza su pluma favorita, llenarse de vigor y atacar la pureza de una hoja albina con exquisita caligrafía; escribe violento y acelerado, con un tintineo a sus espaldas, acariciándole el cuello, seduciéndolo con lascivia, prevaleciendo, tortuoso, por más tiempo del requerido, acaricia con la húmeda y caliente lengua cada poro, besa los nudillos y alienta, se vuelve entonces la fuente de vida de quien palabras sobre la hoja teje.

Permanece impecable, hermosa como una flor, con el porte de la más elegante dama y la voracidad de la más atrevida de las concubinas, paseando, serena, siendo compañía incorruptible de quien a escribir se dedica.

Y cuando la traslúcida seducción decide retirarse, un acelerado individuo yace con la pluma en manos y un vespertino vacío en la mente, jadea y se deja caer de narices, con la pesadez del plomo, sobre la acolchada, frívola y siniestra realidad.

FleurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora