Capítulo 1. La puesta de sol era hermosa, porque la vi reflejada en sus ojos.

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"Cuando una vida es rosa no significa que no pueda cambiar de color en cualquier momento."


El cielo se tiñó de colores, desde los más cálidos matices amarillos hasta los más apasionados rojos, pasando por los tímidos y dulces tintes rosas. Las nubes parecían algodones de azúcar en medio de un fondo acaramelado. El sol se estaba ocultando. Del otro lado del cielo, en una pequeña proporción, la luna se asomaba tímidamente, aún perpleja ante la brillantez del sol; y unas valientes estrellas mostraban su tenue brillo para acompañarla. Mi paisaje favorito, es hermoso cómo coexisten la luz y la oscuridad; la noche y el día, para crear algo tan maravilloso.

Las aves trinaban una bella melodía y las mariposas blancas recorrían alegres todas las flores de la pradera. Parecía que todo el mundo conspiraba para traer felicidad.

25 de marzo del 649, primavera en su máxima expresión. Todo lucía perfecto, pero ante mis ojos los tonos eran en blanco y negro; faltaba algo más en el paisaje y ese algo, más bien alguien, estaba a punto de llegar.

Habían pasado 2 años sin poder verlo. Alejandro se había ido al reino próximo para firmar tratados de paz, pero a pesar de que me dijo que volvería en seguida, todo se había prolongado hasta pasar el tiempo antes mencionado. Yo lo espere, aunque impaciente, con una gran esperanza. Él era lo más importante que tenía en este mundo.

Desde que éramos pequeños siempre habíamos estado juntos, nuestras madres fueron las mejores amigas, eso nos permitió conocernos y volvernos inseparables. Sabíamos todo el uno del otro, o al menos eso pensaba yo.

Mi padre nunca vio bien nuestra amistad y por todos sus medios intentó separarnos, pero gracias a mi madre nunca pudo lograrlo. Supongo que él no quería que la única hija del rey de Mira estuviera con el hijo de un soldado de clase media, tal vez temía que se enamorara de él y no aceptara casarse con un noble al que le compartiera el dominio de sus tierras.

Para dolor de muchos y más para mí y para Alejandro; su madre y la mía murieron en un accidente cuando él apenas tenía 7 años. Desde ese momento mi padre se olvidó completamente de mí y me dejó a manos de mi nana; por suerte siempre conté con Alejandro; sus palabras, sus brazos y su corazón siempre estuvieron abiertos. Compartíamos el mismo dolor, pero siempre estuvimos agradecidos de tenernos el uno al otro.

Como era de esperar, ser el hijo de un soldado hace que algún día te conviertas en uno también. Alejandro comenzó su entrenamiento desde los 8 años, pero a los 12 formó parte de la tropa élite del reino. Continuó su entrenamiento y a los 17 años formó parte de la guardia real. Siempre he pensado que es muy fuerte y que tiene mucho potencial; aunque también creo que mi padre quiere tenerlo vigilado y ocupado.

A pesar de todo, Alejandro siempre tenía tiempo para mí y todas las tardes visitábamos el pueblo y el mercado para divertirnos. Era una vida apacible pero a la vez muy restrictiva, puesto que mi padre no nos dejaba salir de la fortaleza por miedo a que nos pasara lo mismo que a nuestras madres. De cualquier forma siempre estuvimos felices al estar juntos.

En su cumpleaños número 19 le informaron a Alejandro que participaría en la misión primordial de tratado de paz entre el reino de Amster y Mira. Lo único que supe es que el viaje había sido difícil y que lo que estaba planeado para realizarse en 6 meses se había convertido en dos años. Pero esperé sin tratar de ir a su búsqueda sólo porque él me lo pidió, aún recuerdo sus palabras: "Volveré sin importar lo que pase, sólo tienes que esperar princesa mía. Espérame, así como esperas ver la puesta de sol cada día"

Sonó demasiado cursi esa vez, nunca había sido así. Siempre fue un chico que bromeaba por todo sólo para hacer felices a las personas que en verdad quería. Esa vez sonó tan serio que no pude negarme, pero tampoco pude decir nada.

Después de su partida todo fue solitario y vacío; solamente su recuerdo y su promesa me habían ayudado a seguir adelante. Y después de toda una vida, me decidí a salir de la fortaleza a ver la puesta de sol todos los días. Nadie me lo impedía y yo me sentía feliz por ello, la única que lo sabía era mi nana, que al ver que era feliz no hacía nada más que sonreír cuando le decía que me iba. Supongo que ese día fue ella quien le dijo a Alejandro en dónde me encontraba.

Recordé lo que habíamos pasado juntos y me recosté en el pasto; cerré los ojos por un momento y en un instante me quedé profundamente dormida.

*******

Abrí lentamente mis ojos y me levanté del pasto un poco adormilada, una voz grave y hermosa hizo que mi corazón comenzara a latir con fuerza y tan rápido como las gotas de lluvia en una tormenta.

─Deseaba que te quedaras un poco más de tiempo así, pero parece que mi torpeza me llevó a hacer ruido y despertarte de tu sueño. Lo siento princesa, soy un desgraciado.

Y ahí estaba, el único chico que había amado durante mi corta existencia. Ese joven de 21 años, de piel morena, no mucho más alto que yo, con una sonrisa radiante que inspira felicidad con solo mirarla y con unos hermosos ojos café avellana con un brillo exquisito sólo visto en ocasiones especiales.

─ ¡Has vuelto Alex!

─ Creo que sí, pero no estoy muy seguro. ¡Ah, espera! Creo que si soy yo, y estoy aquí; puesto que me estás viendo. ─dijo, tocando su ropa y después el pasto; a la vez que giñaba un ojo.

No sabía si reír o llorar en ese momento, a pesar de su tonto y repentino sentido del humor no podía odiarlo por ese tipo de comentarios. El amor muchas veces es ciego y el corazón se atiene a ser feliz a pesar de las circunstancias, sólo por el simple hecho de que estás cerca de alguien a quien quieres.

Su risa retumbó por todo el lugar e hizo que los animales que estaban cerca se alejaran un poco; y yo sólo seguía siendo la chica más feliz del mundo. El cielo seguía siendo hermoso y ya podía ver los tintes rosas y azules, ahora el atardecer era perfecto; es sorprendente cómo una persona puede cambiar la perspectiva que tienes del mundo y llenar de colores el paisaje. Alex miró hacia el cielo con una enorme sonrisa en su rostro.

─La puesta de sol es hermosa, ¿no es así Anyu?

Me limité a asentir con la cabeza, me quedé sin palabras. Era cierto, a pesar de que no pude quitar mis ojos de él y de que no le puse atención al atardecer; la puesta de sol era hermosa, porque la vi reflejada en sus ojos.

Si miras al cielo, encontrarás la respuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora