Pequeña introduccion.

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El sonido de un teléfono sonando a lo lejos despertó a todo ser viviente que se encontraba en la casa. Para su mala suerte, la única capaz de contestar era ella.

Ya era de dia, y el calor de verano entraba por la ventana abierta con una leve brisa.

El estridente sonido se calmó cuando Mer lo cogió.

-¿Hola?- la voz de dormida la delató al instante, a pesar de los vanos esfuerzos por parecer activa.

-¿Mer? ¿ Te he despertado?- Al otro lado de la línea se escuchó a Kenna, una chica bajita y rubia que hacia mucho se había ganado la confianza de Mer.

-No, claro que no- dijo mientras bostezaba- ¿Que haces llamando a las…- saco el celular de un bolsillo de pijama y abrió los ojos- ¡Kenna! ¿¡Qué haces llamando a las ocho de la mañana un domingo!? Las personas que si trabajamos necesitamos dormir de vez en cuando ¿Lo sabias?, Ademas, ¿Porque me llamas por el fijo?

-Tal vez mi celular se haya caido al hinodoro, y tal vez necesito hablar con Finn… ¿No tendras su número en tu bello celularito?

-Debería haberlo sabido- blanqueo los ojos- ¿Porque más ibas a querer hablar con tu genial mejor amiga?- largo un falso suspiro de fastidio mientras Kenna largaba unas risitas del otro lado- ¿Tienes para anotar?

-¡Eres la mejor! Espera un momento- escucho que movia un monton de cosas y que murmuraba algo para ella misma, luego de un rato volvió a hablar- Listo, dime el número.

Mer dictó el numero y luego se despidió para poder seguir durmiendo. Pero ya se había despabilado, de todas formas acostarse era lo único que eclipsaba su atención.

-Buen Dia Señor Darcy- murmuró haciéndole una caricia al gato que tenía a los pies de su cama.

El felino se estiró ante el tacto y largo un maullido muy finito sin siquiera abrir los ojos.
Mer se acostó en la cama y se quedó allí. Sin hacer nada.
Su oscuro cabello estaba totalmente enmarañado y esparcido por la almohada. ¡Y pensar que la noche anterior había hermosamente planchado!

Las fiestas del lugar donde Mer trabaja siempre merecían un acicalamiento especial. Tal vez porque la primera impresión era importante. Tal vez porque todo el mundo iba muy bien vestido. O tal vez porque la dueña era la palabra elegancia en sí. No importaba el porqué, lo cierto es que Mer se pasaba mucho más arreglándose para ir allí que a cualquier otro lugar.

Mer era la nueva empleada de un pequeño emprendimiento que unía el arte con diferentes tipos de actividades. "Arcoiris" así es como se llamaba. Y ella se había unido hace tan solo tres meses en la parte de arte terapia, es decir mezclaba las terapias psicológicas con el arte.
Mucha gente asistía, cansada de su vida diaria, de su rutina y de su entorno y lista para descargar a través de un lienzo, de arcilla o de una guitarra todo lo que la acongojaba.
Y a pesar de que para Mer todo esto era nuevo, le encantaba.

Cuando se hicieron las nueve, y era imposible que se volviera a dormir, Mer solo prefirió tomar un Tè en el balcón de su departamento.
El calor aún no era tan fuerte, pero igual Mer cerro todo para que el fresco que había quedado de la noche anterior no se fuera tan deprisa, algo es algo. La ciudad parecía tener movimiento normal a sus pies. Los mismos ruidos de tráfico, los pasos de personas, algún que otro perro ladrando, y no mucho más.

El whatsapp estaba lleno de mensajes comunes, en el grupo del trabajo habían mandado las fotos del dia anterior, en el grupo de la familia habían mandado un par de cadenas e imágenes que decían: ¡Buen dia! ¡Disfruta el domingo! Y cosas por el estilo.
De niña y adolescente nunca le había gustado el domingo, estaba demasiado cerca del lunes, pero ahora que trabajaba de martes a sábados la cosa cambiaba, el domingo era un nuevo sábado.

Sin embargo detrás de todos esos whatsapps totalmente visteables, se escondía uno diferente. Un número desconocido.

•Hola! Hoy cumplo 30, y quería invitarte a una mini fiesta que voy a hacer en mi casa, es en: Los algarrobos 131, perdon por no avisarte antes estuve muy ocupada, espero que puedas venir.

•Va a ser todo muy informal, si podes y queres pasate tipo 9.

En la información del contacto no habia mucho, tenia en la foto de perfil a un niño cocinando en una cocina de juguete, y en el nombre decía Emi y un par de corazones ¡Conocía a unos diez mil Emis! . Compartían un grupo en comun, el de la universidad de primer año.
Intento hacer memoria, y gracias a Dios no le fallo. Emilia Matterazzi, una chica que había conocido hace cinco años y que durante el cursillo de ingreso y el primer semestre se había sentado a su lado.

Sin dudarlo contestó afirmativamente.

°¡Tanto tiempo Emi! Me encantaria! 9:30 paso!

Emilia Matterazzi había nacido en la ciudad y había sido de gran ayuda cuando Mer se mudó a Bouchard gracias a la beca en psicología que había ganado. Bouchard, era la ciudad donde vivía actualmente desde los 18 años, y era la capital de Fernez, un país ni muy grande ni muy chico situado en el hemisferio norte.

Tenía muy buenos recuerdos de ella, y a pesar de que, en un principio se juntaban casi todos los días, ahora ni siquiera tenia su numero, el tiempo y las actividades de cada una eran los responsables de que ya ni se vieran.

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