Se oían en la ciudadela a lo lejos unos gritos de dolor. Y de repente, todo en calma. Un llanto rompió la noche mientras la gente de las inmediaciones respiraba aliviada, y poco a poco se iban acercando al palacio.
Dentro, en una habitación de paredes rojas, con muebles dorados en su gran mayoría, una mujer sudorosa, de lujosas ropas y ojos azules, con una melena dorada despeinada, tendida en un improvisado lecho de tela con patas de madera, respiraba hondo mientras el cansancio se iba apoderando de ella cada vez más fuertemente. Otra mujer de mayor edad, vestida con ropas de sirvienta y con un el rostro lleno de satisfacción, levantó a un niño recién nacido de ojos negros como el carbón, para que su padre, un hombre musculoso, vestido con ropajes reales, una pesada corona dorada sujetada en la cabeza y una espada de empuñadura roja con las iniciales D.G grabadas en oro, lo pudiera observar.
El niño lloraba desconsoladamente, un gran contraste con el rostro del hombre: anguloso, serio e imperturbable, con unas orejas alargadas y ligeramente puntiagudas y unos ojos verdes que resaltaban su moreno y revuelto cabello. El hombre le observó atentamente, y no pudo evitar que una sonrisa jovial inundara su rostro, hasta entonces inescrutable. Sujetó al bebé en brazos, alzándole hacia el cielo, y, arrodillándose, proclamó:
-Oh, Shorox, Dios del Fuego, tú que proteges esta ciudad, símbolo de tu poder y dominio sobre Oriön, y que mantienes desértico el paisaje de Darón. Tú, que con tu sufrimiento derramaste la lágrima ardiente que creó el Volcán Ormivium, y colaboraste con tu hermano Silox en la creación de Los Montes del Oráculo, símbolo del poder y grandeza de Sear-Düm, tu legado en la tierra, uno de los Seis Eslabones Sagrados de Oriön, bendice a este niño, cuyo nombre será Cadmus Grey, y protégelo de todos los peligros a los que se enfrente en la que será su larga y ardua travesía por la vida, asumiendo en un futuro los dominios que hoy me pertenecen a mí, Draggus Grey, Rey de Thyrtïs, Duque de Sear-Düm. Que todos los pueblos aclamen su sagrado nombre, y las muchedumbres se arrodillen ante él.
En ese mismo momento, mientras se levantaba y devolvía el niño a la sirvienta, que intentaba por todos los medios calmar su llanto, la luz de un relámpago de un tamaño y fulgor sobrenatural inundó toda la ciudad y sus más cercanas inmediaciones. Una voz, que no se escuchaba sino que parecía ser proyectada directamente en su mente, habló así:
-Así será. Te concedo la bendición por este niño, cuyo nombre, Cadmus, será grabado en La Pared Eterna, para que todas las generaciones recuerden su nombre y hazañas, que prometo serán numerosas. Este hijo será muy importante para todo Oriön. En él se cumplirá una leyenda que llevaba años atormentándonos a los Seis Originales. Por fin será cumplida, y será por medio de este niño, y de otros cinco, que se llevará a cabo. Pero todo poder exige un sacrificio. Este niño, aunque muy valioso, va a ser muy caro para vosotros. Que comience el primer sacrificio.
En ese mismo momento, un grito de dolor proveniente de la madre hizo que Draggus se estremeciera, comprendiendo la grandeza del coste que Cadmus requería. Corrió hacia ella, aunque ya sabiendo que nada podía salvarla, mientras exhalaba su último aliento. Un único, desesperado, desconsolado y profundo grito de terror estremeció todo el Palacio, y a las gentes que en ese momento acudían al lugar para conocer al niño.
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Oriön I
FantasyEn un mundo muy lejano al nuestro, dividido por una guerra milenaria, la paz es demasiado inestable como para ignorar una amenaza inminente. Una sombra del pasado que siempre vuelve, y un indicio de la llegada de algo aún más ancestral, algo divino...