Pesada y desganadamente, me levanto y me dirigo a la cocina, tomo desayuno junto con mi madre, el único ruido que se escucha es el irritante sonido de el masticar cereales y los cánticos Cristianos que se escapan de la radio, los mismos de siempre, los grandes hits.
Me ducho, lavo mi pelo con cuidado, me afeito, me peino y saco del closet la mejor pinta que tengo, un terno color humo, una camisa blanca y unos zapatos que brillan casi tanto como la sonrisa de Dios.
Me pongo mi rosario, mi cruz y mi pulsera denario, obviamente, todas benditas, y tarareo unos de los más apasionantes himnos matutinos de la Radio San Juan, "señor, perdóname", mientras termino de hacer el nudo de mi corbata con diseño de cruces.
Me miro al espejo, me pongo la biblia bajo el brazo, listo para ir a misa, y antes de salir por la puerta con mi madre tomada de mi brazo, miro el reloj y veo que son las una y media, ¡Imposible! ¡Ya es hora de de comer!
Dejé la biblia en la mesa de café, me quité la corbata y me senté a esperar a que mi madre terminara de una vez de hacer el almuerzo.
Terminando la comida y llegando el postre, tres suaves pero disruptores golpes en la puerta de mi hogar invaden el silencio que antes solo era ligeramente afectado por los himnos de la tarde, tales como "gloria al padre".
Me acerqué a la puerta, la abrí de manera violenta y pregunté qué carajo querían y por qué mierda molestaban a la hora de la comida. Eran dos niños y una mujer en los huesos, pedían dinero o comida que pudiera darles para poder... y antes de que pudieran decir otra palabra, le escupí el pedazo de carne masticada que estaba apunto de tragar a la mujer en la cara, y antes de cerrar la puerta en sus mugrientas narices, le dije a la mujer que consiguiera un trabajo que no fuera abriendo las piernas como la zorra que era.
Los niños temblando de miedo, y la mujer hirviendo en rabia, se fueron de ahí, y lo último que escucharon de esa casa, fue un fragmento de la prédica que daba el padre Rubén en la Radio San Juan, que se escapaba por la ventana inundando los oídos del trío, "... cuando tuve hambre, me diste de comer, cuando tuve sed, me diste de beber, cuando fui extranjero me recibiste, cuando estuve..." El sonido iba haciendo difuso y débil, igual que la fe que quedaba en sus corazones.
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vamos a misa
Short StoryAlgunas personas se visten de Jesús pensando en que será su escalera al cielo, pero lucen unos cuernos bestiales.