Youth
Mamá. Papá. Estoy embarazada.
La bofetada vino antes de lo que esperaba, pero la sensación de dolor tardó un poco más. Tal vez porque ya me había preparado para esto; tal vez porque me dolía más el rechazo de ambos.
No obstante, el calor y el picor en mi mejilla comienzan a delimitarse justo donde la palma y los dedos han dado el golpe. No tardará en enrojecerse, por supuesto.
No sé por qué comienzo a llorar. Esto no es inesperado.
La imagen de Anna sonriéndome se cruza en mi cabeza y mis escuetas lagrimas se vuelven un mar silencioso.
Ella me habría acariciado la mejilla, pienso. Ella no habría creado un mar en mis ojos; habría creado un cielo.
Luego de eso se hace silencio. Denso y pesado. Tan sofocante que una pesadez abrumadora se instala en mi pecho y parece que no abandonará mi cuerpo si permanezco aquí. Pero en el fondo lo he decidido: no pienso pasar este calvario.
—Lárgate.
La mirada de mamá es severa, afilada. Inflige tanto daño que podría matarme si se la sostengo.
Miro a papá, pero él parece absorto en sus pensamientos. O tal vez tan solo se ha hecho a un lado para que me vaya y que para cuando lo haga él no tenga directamente la culpa, aunque en alguna parte de su desgarrada moral sepa que eso es lo que también quiere.
Ni siquiera tengo demasiado que empacar, tan solo mi ropa y unos cuantos pares de zapatos, porque tampoco tengo tantas maletas como para llevarme muchas cosas. Además, no puedo andar por ahí tan cargada. Si tengo que dormir debajo de un puente y en algún momento huir de algún violador entonces necesitaré ir lo más ligera posible.
Mientras empaco escucho a mi madre hablando con mi padre en la sala. Gritan tanto que sería imposible no hacerlo. Tal parece que los dos piensan que he cometido algún tipo de crimen.
Luego escucho a mamá usar muchos adjetivos despectivos para referirse a mí. Los vocifera como si estuviera predicando y mi padre ni siquiera se toma la molestia de decirle que se calle porque los vecinos van a oírla.
Está claro que él no podría estar más de acuerdo con ella.
Ni siquiera vuelvo a verlos cuando bajo las escaleras y atravieso el pasillo de la entrada, pero no me escapo al ojo de águila de mi madre. Cuando se percata de mi presencia vuelve a gritarme todas esas cosas desagradables que habría preferido que las dijera cuando yo ya me hubiese largado.
Lo último que alcanzo a escuchar antes de cerrar la puerta es que me llama prostituta. De todos modos no me detengo a rebatirle nada. No tengo las fuerzas ni los ánimos, así como tampoco tengo a donde ir. Las lágrimas no dejan de bajar una tras otra y la vista se me emborrona como un cristal empapado por la lluvia.
Me dedico únicamente a hacer lo que por el momento está en mis manos: a caminar. A caminar sin un lugar en mente al cual llegar, lo cual es un problema porque esta atardeciendo y la temperatura comienza a bajar desde temprano.
Si tal vez tuviera una amiga o si tal vez me hubiese tomado la molestia de hacer una cuando no me odiaba lo suficiente como para permitir que el mundo me aplastara, entonces no estaría seguramente en esta situación. Y Thomas; él ni siquiera es una opción.
Ahora estoy sola. Tengo que comenzar a hacerme la idea de eso y de muchas otras cosas que tendré que resolver por mi cuenta. No obstante, y a pesar de que he rebuscado en mi cabeza, no puedo evitar preguntarme si realmente no tengo a nadie a quien acudir.
Me siento en la banca de un parque y acomodo la maleta entre mis piernas, esperando a que las lágrimas paren, pero parece que tardarán un rato. Las personas que caminan por ahí se me quedan viendo de vez en cuando, tal vez curiosas del por qué lloro o tal vez teniéndome lastima, y si no es por eso entonces será porque he de parecerles un payaso al cual se le ha corrido el rímel por toda la cara.
Para ser honesta, eso realmente no me preocupa. Me siento tan desarmada que no sé dónde está esa pieza que me devolvería el valor para decirles un par de cosas groseras.
Mientras tanto, mejor dedico mi tiempo a los intentos de examinar concienzudamente mis pensamientos esperando tener suerte con eso de pensar en un amigo. No obstante, ese menester se mira interrumpido de forma metódica y compulsiva gracias a que en mi cabeza solo se repite a gritos una tan sola palabra.
Prostituta.
Prostituta.
Prostituta.
Prostituta.
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El universo que llevamos dentro (En corrección)
Teen FictionWillow es un chico introvertido que siente que está destinado a pasar su vida completamente solo, y esto es algo que ha podido comprobar por su casi nula habilidad de hacer amigos. Tesla, por otro lado, tiene una facilidad nata para hacerse amigo de...